El Día de las Madres debe ser todos los días
El Día de las Madres es todos los días, he escuchado decir más de una vez, el problema es que para algunos, ese es el único día.
Un regalo comprado a última hora, una envoltura que la hace otro, con papel multicolor y un lazo, un perfume, una flor y la estadía en el hogar es breve, hay que atender otros asuntos.
Cuando no había máquinas de nada, ni celulares, plasmas ni secadoras; aquellas madres se fajaban de campana en campana para llevar las riendas del hogar con mucho esfuerzo y esmero. La repostería estaba en casa y los huevos se recogían de las gallinas ponedoras, la leche de la vaca que estaba atrás en el corral. Heroínas del ayer, sin menoscabar las de hoy.
Hay madres narradoras de cuentos, cantaoras de nanas, enfermeras sin diploma, guardianes de secretos y artesanas a la hora de poner la mesa.
Mi madre Victoria cursó hasta e tercer grado, quedó huérfana siendo muy niña, no hay un solo retrato de ella de mi abuela.
Mamita perdió algunos niños, pero logró criar 7, sumaba y restaba de memoria, sin el lápiz y papel, dedicó muchas horas al fogón, su padre tenía una fonda para alimentar a los obreros de la caña. Fue quincallera, repostera de pastas de mangó que vendía a peseta, sabía hacer arroz con jueyes, al pasar de los años en familia laboró en cafetería heladera.
¡Madre! una lágrima se dibuja en el corazón. José A. Giovannetti Román
Yauco