AVES DE LA CIUDAD
En el libro Sonidos del avistamiento, el fotógrafo Javier Román revela la compleja vida de los pájaros
Aveces basta un simple batir de alas. El pequeñísmo movimiento repentino es alerta suficiente. Soltar lo que esté en las manos, lo que ocupe la mente, es la reacción automática de Javier Román
Nieves. Se asoma al balcón del edificio antiguo donde vive. Comienza la cacería.
El arma es la mirada que escudriña. Si logra detectar algo, busca la cámara. Lo que queda en la pantalla después del disparo es la imagen de uno de los cientos de pájaros, que como nosotros, pueblan la ciudad capital. Capturarlos sin quitarles la libertad es una obsesión.
“Empezó en el balcón. Poco a poco escaló hasta empezar a buscar todas las aves reportadas en el Viejo San Juan”, explica Román, acerca de cómo se desarrolló el gusto por la documentación de aves. Tras casi tres años, esta labor culminó en la publicación del libro Sonidos del avistamiento, obra en la cual Román despliega hermosas fotografías de 70 especies de aves migratorias y residentes al vuelo o en los recovecos donde suelen posarse durante su estadía -efímera o permanente- en la ciudad. El trabajo invita a disfrutar con calma de una mirada a las aves imposible de obtener a simple vista. La publicación, financiada totalmente por fondos recaudados a través de una plataforma de 'crowdfunding', también contiene una descripción del comportamien- to de cada uno de los personajes y, en ocasiones, narraciones acerca del encuentro entre el fotógrafo y su objetivo. Así, el lector no solamente se acerca al mundo de los pájaros al conectar con las imágenes de sus picos, alas y gestos. Obtiene, además, mucha información para entender qué distingue su comportamiento porque las aves, como los humanos, también tienen distintas maneras de ser y de vivir. Los zorzales pardos se alimentan “oportunistamente y comen casi de todo”, los pericos monje se acicalan los unos a otros y los ruiseñores poseen un extenso repertorio musical ampliamente estudiado por los científicos, formado por sus diversas formas de canto, útil para pedir auxilio, entre otros propósitos.
El interés que dio vida a este ambicioso proyecto surgió cuando Román, en su antigua vivienda de Miramar, leía un capítulo de Capitalismo y esquizofrenia, donde se mencionaba el trino de las aves como como un pie forzado para hablar de otros temas vinculados a cómo vivimos y
nos relacionamos. “Ya ahí yo sabía que había algo extraño con las aves”, afirma.
Tiempo después, para continuar nutriendo su afición por la fotografía, adquirió un lente que le permitía ver a estos animales muy de cerca. En aquel momento, Román se había mudado al Viejo San Juan y trabajaba como redactor en la organización Para la Naturaleza. El contacto directo con biólogos y expertos en distintos temas relacionados al medio ambiente, así como la comunidad de la Sociedad Ornito- lógica Puertorriqueñ a -a quienes agradece profundamente- fue fundamental para conocer nuevos datos fascinantes sobre los pájaros. Cuando conoció Ebird, una base de datos virtual que guarda las observaciones de los avistadores y sirve de guía para saber dónde y cuándo es posible ubicar las distintas aves, se lanzó a la búsqueda.
En San Juan, se calcula que la población de aves fluctúa en 250 especies, pero la mayoría no estamos acostumbrados a fijarnos en su mundo paralelo. Aún así, la realidad es que los pájaros están por todas partes. Cantan, comen, anidan, vuelan, dando cátedra de supervivencia contra montones de situaciones adversas, junto a nosotros y a pesar de nosotros.
“Son un misterio que asombra”, describe Román. Al observar a través de la cámara, el fotógrafo pudo detectar muchos aspectos biológicos de los pájaros. Por ejemplo, se dio cuenta de que el vuelo no es una acción tan automática como pensamos, sino que requiere esfuerzo, de la misma manera que el humano debe hacer cierto tipo de trabajo para nadar o mantenerse a flote en el mar.
Mientras más miraba, más crecía la fascinación con el mundo de los emplumados y el deseo de entender las hazañas tan impresionantes que realizan. “No soy biólogo, pero voy leyendo y encuentro cosas increíbles. Como que los huesos de los pájaros son huecos, como neumáticos, y están conectados a su sistema respiratorio, de manera que ellos respiran hasta su médula”, afirma deslumbrado. De este proceso de observación y documentación, Román obtuvo más de 800 fotografías, algunas de las cuales fue colgando en redes sociales, logrando llamar la atención de las personas que empezaron a sugerir la idea de compilarlas en un libro.
DEL PASATIEMPO AL PROYECTO. Su formación como diseñador gráfico y la experiencia en el mundo editorial, además de una gran dosis de pasión por dar a conocer a otros lo que iba recopilando, animó a Román a considerar en serio una publicación.
“Pude hacer el diseño editorial, saber el tamaño y el alcance que tendría. Luego, coticé y empecé el 'crowdfunding'”, indica. Como muchas otras iniciativas lanzadas a través de este medio, Sonidos del avistamiento comenzó a recibir respaldo de personas que, sin conocer a Román, se entusiasmaron con la idea de convertirlo en realidad. Entre el 3 de julio al 12 de agosto del año pasado, la campaña sobrepasó su meta por 108%, recaudando $13,450.00. De los 144 donativos, casi la mitad (40%) llegaron de residentes en los Estados Unidos.
El respaldo de tantos conocidos y desconocidos representa para Román uno de los aspectos más gratificantes y aleccionadores de la aventura creativa que emprendió a modo de riesgo calculado.
“La parte más impresionante de esto ha sido ver çomo es posible hacer proyectos fuera de las redes de influencia que no nos gustan o incomodan. Mi papá no es biólogo ni profesor, no tengo ningún tipo de pala. Los que me ayudaron, lo hicieron por gusto, porque creyeron. Para mí, el proyecto florece en un terreno baldío”, afirma satisfecho.
Como parte de la publicación de su primer libro, que consta de 385 fotos y 15 mapas, Román también creó el sello Roqué Stahl Ldt.. Bajo esta marca, planifica lanzar próximamente un libro para niños, que reinterpreta un popular cuento infantil.
Las aves, sin embargo, continuarán en su radar. La cacería no cesa cuando el encanto es muy grande. Y para Román, pocas cosas atraen tanto como el mundo formado por esta manifestación de vida “libre y sin bandera”.