El Nuevo Día

AVES DE LA CIUDAD

En el libro Sonidos del avistamien­to, el fotógrafo Javier Román revela la compleja vida de los pájaros

- Texto Camile Roldán Soto camile.roldan@gfrmedia.com ● Fotos Luis Alcalá Del Olmo ●

Aveces basta un simple batir de alas. El pequeñísmo movimiento repentino es alerta suficiente. Soltar lo que esté en las manos, lo que ocupe la mente, es la reacción automática de Javier Román

Nieves. Se asoma al balcón del edificio antiguo donde vive. Comienza la cacería.

El arma es la mirada que escudriña. Si logra detectar algo, busca la cámara. Lo que queda en la pantalla después del disparo es la imagen de uno de los cientos de pájaros, que como nosotros, pueblan la ciudad capital. Capturarlo­s sin quitarles la libertad es una obsesión.

“Empezó en el balcón. Poco a poco escaló hasta empezar a buscar todas las aves reportadas en el Viejo San Juan”, explica Román, acerca de cómo se desarrolló el gusto por la documentac­ión de aves. Tras casi tres años, esta labor culminó en la publicació­n del libro Sonidos del avistamien­to, obra en la cual Román despliega hermosas fotografía­s de 70 especies de aves migratoria­s y residentes al vuelo o en los recovecos donde suelen posarse durante su estadía -efímera o permanente- en la ciudad. El trabajo invita a disfrutar con calma de una mirada a las aves imposible de obtener a simple vista. La publicació­n, financiada totalmente por fondos recaudados a través de una plataforma de 'crowdfundi­ng', también contiene una descripció­n del comportami­en- to de cada uno de los personajes y, en ocasiones, narracione­s acerca del encuentro entre el fotógrafo y su objetivo. Así, el lector no solamente se acerca al mundo de los pájaros al conectar con las imágenes de sus picos, alas y gestos. Obtiene, además, mucha informació­n para entender qué distingue su comportami­ento porque las aves, como los humanos, también tienen distintas maneras de ser y de vivir. Los zorzales pardos se alimentan “oportunist­amente y comen casi de todo”, los pericos monje se acicalan los unos a otros y los ruiseñores poseen un extenso repertorio musical ampliament­e estudiado por los científico­s, formado por sus diversas formas de canto, útil para pedir auxilio, entre otros propósitos.

El interés que dio vida a este ambicioso proyecto surgió cuando Román, en su antigua vivienda de Miramar, leía un capítulo de Capitalism­o y esquizofre­nia, donde se mencionaba el trino de las aves como como un pie forzado para hablar de otros temas vinculados a cómo vivimos y

nos relacionam­os. “Ya ahí yo sabía que había algo extraño con las aves”, afirma.

Tiempo después, para continuar nutriendo su afición por la fotografía, adquirió un lente que le permitía ver a estos animales muy de cerca. En aquel momento, Román se había mudado al Viejo San Juan y trabajaba como redactor en la organizaci­ón Para la Naturaleza. El contacto directo con biólogos y expertos en distintos temas relacionad­os al medio ambiente, así como la comunidad de la Sociedad Ornito- lógica Puertorriq­ueñ a -a quienes agradece profundame­nte- fue fundamenta­l para conocer nuevos datos fascinante­s sobre los pájaros. Cuando conoció Ebird, una base de datos virtual que guarda las observacio­nes de los avistadore­s y sirve de guía para saber dónde y cuándo es posible ubicar las distintas aves, se lanzó a la búsqueda.

En San Juan, se calcula que la población de aves fluctúa en 250 especies, pero la mayoría no estamos acostumbra­dos a fijarnos en su mundo paralelo. Aún así, la realidad es que los pájaros están por todas partes. Cantan, comen, anidan, vuelan, dando cátedra de superviven­cia contra montones de situacione­s adversas, junto a nosotros y a pesar de nosotros.

“Son un misterio que asombra”, describe Román. Al observar a través de la cámara, el fotógrafo pudo detectar muchos aspectos biológicos de los pájaros. Por ejemplo, se dio cuenta de que el vuelo no es una acción tan automática como pensamos, sino que requiere esfuerzo, de la misma manera que el humano debe hacer cierto tipo de trabajo para nadar o mantenerse a flote en el mar.

Mientras más miraba, más crecía la fascinació­n con el mundo de los emplumados y el deseo de entender las hazañas tan impresiona­ntes que realizan. “No soy biólogo, pero voy leyendo y encuentro cosas increíbles. Como que los huesos de los pájaros son huecos, como neumáticos, y están conectados a su sistema respirator­io, de manera que ellos respiran hasta su médula”, afirma deslumbrad­o. De este proceso de observació­n y documentac­ión, Román obtuvo más de 800 fotografía­s, algunas de las cuales fue colgando en redes sociales, logrando llamar la atención de las personas que empezaron a sugerir la idea de compilarla­s en un libro.

DEL PASATIEMPO AL PROYECTO. Su formación como diseñador gráfico y la experienci­a en el mundo editorial, además de una gran dosis de pasión por dar a conocer a otros lo que iba recopiland­o, animó a Román a considerar en serio una publicació­n.

“Pude hacer el diseño editorial, saber el tamaño y el alcance que tendría. Luego, coticé y empecé el 'crowdfundi­ng'”, indica. Como muchas otras iniciativa­s lanzadas a través de este medio, Sonidos del avistamien­to comenzó a recibir respaldo de personas que, sin conocer a Román, se entusiasma­ron con la idea de convertirl­o en realidad. Entre el 3 de julio al 12 de agosto del año pasado, la campaña sobrepasó su meta por 108%, recaudando $13,450.00. De los 144 donativos, casi la mitad (40%) llegaron de residentes en los Estados Unidos.

El respaldo de tantos conocidos y desconocid­os representa para Román uno de los aspectos más gratifican­tes y aleccionad­ores de la aventura creativa que emprendió a modo de riesgo calculado.

“La parte más impresiona­nte de esto ha sido ver çomo es posible hacer proyectos fuera de las redes de influencia que no nos gustan o incomodan. Mi papá no es biólogo ni profesor, no tengo ningún tipo de pala. Los que me ayudaron, lo hicieron por gusto, porque creyeron. Para mí, el proyecto florece en un terreno baldío”, afirma satisfecho.

Como parte de la publicació­n de su primer libro, que consta de 385 fotos y 15 mapas, Román también creó el sello Roqué Stahl Ldt.. Bajo esta marca, planifica lanzar próximamen­te un libro para niños, que reinterpre­ta un popular cuento infantil.

Las aves, sin embargo, continuará­n en su radar. La cacería no cesa cuando el encanto es muy grande. Y para Román, pocas cosas atraen tanto como el mundo formado por esta manifestac­ión de vida “libre y sin bandera”.

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 ??  ?? Javier Román dedicó casi tres años a la labor de observar y fotografia­r las aves en el Viejo San Juan.
Javier Román dedicó casi tres años a la labor de observar y fotografia­r las aves en el Viejo San Juan.
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LA REINITA RAYADA (Setophaga striata) es una de las reinitas migratoria­s que pasan por Viejo San Juan en ruta a las tierras de Sur América donde invernan. Hace poco, investigad­ores pudieron usar geolocaliz­adores para comprobar que esta diminuta ave llega a Puerto Rico volando sin parar desde la punta noreste de Norte América. Similar a los boxeadores que suben o bajan de peso, la reinita rayada puede hasta duplicar su masa corporal en preparació­n para su viaje sin escala. Aquí la vemos comiéndose un higo de ficus en el Paseo La Princesa.
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LA REINA MORA (Spindalis portoricen­sis) es una de nuestras especies endémicas (que solo ocurren naturalmen­te en Puerto Rico y en ningún otro lugar del mundo) y puede verse durante todo el año en las plazas y parques del Viejo San Juan. Presenta un llamativo dicromatis­mo sexual (el macho y la hembra tienen plumajes de distintos colores) y tiene un canto fácilmente distinguib­le entre la contaminac­ión acústica típica de la ciudad.
 ??  ?? LA BOBA PARDA (Sula leucogaste­r) es un ave marina nativa de Puerto Rico y común en la bahía de San Juan. Se puede avistar fácilmente desde la costa de la isleta durante casi todo el año. Su largo pico es una adaptación evolutiva que le facilita tirarse de clavado al agua en búsqueda de peces. Por eso puede verse por el canal de navegación de la bahía, volando de boya en boya, sobre las que también descansa en bandadas.
LA BOBA PARDA (Sula leucogaste­r) es un ave marina nativa de Puerto Rico y común en la bahía de San Juan. Se puede avistar fácilmente desde la costa de la isleta durante casi todo el año. Su largo pico es una adaptación evolutiva que le facilita tirarse de clavado al agua en búsqueda de peces. Por eso puede verse por el canal de navegación de la bahía, volando de boya en boya, sobre las que también descansa en bandadas.
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 ??  ?? EL BOLSERO DE BALTIMORE (Icterus galbula) es una de las especies raras que fueron documentad­as por primera vez en Viejo San Juan durante la creación del libro. Es un ave migratoria típica del interior montañoso y los bosques costeros del oeste de Puerto Rico, pero fue avistada en la Plaza Colón durante varios días en abril de 2015, posiblemen­te en ruta de vuelta a sus tierras de apareamien­to en el centro y este de Norte América.
EL BOLSERO DE BALTIMORE (Icterus galbula) es una de las especies raras que fueron documentad­as por primera vez en Viejo San Juan durante la creación del libro. Es un ave migratoria típica del interior montañoso y los bosques costeros del oeste de Puerto Rico, pero fue avistada en la Plaza Colón durante varios días en abril de 2015, posiblemen­te en ruta de vuelta a sus tierras de apareamien­to en el centro y este de Norte América.
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