El Nuevo Día

Medio Peso

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Changos, guaraguaos, pitirres, palomas, garzas, cotorras, zumbadores, reinitas, pelícanos, gallinas, patos, guineas, zorzales, finches y demás… Somos bendecidos por la variedad y belleza de las aves que surcan los cielos de Puerto Rico.

Algunas nativas y muchas importadas, nuestro clima le es benigno a las especies más variadas, como aquel flamenco que se instaló en nuestras costas hace un tiempo o como esa familia de guacamayos que hace años vive en unas palmeras en la carretera número dos entre Guaynabo y Bayamón y que encandilan con su plumaje azul y amarillo brillantes y su estridente garrir tan apropiado para comunicars­e en las selvas sudamerica­nas de donde son nativos.

Yo tengo mi ave autóctona favorita, y aprovecho nuestra historia principal de hoy para compartirl­es por qué.

El mío es el San Pedrito, o “Medio Peso”, como le conocí de primera intención, y a continuaci­ón les cuento como supe de él y por qué tiene un significad­o especial para mí.

De niño y adolescent­e solía acompañar a mi papá y a mis tíos al Río Esperanza de Arecibo. Se trataba de una especie de ritual con el que los Ríos rememoraba­n su infancia. Yo, simplement­e los acompañaba. Ni pensar que iba a meter las manos debajo de una roca para sacar camarones y chágaras, porque mi padre y sus hermanos usaban los dedos a modo de carnada.

En una ocasión, caminando río arriba, mi padre me hizo señas para que mirara con detenimien­to entre el follaje que cubría las rocas que flanquean el río,

“¿Qué es?” pregunté en voz baja. “Un medio peso, un pajarito”, me contestó. “¿Un medio peso?” “Así le llaman porque es del tamaño de esa moneda”. Y nos quedamos quietos y callados observando… ¡Hasta que lo vi!

Verde, blanco y pequeñito, solo su pecherín rojo intenso lo delataba entre las hojas, aunque podía confundirs­e con una florecita. Me pareció lindo, simpático, vivaracho, veloz, escurridiz­o y divertido. Y desde entonces el “Medio Peso” o San Pedrito como luego supe que se llamaba, me ha acompañado como un símbolo de mi padre y del intenso amor por nuestra patria que nos une.

Ya de adulto hice que el San Pedrito siguiera presente en mi vida. Ya fuera con una hermosa serigrafía del artista arecibeño Osvaldo De Jesús, que hice enmarcar para mi sala, o una talla del maestro natural de Ceiba, José D. Vélez, quien con su navaja traza plumajes de un realismo pasmoso en la madera.

Les invito a disfrutar del trabajo del fotógrafo Javier A. Román Nieves, quien en su libro “Sonidos del avistamien­to”, plasma imágenes de las aves que pueblan la isleta de San Juan. Son 70 especies distintas las que logró retratar en dos años y las que presenta en 385 fotos.

ELIEZER RÍOS

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