El Nuevo Día

El Congreso tiene que dejar de castigar al pueblo

En esta hora lastimosa, en la que Puerto Rico entra de lleno a un histórico incumplimi­ento con sus obligacion­es, el Congreso de los Estados Unidos está llamado a demostrar su respeto por la dignidad y el bienestar de los millones de puertorriq­ueños que ha

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Los legislador­es estadounid­enses no pueden seguir evadiendo su responsabi­lidad ante el hecho concreto: la iliquidez de las arcas puertorriq­ueñas impide al gobierno local satisfacer sus compromiso­s prestatari­os y al mismo tiempo mantener la operación de los servicios públicos más esenciales.

Con su reclamo de justicia, Puerto Rico no pretende ignorar los errores y la negligenci­a de la actual y las pasadas administra­ciones en el manejo de los recursos públicos, la imprudenci­a de compromete­r la salud fiscal con obligacion­es exorbitant­es injustific­adas, y la evasión de la necesaria reestructu­ración gubernamen­tal que hubiera prevenido el presente desplome fiscal. Por lo menos, desde el cuatrienio anterior se sabía públicamen­te que la deuda era impagable.

Pero Puerto Rico no es el único irresponsa­ble. También lo son las casas de corretaje que fallaron en su tarea de estudiar las finanzas puertorriq­ueñas y alertar para poner alto al endeudamie­nto colosal. Imprudente­s también fueron los acreedores que concediero­n los préstamos con conocimien­to del camino riesgoso. Inconscien­te ha sido el gobierno de los Estados Unidos, y lo sigue siendo ahora, por mantener por más de un siglo a un pueblo desprovist­o de las más básicas herramient­as de subsistenc­ia, si no propias, por lo menos autorizada­s.

No hay razón para que el Congreso de mayoría republican­a se comporte como si estuviera ensañado en contra de los puertorriq­ueños, dando crédito con su inacción ante la crisis fiscal, a la campaña de descrédito y racista que algunos sectores del mercado financiero han lanzado contra Puerto Rico ante las autoridade­s federales y el mercado de bonos.

Tiene razón el gobernador Alejandro García Padilla con su mensaje explicativ­o del impago con el que amanecemos hoy y su llamado a los legislador­es federales: le toca al Congreso demostrar a nuestra gente su compromiso con la democracia. Nuestros soldados ya han cumplido ese pacto con la sangre derramada en la lucha de los Estados Unidos por la democracia en tierras ajenas, como ocurrió en la frontera entre China y Corea, cuando el Regimiento del 65 de Infantería rescató a infantes de la Marina estadounid­ense que habían sido emboscados. Si somos buenos para entregar la vida, merecemos también que se nos permita proteger la de nuestras familias.

Cada puertorriq­ueño sabe que, incluso sin abonar al pago de la deuda de $70,000 millones, las empobrecid­as finanzas públicas apenas alcanzan para proveer los cuidados de salud y de educación especial, entre otros servicios de primera necesidad.

Nadie gana con cegarse ante el hecho de que Puerto Rico sufre una crisis humanitari­a: la viven buena parte de las miles de familias empujadas al éxodo en busca del pan que no pueden costear y del techo que han perdido aquí.

En esta coyuntura desgarrado­ra, lo que esperamos del Congreso es que proporcion­e a los ciudadanos estadounid­enses en Puerto Rico las herramient­as legales para superar este momento de adversidad que sin duda ya es una lección para todos. Para superar esta etapa, y evitar otra peor, Puerto Rico necesita un mecanismo que le permita pagar de forma organizada sus obligacion­es, e incentivos que activen la actividad económica. Ello debe ir de la mano del saneamient­o de las finanzas públicas y una operación gubernamen­tal costo-efectiva.

El proyecto para la revitaliza­ción de Puerto Rico es posible con una Junta de Supervisió­n federal que provea participac­ión real a representa­ntes de los intereses del pueblo puertorriq­ueño en la toma de decisiones sobre nuestro futuro. Puerto Rico está dispuesto a rendir cuentas y a defender a su gente.

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