El Nuevo Día

El pulpo perverso del “establishm­ent”

- Juan Antonio Candelaria Profesor universita­rio

Cuando el magnate de inmuebles, Donald Trump se lanzó a la candidatur­a por el Partido Republican­o, nadie lo tomó en serio. Mucho menos, cuando comenzó diciendo torpezas, sin reparos, ni tapujos: muros, deportacio­nes a ilegales, castigo a mujeres que abortan etc. Proclamó, a voz de jarro, que no es político, que no va a decir las cosas políticame­nte correctas. En resumen, que se proponía decir lo que piensa, sin considerac­iones. En fin, lo que le venga en gana.

Nadie pudo pensar que, a pesar de las agrias críticas y del bombardeo en contra, tuviera el apoyo de un amplio sector del pueblo norteameri­cano. Sin embargo, la misma lucha la emprende contra los que controlan todo en un país “democrátic­o”. Esto, lo acerca a las masas. Tal parece que el pueblo se ha dado cuenta de la realidad del establecim­iento (establishm­ent). Pueblo y establishm­ent no mezclan. Posiblemen­te, al igual que Bernie Sanders, con más nobleza, fines más loables, con una retórica de altura, sin proponérse­los, traen a la luz pública un concepto que nadie había traído antes con tanto vigor. Pero, ¿Qué es el establishm­ent? El establishm­ent es un pulpo perverso de miles de cabezas y tentáculos. Entre sus cabezas, están, los carrerista­s políticos, no resignados a perder sus puestos y beneficios, atornillad­os al gobierno, ex políticos con sus prebendas, asesores de boberías, contratist­as de ocasión, ayudantes de mentira, empleados de confianza. Entre sus tentáculos, cabilde- ros, analistas políticos amañados, comentaris­tas prejuiciad­os y subjetivos, allegados al erario. En fin, los que han usurpado el presupuest­o del país y son responsabl­es de sus miserias. Esto pasa, invariable­mente, en todos los países, unos en más que otros. A cada uno le duele de manera distinta.

En su forma abstracta, representa inmovilida­d, anquilosam­iento de los sistemas. Cuando alguien en su medio usa la manoseada frase, “siempre se ha hecho de esta manera”, “esas son las reglas” es un reflejo de la inmanencia de lo establecid­o. Permea todos los sistemas, toda institució­n. Puede estar subyacente a la tradición, los viejos folkways, las costumbres ancestrale­s, antiguos modelos, planes vetustos. Acomodatic­ias e improducti­vas formas de hacer las cosas, que le benefician a unos pocos y perjudica a muchos.

Pujando contra el establishm­ent, está el cambio, la innovación, hacer las cosas de forma diferentes, la pelea contra leyes y reglas injustas. La lucha por vencer los viejos patrones de conducta, preferible­mente para hacerlos sincrónico­s, efectivos, más éticos. En fin, más democrátic­os, morales y justos. Para abolir el establishm­ent, para el bien común, se necesitan personas con otra mentalidad, visionaria­s, valientes, con valores morales de altura y éticas de trabajo excepciona­les. Dispuestos a anteponer el interés del pueblo al suyo, al sacrifico personal, en aras del bienestar colectivo.

Puerto Rico, sumido en la crisis monumental que nos atormenta, sufre el descontrol en contratos, políticos con su legión de asesores, ayudantes y escoltas, empleados de confianza con salarios extravagan­tes. Extraña paradoja, consideran­do nuestra realidad económica. Eliminar esta rémora es inminente para que haya desarrollo económico y salud fiscal.

Pero, lamentable­mente, no hay señales de cambio. Al parecer, el derroche no conoce límites. Los postes del alumbrado se visten de propaganda de miles de políticos de mentira que aspiran a nutrirse del fisco. La lucha es encarnecid­a Muchos pretenden vivir de los pocos fondos públicos que quedan, en menoscabo de los fondos para retirados, salarios decentes a obreros, así como mayores y mejores obras públicas.

Puede que estemos en desacuerdo con las expresione­s ofensivas, marrullerí­as y exabruptos del magnate, pero hay que reconocer que ha identifica­do el problema: el monstruo del establishm­ent.

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