El pulpo perverso del “establishment”
Cuando el magnate de inmuebles, Donald Trump se lanzó a la candidatura por el Partido Republicano, nadie lo tomó en serio. Mucho menos, cuando comenzó diciendo torpezas, sin reparos, ni tapujos: muros, deportaciones a ilegales, castigo a mujeres que abortan etc. Proclamó, a voz de jarro, que no es político, que no va a decir las cosas políticamente correctas. En resumen, que se proponía decir lo que piensa, sin consideraciones. En fin, lo que le venga en gana.
Nadie pudo pensar que, a pesar de las agrias críticas y del bombardeo en contra, tuviera el apoyo de un amplio sector del pueblo norteamericano. Sin embargo, la misma lucha la emprende contra los que controlan todo en un país “democrático”. Esto, lo acerca a las masas. Tal parece que el pueblo se ha dado cuenta de la realidad del establecimiento (establishment). Pueblo y establishment no mezclan. Posiblemente, al igual que Bernie Sanders, con más nobleza, fines más loables, con una retórica de altura, sin proponérselos, traen a la luz pública un concepto que nadie había traído antes con tanto vigor. Pero, ¿Qué es el establishment? El establishment es un pulpo perverso de miles de cabezas y tentáculos. Entre sus cabezas, están, los carreristas políticos, no resignados a perder sus puestos y beneficios, atornillados al gobierno, ex políticos con sus prebendas, asesores de boberías, contratistas de ocasión, ayudantes de mentira, empleados de confianza. Entre sus tentáculos, cabilde- ros, analistas políticos amañados, comentaristas prejuiciados y subjetivos, allegados al erario. En fin, los que han usurpado el presupuesto del país y son responsables de sus miserias. Esto pasa, invariablemente, en todos los países, unos en más que otros. A cada uno le duele de manera distinta.
En su forma abstracta, representa inmovilidad, anquilosamiento de los sistemas. Cuando alguien en su medio usa la manoseada frase, “siempre se ha hecho de esta manera”, “esas son las reglas” es un reflejo de la inmanencia de lo establecido. Permea todos los sistemas, toda institución. Puede estar subyacente a la tradición, los viejos folkways, las costumbres ancestrales, antiguos modelos, planes vetustos. Acomodaticias e improductivas formas de hacer las cosas, que le benefician a unos pocos y perjudica a muchos.
Pujando contra el establishment, está el cambio, la innovación, hacer las cosas de forma diferentes, la pelea contra leyes y reglas injustas. La lucha por vencer los viejos patrones de conducta, preferiblemente para hacerlos sincrónicos, efectivos, más éticos. En fin, más democráticos, morales y justos. Para abolir el establishment, para el bien común, se necesitan personas con otra mentalidad, visionarias, valientes, con valores morales de altura y éticas de trabajo excepcionales. Dispuestos a anteponer el interés del pueblo al suyo, al sacrifico personal, en aras del bienestar colectivo.
Puerto Rico, sumido en la crisis monumental que nos atormenta, sufre el descontrol en contratos, políticos con su legión de asesores, ayudantes y escoltas, empleados de confianza con salarios extravagantes. Extraña paradoja, considerando nuestra realidad económica. Eliminar esta rémora es inminente para que haya desarrollo económico y salud fiscal.
Pero, lamentablemente, no hay señales de cambio. Al parecer, el derroche no conoce límites. Los postes del alumbrado se visten de propaganda de miles de políticos de mentira que aspiran a nutrirse del fisco. La lucha es encarnecida Muchos pretenden vivir de los pocos fondos públicos que quedan, en menoscabo de los fondos para retirados, salarios decentes a obreros, así como mayores y mejores obras públicas.
Puede que estemos en desacuerdo con las expresiones ofensivas, marrullerías y exabruptos del magnate, pero hay que reconocer que ha identificado el problema: el monstruo del establishment.