El Nuevo Día

PALOMITAS, MISS

- Xiomara Feliberty Casiano Maestra en Boston y Estudiante Graduada

Q En una tarde de película, la Miss cuenta cabezas mientras pasa lista. Los niños verán He named me Malala, su nueva heroína. Aún no conocen a Rigoberta Menchú pero ya memorizaro­n, en inglés, la frase célebre de Malala. Las cabezas aumentan pero no todos están presentes. Muchos han partido, sin decir “adiós Miss, vuelvo a casa”.

Como Tony, llamémosle Tony, que volvió a Guatemala. Esperó semanas en una cabaña en la frontera para llegar a Estados Unidos pero enfermó y la única medicina era el abrazo de su padre. La maestra aún no sabe por qué Danilo partió. Una mañana ya no estaba y así, como él, muchos han entrado y salido de las aulas sin despedirse.

Cada niño que parte es una historia inconclusa. La Miss los imagina en asientos de avión, autobuses o, simplement­e, caminando. La Miss escribe en un post-it “Movimiento es vida”. Sus rostros se desdibujan en la memoria de la Miss, mientras los niños repiten en coro “One child, one teacher, one book, and a pen can change the world”.

“¿Palomitas, Miss?”, los niños interrumpe­n sus pensamient­os. “¿Palomitas, Miss?”, la Miss sonríe y se pregunta si la sentencia de Malala persiste cuando el niño está ausente. Si el mundo puede ser cambiado cuando cada niño es como un ave que emigra. Y en la distancia la Miss se cuestiona, hasta dónde los acompañará el empeño que puso en el cuidado de sus plumas. Quizá, la mudanza del plumaje asome tras otro vuelo furtivo.

Tal vez, como los rostros se desdibujan en la memoria de la Miss, la Miss pierde nombre y rostro en las historias de los que no se quedan.

La película termina y los niños aplauden, como en el teatro o en el cine. Salen con rapidez ruidosa y la Miss se queda allí en el espacio que adorna con fragmentos de palabras, dibujos y flores de papel de los que se fueron, de los que se quedan y de los que llegarán.

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