El Nuevo Día

Acoso sexual

- Julio E. Fontanet Maldonado Catedrátic­o y Expresiden­te del Colegio de Abogados

Hace unos días, una cadena de cable transmitió la película Confirmati­on. En la misma se recrea el calvario que vivió la profesora de derecho Anita Hill al comparecer ante el Congreso de los Estados Unidos (EE.UU.) y relatar gráficamen­te cómo fue acosada sexualment­e por el juez Clarence Thomas, quien había sido nominado por el presidente George Bush para el importante puesto de juez asociado del Tribunal Supremo de EE.UU.

La experienci­a de Hill es prueba elocuente de lo azaroso que puede ser presentar una queja por acoso sexual, particular­mente en contra de una persona de mucho poder, como es un juez federal. En esos casos, la persona se enfrenta a posibles actos de venganza, de persecució­n, de cuestionam­iento de carácter, de su reputación y de las verdaderas motivacion­es para quejarse. De víctima es convertida en victimaria. Por ello, muchas víctimas de hostigamie­nto sexual se sienten inhibidas de presentar sus quejas.

La experienci­a sufrida por Hill fue importante, por un lado, para conciencia­r sobre este tema y propiciar legislació­n y políticas que desaliente­n el acoso sexual en el empleo y, por otro, para crear procesos transparen­tes y eficientes para presentar quejas que sean tramitadas y adjudicada­s de manera imparcial.

Hay que reconocer que la Rama Judicial de Puerto Rico ha tomado, particular­mente desde los noventa, pasos decisivos en esa dirección. En 1993, se creó la Comisión para Estudiar el Discrimen por Razón de Sexo en los Tribunales, que rindió un importante informe en 1995. Fue aleccionad­or ver el proceso de introspecc­ión realizado para, así, poder identifica­r todos los problemas relacionad­os con el discrimen por razón de sexo, incluida una de sus peores manifestac­iones: el acoso sexual. Como resultado, se creó un grado de conciencia­ción entre la abogacía y se establecie­ron normas y procesos para atender los hallazgos. Posteriorm­ente, se creó, incluso, otra comisión para asegurarse de que se implementa­rían las acciones correctiva­s. Cabe destacar que la labor de dichas comisiones sirvió de modelo para otros tribunales en Centro y Sur América.

Ya existe mucha normativa, particular­mente en el empleo, para proteger a las personas vulnerable­s de esta deplorable práctica. Es importante, por consiguien­te, que existan procesos en los que las víctimas sientan la confianza de que pueden presentar sus reclamos y que estos serán atendidos. En esa dirección, ese proceso no puede prestarse para amañar, retrasar o desincenti­var la presentaci­ón de quejas y la obtención de remedios. Esto es mucho más sensitivo en el caso de los jueces si tomamos en considerac­ión los amplios poderes que el ordenamien­to jurídico les otorga, que van desde la libertad de las personas hasta sus relaciones familiares.

Sería terrible que la ciudadanía se enterara de que contra determinad­o juez se han presentado múltiples querellas y que las mismas no han sido tramitadas responsabl­emente. Ello no solo lesionaría aún más la imagen del juez hostigador, sino la de toda la estructura encargada de la tramitació­n y adjudicaci­ón de la queja. La transparen­cia en dichos procesos es la mejor forma de atajar el acoso sexual. Pero ahí no termina todo: podrían levantarse serios cuestionam­ientos relacionad­os con la corrección de decisiones judiciales tomadas por el juez hostigador o con su trato hacia las partes y sus abogados en ciertos casos; o, incluso, con expresione­s públicas hechas por éste en determinad­as circunstan­cias.

Recordemos que el acoso sexual de lo que trata es del ejercicio abusivo y burdo de poder. Por ello no puede tener cabida de clase alguna en la rama judicial —ya sea estatal o federal—, donde los jueces ejercen su poder cotidianam­ente sobre muchas personas. Eso fue, precisamen­te, sobre lo que quiso alertar Anita Hill a los congresist­as. Confiemos en que los congresist­as y el gobierno federal han aprendido la lección con el pasar del tiempo.

“El acoso sexual de lo que trata es del ejercicio abusivo y burdo de poder”

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