Mal protector
Thomas Paine dijo que: “El sentido común ha de instruirte que el poder que quiere subyugarte, jamás querrá protegerte”.
Esa sentencia hoy persigue a los que usaron su gesta para constituirse en poder imperial sobre otros pueblos.
El caso de Puerto Rico lo confirma. A los 122 años de la revolución, la bandera izada por el sacrificio de la generación de Paine trajo su promesa de libertad y democracia a tierra puertorriqueña; acá ya ondea por otros 118 años y, en pocos meses, se cumplirá el centenario de convertirnos en sus ciudadanos.
Sin embargo, para los miembros del Congreso la responsabilidad de proteger a 3.5 millones de ciudadanos del territorio se ha tornado en fastidio. Fuimos preciada posesión cuando la estrategia militar nos ubicó como primera línea de defensa del Caribe; banco de sangre joven para la guerra, de tan agresiva estirpe que amerita las medallas tardías que el Congreso reparte a los Borinqueneers; ávido mercado para los productos del Norte transportados en barcos de la Marina Mercante con franquicia protegida por ley de cabotaje; y fuente de talento artístico, deportivo y científico como el que se manifiesta desde la NASA hasta las tablas de los escenarios de Broadway.
Ah, pero, ¡Qué dichosa majadería esto del impago de la deuda puertorriqueña a los bonistas de Wall Street!
El destete a los valores por los que Paine ofrendó la vida comenzó precisamente en 1898, cuando se debatió la moralidad de que una nación parida de la lucha contra el imperio inglés, pudiera a su vez transformarse en imperio. Ese debate hay que revitalizarlo ahora. Puerto Rico tiene que hacerse majadería más allá de los millones que debe, por lo que los Estados Unidos le debe a Puerto Rico. Hay que ser un Pain in the neck, hasta que se nos reconozca la igualdad de la estadidad.