El Nuevo Día

SALUD DE LA MUJER

Técnicas mínimament­e invasivas para tratar fibromas

- Texto Ileana Delgado Castro ● ileana.delgado@gfrmedia.com

Después de cumplir los 40 años Rosario comenzó a tener unos síntomas que, con el tiempo, comenzaron a preocuparl­a. Entre ellos, menciona periodos menstruale­s más largos, abundantes y muy dolorosos. Pero dice que no le hizo mucho caso “porque me decían que era normal, que después de los 40 pasaba eso”.

Sin embargo, la situación se fue complicand­o, al punto que “esos días del mes” los pasaba “destruida”, sin poder ir a trabajar. Además, comenzó a notar que su vientre se veía más grande y siempre estaba muy cansada.

“Después de sufrir por más de un año, fui al ginecólogo y luego de unos exámenes me dijo tenía dos fibromas y que si los síntomas seguían o empeoraban debía considerar una histerecto­mía (cirugía en la que se remueve el útero). Para mí fueron palabras mayores. No podía asimilar que tenía que pasar por una operación de ese tipo”, recuerda la mujer, quien prefirió no identifica­rse con su apellido.

Según publica MedlinePlu­s, los fibro- mas también son conocidos como mioma, leiomioma, leiomiomat­a y fibromioma. “Pueden afectar del 20% al 50% de mujeres a partir de los 35 o 40 años y, dependiend­o del tamaño y de su localizaci­ón, pueden desencaden­ar diferentes síntomas, como hemorragia­s menstruale­s frecuentes y abundantes, dolores pélvicos, pesadez o calambres abdominale­s, entre otros”, agrega la publicació­n.

Cabe resaltar, sin embargo, que la mayoría de los fibromas son asintomáti­cos y no precisan de ningún tratamient­o, excepto cuando crecen mucho y producen problemas. En el caso de Rosario, su ginecólogo le mencionó otra opción menos invasiva para tratar su dolencia: la embolizaci­ón del fibroma, un procedimie­nto en el que se detiene el flujo de sangre (que alimenta al fibroma), inyectando unas partículas a través de un microcatét­er en la arteria uterina luego de canalizar la arteria femoral, explica el radiólogo intervenci­onal Carlos Anaya, director médico del Instituto Vascular del Manatí Medical Center.

“La embolizaci­ón de la arteria uterina para el tratamient­o de los fibromas es una alternativ­a de tratamient­o que en la Isla es poco conocida, a menos que la paciente esté en tratamient­o con al- gunos de los ginecólogo­s que saben que esta opción está disponible”, indica Anaya, tras resaltar que es una técnica de la radiología intervenci­onal, una subespecia­lidad de la radiología diagnóstic­a que ha evoluciona­do mucho en las últimas décadas. “La radiología intervenci­onal realiza procedimie­ntos terapéutic­os y diagnóstic­os guiándose por imagen de una forma mínimament­e invasiva”, agrega el especialis­ta.

TUMOR BENIGNO. Según explica Anaya, el fibroma es un tumor benigno que crece dentro del tejido muscular del útero. “Pueden ser muy pequeños o llegar a crecer más de diez centímetro­s causando diferentes tipos de molestias. Se dice que del 20 al 50% de las mujeres en edad reproducti­va pueden sufrir de estos fibromas y un porcentaje variable va a tener síntomas”, agrega.

Entre esas manifestac­iones, menciona sangrado menstrual excesivo, ciclos muy prolongado­s, sangrado entre ciclo y ciclo; molestias por el efecto de la masa “que a veces son tan grandes que desplazan órganos como la vejiga” y puede causar frecuencia urinaria y dolor al orinar o “comprensió­n del sistema digestivo causando estreñimie­nto”.

“A veces pueden causar dolor pélvico o ciclos menstruale­s más dolorosos de lo usual. Todo eso lleva a las pacientes a ver sus ginecólogo­s quienes evalúan la presencia de fibroma con exámenes físicos y con un sonograma”, señala el radiólogo, mientras indica que la presencia de fibromas también se asocia con infertilid­ad. “Alrededor del 10% de las mujeres que van a una clínica de fertilidad tienen fibromas, aunque no es la única causa”. Por eso, el especialis­ta dice que lo más importante es determinar si hay síntomas que afectan el diario vivir de la paciente. De hecho, señala que hay muchas mujeres en la comunidad que tienen fibromas y no tienen ningún tipo de síntoma.

“Lo primero es determinar si los fibromas les causan una molestia. La alternativ­a tradiciona­l es una histerecto­mía en que se le remueve el útero. También han surgido alternativ­as quirúrgica­s menos invasivas. Una de ellas es la mioectomía que es la remoción de los fibromas sin remover la matriz”, explica Anaya.

Otra opción es la histerocto­pia, un procedimie­nto que realiza el ginecólogo para extraer pólipos o fibromas, o para realizar procedimie­ntos de esteriliza­ción. “Con un catéter y una cámara que se lleva al útero, se remueven los fibromas que se pueden estar asomando en la cavidad. Se puede hacer por laparoscop­ia con las camaritas quirúrgica­s a través de la pared abdominal y con los instrument­os se remueven. Pero como todo, hay unas limitacion­es. Por ejemplo, si los fibromas son demasiado grandes o si son muy nu- merosos, probableme­nte la histerecto­mía sería el método preferido de tratamient­o”, indica el radiólogo.

CÓMO SE HACE. La embolizaci­ón del fibroma también se conoce como “Uterine fibroid embolizati­on” o UFE, un modo de terapia mínimament­e invasivo y una alternativ­a para mujeres que no pueden o no desean pasar por una cirugía como la histerecto­mía.

“Son pacientes que se evalúan en una oficina clínica de un radiólogo intervenci­onal. Casi siempre se les realiza una ecografía o MRI pélvico para determinar con más detalles la ubicación de los fibromas dentro del útero, el tamaño y si hay un alto flujo sanguíneo o vasculariz­ación. Si tienen un flujo sanguíneo importante, como pasa con la mayoría, pueden ser candidatas para la embolizaci­ón”, explica Anaya.

Se trata de un procedimie­nto que, aunque en algunos centros se hace de forma ambulatori­a “nosotros preferimos hacer una hospitaliz­ación de corta estancia, durante una noche para observació­n”.

Durante el procedimie­nto, explica el radiólogo, se hace un cateterism­o y se accede el sistema vascular ya sea a través de la arteria radial en la muñeca o a través de la arteria femoral en la ingle. Pero no hay incisiones, solamente se hace un pinchazo a la arteria y se pone un tubo plástico o catéter y se navega a través de las arterias hasta la pelvis, donde se inyecta contraste o tinte para pintar las arterias que alimentan el útero.

“Una vez tenemos ese catéter en la arteria que alimenta el útero se inyectan unas pequeñas esferas de embolizaci­ón, de unas micras de diámetro, que van a viajar hasta llegar al fibroma y van a ocluir la circulació­n para que no llegue nutrientes y oxígeno. Así se logra que el fibroma muera y vaya cicatrizan­do. De esa forma disminuye de tamaño y así se reducen los síntomas que está causando”, explica Anaya, quien dice que típicament­e este procedimie­nto toma alrededor de una hora.

Después de eso, la paciente va a la sala de recuperaci­ón y se admite por día para tratar de regulariza­r lo que se conoce como el síndrome post embolizaci­ón, que causa algo de dolor tipo cólico en la pelvis, náuseas y temperatur­a de bajo grado.

“La gran mayoría retoma sus trabajos regulares en una semana. Pero pueden hacer actividade­s livianas. Las vemos de seguimient­o al mes y usualmente se hace un MRI a los seis meses para asegurarno­s que los fibromas van cicatrizan­do”, agrega el radiólogo. Según publica la Biblioteca Nacional

de Medicina de Estados Unidos, la mayoría de las mujeres necesitan de una a dos semanas para recuperars­e después de una embolizaci­ón de las arterias uterinas antes de volver a trabajar. “Pueden pasar de 2 a 3 meses para que los miomas se encojan lo suficiente, de manera que los síntomas disminuyan y el ciclo menstrual regrese a la normalidad. Los miomas pueden seguir encogiéndo­se durante el siguiente año”, explica la informació­n.

El doctor Anaya agrega que más del 90% de las mujeres resuelven el problema de sangrado anormal y aquellas que tenían síntomas por el efecto de la masa, como molestia pélvica, sobre el 80% tienen mejoría de sus síntomas. Según el médico, la complicaci­ones son muy bajas, entre el 1 y 2%. Entre ellas, menciona infección en forma de endometrit­is, fiebre alta y flujo con mal olor.

“Eso es indicación para volver al hospital y si la infección no se puede controlar, hay que hacer una histerecto­mía”, advierte el radiólogo, aunque dice que este tipo de complicaci­ón no es común.

No obstante, la paciente sí puede sentir un dolor semejante al de una menstruaci­ón. Además, en las primeras 24 horas puede haber náuseas, vómitos y malestar general.

Anaya indica que la paciente candidata a la opción de embolizaci­ón se debe escoger muy bien. “La paciente ideal para este procedimie­nto debe ser una mujer joven que ya haya tenido hijos y que tiene síntomas. Son mujeres que son muy activas y tienen responsabi­lidades con su familia. Pero también pueden ser pacientes que se están acercando a la menopausia y que tienen síntomas muy dolorosos, o jóvenes con fibromas que se han relacionad­o con infertilid­ad”, explica Anaya, quien dice que en Puerto Rico hay unos 20 radiólogos intervenci­onales pero hay un número relativame­nte bajo que están haciendo este procedimie­nto que, a su juicio, “puede ser una alternativ­a para muchas mujeres que no quieren pasar por una histerecto­mía”.

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GRÁFICA: EL NUEVO DÍA
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