MADRES PRIMERIZAS
Qué hacer para disfrutar la experiencia
Viajar en el tiempo es similar a ir en avión. Desde arriba, todo aquello que dejamos en tierra firme se ve de un tamaño diminuto. Los centros comerciales parecen cajas de fósforos, los botes lucen como barquitos de papel y hasta la fila de los carros en el tapón parece un collar de cuentas de colores. El tiempo hace que, a la distancia, los eventos se vean pequeños.
Al mirar atrás, pienso en aquellos incidentes que, en su día, me quitaron el sueño y me sorprendo de que situaciones aún mayores, hoy las manejo con calma. Recuerdo la desesperación que sentí cuando mi hija rehusó lactar con apenas cinco días de nacida, así como la impotencia que sentí en la sala de espera, mientras la operaban en un quirófano.
Diez años después, puedo apreciar que aquellos eventos eran tan manejables como un collar de cuentas y tan pasajeros como un barco de papel. Todo depende del cristal con que se mira, y ahora los veo a través de los espejuelos de la madurez que esas mismas circunstancias ayudaron a forjar.
Una mujer que abraza su maternidad y sale de la sala de partos con un bebé en brazos por primera vez, tienden a sentirse vulnerable e insegura, no importa cuánto haya leído. Es la reacción natural de alguien que lleva en sus brazos a una criatura frágil, incapaz de valerse por sí sola y que depende por entero del adulto. Una dependencia que, además de física, es sobre todo emocional.
Como un cartero novato que tarda en aprenderse las rutas del vecindario, la mujer que se inicia en su rol como mamá desarrolla poco a poco las destrezas de su nuevo papel y, en la medida en que lo hace, adquiere su principal calificación: la seguridad. Cada evento desafiante al que tiene que dar res- puesta, le permite superarse y sentar las bases para manejar con mayor soltura situaciones cada vez más complejas.
Para ella, es una experiencia de crecimiento dual como madre y como ser humano. Así como un temblor de tierra pone al descubierto las fallas estructurales de una edificación, la crianza de un hijo sirve para que la mujer se percate de áreas en su desarrollo emocional que necesita superar para atender las demandas de su nuevo rol. La maternidad tiende a acelerar nuestra maduración como seres humanos.
Es un proceso continuo porque cada etapa de crianza presenta sus propios desafíos y requiere nuevas destrezas maternales y personales. En la medida en que una mujer aprende a ser una persona más paciente, segura, calmada, despreocupada y jovial, podrá ser una mejor mamá.
Una forma más enriquecedora y llevadera de pasar por él es aprender de las ex- periencias de otros y acceder a ese conocimiento que generaciones anteriores forjaron. En estos tiempos la educación de los hijos tiende a limitarse al ámbito familiar, pero, a lo largo de la historia, la crianza siempre fue una tarea colectiva de la sociedad, más que una ocupación privada.
Por eso, es provechoso mantener diálogos abiertos con padres de hijos más grandes, escuchar sus historias, hacer preguntas. Esa es una de las fórmulas por excelencia para percatarse de que ciertos escenarios son comunes a la mayoría de los niños. También, sirve para conocer qué estrategias funcionan para otras familias de un entorno socio cultural similar. Además, esta generación tiene a su disposición un sinnúmero de espacios en las redes diseñados para servir de enlace entre familias que desean compartir sus inquietudes a pesar de la distancia. Asimismo, están los recursos profesionales: pediatras, terapistas, sicólogos y educadores, cuya orientación puede contribuir a manejar algunas situaciones que, para las madres sin experiencia, pueden resultar abrumadoras. A través de la lectura de textos o de consultas directas, los expertos ofrecen esa mirada objetiva que puede ayudar a una madre a tomar decisiones más informadas, para su propio beneficio y el de sus hijos.
En la medida en que la mujer se percate de que su proceso de aprendizaje puede ser una experiencia social y vea cada nueva fase como una oportunidad de superación, podrá atender las necesidades que su rol le plantea, con la certeza de que lo que hoy es un desafío, mañana será una conquista.