La huella de María Emilia Somoza
La artista, miembro fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico, presenta su retrospectiva en el Museo de las Américas, en el Viejo San Juan Celebra cuatro décadas de creatividad utilizando la técnica del aguafuerte
María Emilia Somoza supo desde muy temprano cómo meterse por el ojo de una aguja. Allí donde no había espacio, ella supo hacerse un lugar, dejando una huella indeleble en el arte en Puerto Rico.
Miembro fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico, entidad que dirigió por 26 años, Somoza ha sido arquitecta de su propio mundo, el cual ha construido con sus manos. De adolescente quiso estudiar arquitectura, pero la materia no se enseñaba en ese entonces en Puerto Rico y sus padres no la dejaron irse al extranjero. Desde ese entonces, esta puertorriqueña de hablar pausado supo trazar con maestría su propio camino, al encontrar en el arte el sentido a la vida.
Graduada de la Universidad del Sagrado Corazón, en Santurce, diseñó escenografías para teatro dramático y zarzuela con la asesoría del artista Carlos Marichal. Fue maestra en el sistema de educación público del país y profesora en la Universidad de Puerto Rico. Cursó su maestría en arte en la Universidad de Nueva York, becada por la Fundación Ford. En dicha ciudad es que Somoza se cultiva en lo que cataloga como el norte creativo de su vida: el grabado en intaglio, específicamente el aguafuerte. Fue discípula del profesor chileno Juan Gómez Quirós, que a su vez estudió con el maestro húngaro Gabor Peterdi, gran estudioso sobre la gráfica trabajada sobre metal. Una vez graduada, Somoza comenzó su doctorado en filosofía en la misma institución universitaria, a la vez que organizaba el Programa de Artes Plásticas del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
El gran reto de su carrera, sin embargo, llegaría en 1982 cuando junto a
un grupo de artistas decide comenzar un proyecto para dotar a Puerto Rico de un museo de arte contemporáneo. Dos años después se incorpora el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), entidad en la que trabajó activamente por 26 años, hasta que la institución tuvo su propia sede en la antigua escuela Rafael M. Labra, en Santurce.
Perteneció, además, a la Asociación de Mujeres Artistas de Puerto Rico, desde donde abogó por el trabajo de sus colegas, ayudando en la organización de exhibiciones nacionales e internacionales, y dándole el crédito merecido al trabajo de las artistas.
SU HUELLA. Es necesario destacar este trasfondo de María Emilia Somoza para entender cómo esta mujer, a sus 80 años, volvió a lo que siempre amó y nunca claudicó. Es necesario para entender su huella, la otra, la del aguafuerte.
“En la vida se me ofrecieron muchas oportunidades para distraerme un poco en las cosas que me gustaban”, dijo Somoza una mañana, sentada en un banco de la sala tres en el segundo piso del Museo de las Américas, en el Viejo San Juan.
Allí intercambió palabras, mientras observaba las piezas que componen su retrospectiva “María Emilia Somoza: Su huella en el aguafuerte”, en la que muestra cuatro décadas de trabajo. Es una exhibición que representan las distintas etapas de su vida, anteriores y posteriores a su trabajo en el MAC, y que refleja ese espíritu inquieto que la recorre.
“Digo que lo que hay aquí se tiene que ver antes y después del Museo de Arte Contemporáneo, de mi estadía antes y después, y es cierto, porque en ese ínterin, estuve haciendo cosas pequeñas y bregando mentalmente con un montón de imágenes, colores y un montón de cosas. Pero muy triste, por un lado, porque mi obra no se desarrolló con la velocidad que tenía que haber desarrollado porque yo di ese tiempo al museo”, reflexionó.
No se arrepiente ni un segundo del trabajo realizado y de haber sido partícipe de que hoy el país tenga un museo de arte contemporáneo con obras que son del pueblo de Puerto Rico, sino todo lo contrario, esa tarea la llena de satisfacción. Pero el trabajo, reconoce, era titánico y no tuvo el tiempo suficiente para dedicarse de lleno a su arte, por lo que detuvo su producción. Su mente, sin embargo, nunca dejó de crear y cuando se retiró del museo, en el 2008, se volcó en su taller.
“En ese momento creía que yo había olvidado, pero la técnica es tan generosa y maravillosa. Hace un click muy grande conmigo, nos hablamos. La técnica y yo hablamos constantemente que cuando yo regreso a ella como que me devuelve una sonrisa y se vuelve contenta, y eso me proyectó a mí también. Y me empiezo a dedicar a ella, pero corriendo un poquito, porque ya con los años no es lo mismo”, dijo sobre el aguafuerte, técnica que se trabaja con planchas de metal pesadas, ácido nítrico diluido y buriles. Cuando habla sobre su proceso artístico, Somoza se adentra en ese mundo interior que tan bien se manifiesta en ese universo que comienza cuando sus manos se ponen en contacto con el metal.
“No es lo mismo trabajar con una seda, que es suave, o con una madera; el metal es una plancha durísima, fría y entonces yo la toco y enseguida como que me pregunto por qué está fría… Por eso mis planchas son tan trabajadas, porque yo inmediatamente que la toco reacciono a esa frialdad del metal y empiezo a volcarme y empieza mi cabeza y mi alma a buscar la forma de penetrar ahí”, explicó.
Al escucharla hablar con tanta pasión es impensable que en algún momento dudó sobre si llevar a cabo esta retrospectiva, pues pensaba que ya su tiempo había pasado. Indicó que si finalmente decidió montarla lo hizo con el único propósito de hacerle justicia a su obra.
“No trabajé para reconocimiento ni nada de eso, así que cuando surge la invitación de por qué no hacer la retrospectiva, pues me pareció que debía hacerla porque ya le hice justicia a una institución, y ahora, le toca a la obra, por eso es que la retomo”, indicó.
SU MUNDO . “María Emilia Somoza: Su huella en el aguafuerte”, la cual dedica al profesor Fernando Cros, cuenta con obras de 1974 hasta la actualidad. La exhibición se divide en las secciones “Búsqueda de mi espacio”, “Desde el fondo del mar”, “Encuentros”, “Homenaje a la vida” y “Hacia un mundo interior”, que incluye el “Portafolio para poemario de Laura Gallego”, donde el arte de Somoza dialoga con la caligrafía de la poeta puertorriqueña. La retrospectiva ha sido una verdadera sorpresa no solo para los amantes del arte que desconocían el universo de Somoza, sino también para ella misma, quien se sorprende al ver que los trabajos que hizo en el 74 no guardan distancia con los de recién creación. La muestra también le ha permitido reencontrarse con muchos amigos y amigas, que se han acercado a su mundo interior.
“Al ver a las personas ver mi obra y ver cómo reaccionan, ya yo me siento feliz en mi vida. Yo voy a seguir trabajando hasta que Dios me lo permita, pero una retrospectiva como esta yo no creo que vuelva a hacer. Yo creo que aquí está lo que se va a decir, lo que se quiere ver, lo que se quiere evaluar, aquí está”, concluyó Somoza, una mujer de espíritu inquieto, quien siempre ha encontrado la forma de meterse por los entresijos de la vida dejando su propia huella.