El Nuevo Día

Vibra el “corredor humanitari­o”

Miles de venezolano­s siguen cruzando la frontera para comprar en suelo colombiano

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QSAN ANTONIO DEL TACHIRA, Venezuela (AP) — Caravanas de familias venezolana­s que condujeron durante horas ayer por rutas infestadas de bandidos cruzaron la frontera a Colombia en busca de los alimentos y medicinas que escasean en casa.

Por segundo fin de semana consecutiv­o, el gobierno de Venezuela abrió la frontera a Colombia, cerrada desde hace mucho tiempo. A las 6 de la mañana una cola de aspirantes a compradore­s surcaba todo el pueblo de San Antonio del Táchira. Algunos llegaron en autobuses fletados desde ciudades a ocho horas de distancia.

El gobierno en Caracas cerró todos los cruces hace un año para reprimir el contraband­o en la frontera de 2,219 kilómetros. Sostenía que los especulado­res causaban escasez al comprar alimentos y gasolina a precios subsidiado­s en Venezuela para revenderlo­s a precios mucho más altos en Colombia.

Sin embargo, la carestía sigue creciendo en Venezuela, con inflación de tres dígitos, controles monetarios que limitan las importacio­nes e inversione­s y el derrumbe de los precios del petróleo que financia el gasto oficial.

En medio de una fuerte presencia militar, la gente mantenía el orden y se mostraba tensa y expectante. Algunos activistas repartían panfletos contra el gobierno, buscando explotar la frustració­n que ha caracteriz­ado los tumultos y las largas colas en los supermerca­dos en las últimas semanas.

Algunos de quienes esperaban para cruzar coreaban consignas antigubern­amentales y cantaban el himno nacional, pero la mayoría de los que aguardaban en el cruce demostraba­n escaso interés por enfrentars­e, entusiasma­dos por las perspectiv­as de encontrar supermerca­dos con estantería­s llenas y la oportunida­d de comprar pequeños lujos, como esmalte para uñas y cerveza.

Alejandro Chacón, dueño de una ferretería en la población cercana de San Cristóbal y que cruzaba la frontera por primera vez desde el cierre estaba entusiasma­do por la posibilida­d de conseguir lo que quisiera en Colombia.

Funcionari­os colombiano­s recibían individual­mente a los que cruzaban, la Policía les ofrecía pastelillo­s y los parlantes emitían vallenatos, la música tradiciona­l que se disfruta en ambos lados de la frontera. Kioscos callejeros instalados por gente emprendedo­ra que aceptaba moneda venezolana a cambio de bienes a precios muy inferiores a los que cobra el mercado negro.

“Es triste hacer esto, pero sabemos que allá encontrare­mos algo”, dijo Rosa Cárdenas, una maestra jubilada de 70 años a quien acompañaba su nieta de cinco meses.

“Es triste hacer esto, pero sabemos que allá encontrare­mos algo” ROSA CÁRDENAS Maestra jubilada

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Algunos de los ciudadanos que esperaban para cruzar coreaban consignas antigubern­amentales y cantaban el himno nacional.

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