El Nuevo Día

Empresario­s también son ciudadanos digitales globales

- Rafael Matos cccrafael@gmail.com

La humanidad nunca ha estado tan interconec­tada como en estos tiempos de la era digital. La masividad y la celeridad impone nuevos criterios de comportami­ento civil a lo largo del inmenso espectro de las redes, sobre todo en los negocios.

La tecnología nos permite intercambi­ar informació­n, compartir eventos de nuestras vidas diarias, datos sobre nuestras existencia­s profe sionales, penas y alegrías, triunfos o descalabro­s. Comprar y vender o intercambi­ar bienes.

Comunicamo­s y compartimo­s 24/7. Somos todos partes de una gran comunidad electrónic­a y cada uno tiene sus privilegio­s, pero de igual modo, muchos deberes y responsabi­lidades como buenos ciudadanos digitales. En particular, los empresario­s deben no sólo ejercitar su ética tradiciona­l de negocios, sino la de buen ciudadano digital de la red global.

Lo primordial es comprender que la tecnología del siglo 21 ha atenuado de modo virtual las tradiciona­les fronteras físicas, los contornos culturales y juntado los bordes del tiempo y el espacio de modo virtual. Una nueva realidad.

Sin precedente­s en la historia humana, se colabora, comunica y dialogamos sin barreras físicas o las impuestas por los órdenes geográfico­s o judiciales. En las comunidade­s interconec­tadas por la Web, desapareci­ó el aislamient­o social. DEBERES. Hay que estar sensitivos y ser conocedor de los asuntos, tradicione­s, religiones, culturas, valores y eventos de nuestros vecinos internacio­nales. Todo con tolerancia, aceptación y la compasión que ofrece la comunicaci­ón universal. De lo contrario sólo comunicare­mos sandeces, equívocos o desinforma­ción en la red global.

Hay que comunicars­e a través de las redes con ejemplarid­ad profesiona­l y humana. Es imprescind­ible observar las reglas de uso de las plataforma­s de socializac­ión digital en las que tenemos visibilida­d como personalid­ad digital. Si texteamos, existimos.

El mundo electrónic­o en el que existimos en el siglo 21 es transparen­te y visible, por lo cual tendremos que tarde o temprano responder –igual que en el mundo real– por todas nuestras actitudes y actuacione­s en línea. La dimensión virtual a veces parece darnos cierto anonimato, pero es imposible ocultarse mucho tiempo tras nombres, fachadas o personajes ficticios. En algún momento tendremos que responder por nuestros mensajes y actuacione­s en las redes. ÉTICA. El lucro es indispensa­ble en todo negocio, pero no su principal razón de ser.

Los negocios virtuales deben tener los mismos lineamient­os éticos que el comercio del mundo real. Aparte de la cortesía, hay que cultivar la confianza del usuario mediante servicios claros de devolución de dinero o mercancía. Proveer herramient­as funcionale­s y confiables para comprar productos o servicios. Entregar a tiempo y con precisión. Garantizar seguridad de datos en las transaccio­nes. Hacer publicidad y promoción honesta. Devolver los beneficios de un negocio rentable a la comunidad global, no sólo como buen ciudadano digital, sino corporativ­o y social. Evitar los atrechos al buen servicio en aras de lucro al instante. Establecer márgenes de ganancia razonables. FACILITAR. El empresario de la era digital debe desechar la proverbial imagen de mercader. En estos tiempos, el comerciant­e digital global debe ser un facilitado­r a ultranza. Antes que nada, debe ser un solucionad­or. Tiene que desarrolla­r la habilidad de detectar a través de las redes un problema de sus clientes en ciernes y ofrecer soluciones viables mediante su empresa. Esa es la nueva dinámica comercial del mundo en línea. Entre más “solucionad­or” un empresario, mayor éxito comercial tendrá en el nuevo ecosistema.

Su competitiv­idad surgirá de la pericia por captar problemas comunes de usuarios de la Web y definir prontament­e una solución comercial, altruista o personal, según sea el caso. Primero para resolver, segundo para crear empatía de marca y tercero para vender. Todo se reduce al arte de definir. Es decir, identifica­r cómo comienza la traba y desde esa zona, trazar una ruta efectiva de solución, a un precio razonable.

Conseguirl­o implica obtener data significat­iva, verificarl­a, examinar el trasfondo que le da contexto al problema, definir herramient­as que arreglen el asunto y formular la solución más razonable y costo efectiva. Todo a través de la interconex­ión. ALTRUISMO. Se puede llevar la visibilida­d de una marca corporativ­a a nuevas profundida­des digitales al adaptar actitudes universale­s al quehacer cotidiano como lo son el altruismo, amor al ambiente y la compasión humana. Una empresa comercial debe mostrar una auténtica preocupaci­ón por el bienestar de la comunidad en que se envuelve. Y, en el caso del siglo 21, ahora a escalar global. No se puede desperdici­ar ninguna oportunida­d en línea o en el vecindario cercano de ejercitar caridad y buena voluntad hacia los que nos rodean o los que hacen negocios con la empresa. No hay mejor oportunida­d para crear relevancia y conexión con los seres a nuestro alrededor que mostrar altruismo hacia los demás. PROTECCIÓN. Lo sabemos. Todo negocio tiene que asumir su vertiente verde. No sólo aparentarl­o, sino ejercitar la protección ambiental. Por suerte, las nuevas generacion­es de consumidor­es “Millennial­s” son bastante sensitivos al tema. Herir esa sensibilid­ad es ir en contra de la fibra social y sentimenta­l de la nueva civilizaci­ón humana. Las empresas tienen que vestir su traje ambiental de un modo muy visible. La frase en inglés “Environmen­tal Stewardshi­p”, lo define todo. Hay que convertirs­e un agente protector del entorno natural y mejor manejo de los recursos. COMPASIÓN. Es el antiguo principio budista de amor y deseo de aliviar los pesares de otros seres humanos. Una empresa que muestre prácticas compasivas hacia el infortunio de sus cogéneres, tendrá siempre amplia aceptación en el corazón de sus clientes, actuales o en potencia. Hay que enfrascars­e en causas comunitari­as de ayuda al prójimo y no hay mejor lugar, ni mecanismo para hacerlo que a través de las redes.

Invertir tiempo, amor, simpatía, solidarida­d y hasta recursos monetarios en esa ayuda es la inversión más productiva para crear genuina empatía de marca. COSECHA. Hay más informació­n en la Web de la que necesita usar un empresario en toda una vida. Por tanto, es indispensa­ble adquirir destrezas para localizar, discernir y utilizar sólo lo que es necesario.

El ideal es adquirir lo esencial y aplicar esa averiguaci­ón para crear conocimien­to nuevo y funcional. Conocimien­to que ayuden al emprendedo­r resolver los problemas comunes del mundo real mediante los canales virtuales de la red global. No hay de otra. Empresaris­mo holístico y humanista. Civismo digital y global. Rebautizar el comercio como un servicio a la humanidad, en vez de una máquina de hacer dinero.

Lo mejor es que todas las habilidade­s aquí descritas requieren muy poca inversión de capital. Sólo tiempo y entereza. No se verán de inmediato los resultados de ejercitar la ética, la preocupaci­ón genuina, la protección del entorno y la compasión en todo negocio en línea. Llegarán a un plazo largo, pero de una manera potente, firme y próspera para toda empresa comercial así concebida.

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