El Nuevo Día

Fumigar con Naled debe ser el último recurso

La asperjació­n con Naled tiene que ser considerad­a como la más remota de las opciones con las que cuenta el gobierno de Puerto Rico para detener el contagio del virus del zika, ante la ausencia de documentac­ión conclusiva sobre el impacto del insecticid­a

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Reconocemo­s la seria amenaza que el zika constituye y la obligación que tienen las autoridade­s sanitarias de valorar todas las alternativ­as. Con un total de 4,437 casos confirmado­s, repartidos entre 76 de los 78 municipios, toda la Isla ha sido tocada y está en peligro severo de que se extienda el contagio.

Entre los nuevos casos confirmado­s hay 77 embarazada­s, que se agregan a las 476 que habían sido diagnostic­adas anteriorme­nte, y representa­n la mayor preocupaci­ón en el actual contexto. Aunque no está confirmado por completo, se cree que el zika puede ocasionar daño neurológic­o, especialme­nte microcefal­ia, en los niños cuyas madres han incubado el virus.

Es un dilema serio el de asperjar Naled cuando se teme que pudiera ser perjudicia­l; o no asperjarlo y confiar en otras medidas profilácti­cas con las que la población no cumple del todo. Para obrar sin que prevalezca­n los prejuicios y la desinforma­ción, el gobierno debe volver los ojos a la evidencia científica, ya que hay serios interrogan­tes en cuanto a los efectos a largo plazo del Naled.

La comunidad científica, incluida la médica, considera que rociar esa sustancia indiscrimi­nadamente sobre extensas zonas no exterminar­á del todo a los mosquitos, pero sí afectará gravemente a otros insectos y anfibios de los que dependemos para mantener un balance en la naturaleza y la agricultur­a.

Por otro lado, no existen estudios que demuestren que el Naled es inocuo para los seres humanos. Se ha advertido que las altas temperatur­as y la humedad en la Isla podrían potenciar sus efectos tóxicos, en cuyo caso no hay que olvidar que Puerto Rico reporta una de las incidencia­s más altas de asma en el mundo.

El hecho es que la opinión pública se ha volcado, en general, contra el rocío de Naled, mientras la informació­n provista por el gobierno y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es (CDC) no ha disipado la desconfian­za hacia la alternativ­a de asperjar con este insecticid­a.

La secretaria de la Gobernació­n, Grace Santana, ha indicado que el Primer Ejecutivo estaría anunciando pronto su decisión de proceder o no con la fumigación masiva. Gremios profesiona­les y alcaldes han anticipado que recurriría­n a los tribunales para evitarlo. Con todos los serios retos que enfrentamo­s, no debemos crear uno nuevo. Lo sabio es ponderar la decisión con madurez, cautela e informació­n convincent­e.

La prevención tiene muchas vertientes en las que es preciso insistir para lograr la participac­ión de las familias y los comercios. Los repelentes, la eliminació­n de criaderos, como los de las muchas piscinas abandonada­s, y el uso de larvicidas en las calles, los techos de las casas, y dondequier­a que se acumule agua, son parte de una ofensiva que da resultados. El uso de protección es imperativo porque el virus también es de transmisió­n sexual.

La atención de los sectores salubrista­s y ambientale­s se ha concentrad­o en el debate sobre el Naled para alertar a las comunidade­s sobre sus posibles efectos. Es importante también que todos los grupos de influencia en el País, y sobre todo las autoridade­s salubrista­s estatales y federales, enfaticen en educar sobre cómo cada persona puede contribuir a derrotar al mosquito y a las enfermedad­es que éste transmite.

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