Mirada corsa por las Américas
Exhibición presenta una muestra de la huella arquitectónica que dejaron en su país los emigrantes corsos que amasaron fortuna en la región, incluyendo Puerto Rico
Exhibición en la Isla rescata parte de la huella arquitectónica dejada por los inmigrantes de Córcega que hicieron riqueza en Puerto Rico y en varios países de América para luego regresar a su patria a remozar o construir viviendas, edificios y mausoleos
“Le hago saber que hemos hecho un viaje malo. Desde el momento que salimos de Bastia, el mar estaba tan picado que entraba al barco y yo me esforzaba por quedarme en cubierta hasta pasar por Giraglia, para despedirme de Córcega”.
Así lee la carta de tres páginas escrita por P.S. Vivoni con fecha del 17 de noviembre de 1856 por, uno de tantos emigrantes corsos que, por distintas razones, llegaron a establecerse en Puerto Rico, especialmente a partir del 1850. Unos tenían la encomienda de colaborar con empresas familiares establecidas previamente, otros huían del servicio militar obligatorio o de persecuciones políticas. Hubo quien escapó de problemas personales o se aventuró a buscar una mejor vida.
La misiva original de P.S. Vivoni y su traducción al español es uno de los elementos que da la bienvenida a la exhibición “La casa de los americanos: vínculo entre Puerto Rico y Córcega”, que inaugura el miércoles, 10 de agosto, en el Museo del Antiguo Arsenal de la Puntilla en el Viejo San Juan.
En la muestra, curada por el arqui-
tecto Enrique Vivoni Farage, quien es nieto de P.S. Vivoni, se rescata parte de la huella arquitectónica dejada por los inmigrantes que hicieron riqueza en la isla y en varios países de América para luego regresar a su patria a remozar o construir viviendas, edificios y mausoleos. La labor de documentar dichas estructuras fue posible gracias al Programa de Estudios en Córcega (PEC), establecido por un acuerdo entre la Universidad de Puerto Rico, la Universidad de Córcega y la Ciudad de Bastia.
A través del PEC, 80 estudiantes puertorriqueños de la Escuela de Arquitectura de la UPR y algunos de la Universidad Politécnica, viajaron durante los veranos de 2007 al 2012 para aprender acerca de la arquitectura que llevaron de vuelta a su patria los emigrantes corsos. También dibujaron las estructuras y realizaron trabajo de investigación para contextualizar su importancia y realizaron propuestas de conservación o restauración.
Debido a su vínculo familiar con Córcega, Vivoni se interesó en las estructuras hace mucho tiempo. A principios de 2000 terminó una investigación inicial para identificar dónde se encontraba la mayoría y éste fue el punto de partida para la extensa faena realizada por los alumnos y el equipo que durante cuatro años creó el rico contenido de la exposición.
La misma incluye textos explicativos acerca de la migración corsa, que comenzó en la transición del siglo XVIII al XIX y culminó con la Primera Guerra Mundial.
Una de las principales razones para la ola migratoria fue el crecimiento poblacional que aumentó la presión existente sobre las tierras. Emigraron entonces, mayormente, gente de la ruralía, mineros, marineros y comerciantes.
“Después de hacer fortuna, ellos regresan o viajan frecuentemente a Córcega y se encuentran con los problemas de quienes se quedaron. Empiezan a mejorar el entorno. La Plaza San Nicolás, que antes era un pedacito, ahora tiene 300 metros y es una de las más largas del Mediterráneo”, cuenta Vivoni respecto a los cambios realizados por los inmigrantes en el espacio construído.
Además de mejorar estructuras existentes, los corsos construyeron nuevas. Edificaron escuelas y lavanderías (para no tener que llegar al río a lavar), y abrieron camino en las montañas para crear una vía de acceso más accesible al Cayo Corso, al cual sólo se podía llegar dándole la vuelta por mar o por tortuosas travesías a pie.
MIRADA A LAS OBRAS. El corazón de la exhibición consiste de 21 maquetas de edificios urbanos, tumbas y casas de retiro construidas entre el 1837 y el 1920. Las mismas se dividen en varias categorías. Las casas ancestrales eran viviendas existentes que los corsos intervinieron para ser su lugar de retiro. Las tradicionales fueron construcciones originales que transformaron dramáticamente el entorno doméstico conocido en aquel tiempo.
“Previo al fenómeno de la casa americana las comunidades eran una aglomeración de edificios. El recorrido de las comunidades era bien compacto, estrecho y orgánico, como un barrio gótico. Al llegar, los corsos comienzan a manifestar con ornamentos la riqueza que hicieron en América”, explica Jonathan Delgado, egresado de la escuela de arquitectura que trabaja con la investigación desde 2009.
Las viviendas también sufrieron cambios marcados en su interior. Nacieron los salones formales y de música, los recorridos de escaleras, los tragaluces y los tratamientos de paredes que sustituyeron los muros de piedra expuesta. Otra categoría en las edificaciones familiares es el período clásico, que se distingue principal- mente por el uso de los techos a cuatro aguas.
Por lo general, el estilo de las construcciones no refleja influencia criolla o tradicional puertorriqueña. Apenas se documentó una vivienda a la cual se le construyó un zaguán.
“Las demás responden a la manifestación arquitectónica en boga, que era la toscana y el barroco”, explicó Delgado.
Para los alumnos, ya graduados, que trabajaron con la planificación y montaje de la exhibición, la experiencia resultó en un excelente taller, pues les obligó a trabajar con muchas técnicas diferentes.
“Me impresionó la cantidad de detalles, cornisas y ventanas que no se diseñan ya y, por lo tanto, no estamos acostumbrados a trabajar”, comentó Jubilee Valentín, quien dedicó tres años al proyecto de la casa americana.
El recorrido de la exhibición incluye, además de las maquetas y la narración histórica, la oportunidad de acceder a una muestra virtual paralela con imágenes digitales que hacen posible apreciar las estructuras en detalle, desde el color de las paredes hasta su textura.
La acogida de las familias corsas y su entusiasmo por el trabajo de los estudiantes puertorriqueños se reseñó en la prensa y resultó fundamental para lograr acumular la información.
“La relación entre Puerto Rico y Córcega allá es bien patente. Decíamos que somos puertorriqueños y nos decían: ¡que qué! Pudimos mirar debajo de las camas, abrir los roperos...”, sostuvo Vivoni.
Como resultado del trabajo, el gobierno reconoció seis de las estructuras documentadas como monumentos históricos.
El día de la apertura de la exhibición estrenará el documental “Islas entretejidas: Puerto Rico y Córcega”, que explora desde varios ángulos la inmigración corsa a Puerto Rico.