El Nuevo Día

Elmer Williams ahora forma jóvenes atletas

Con el apoyo incondicio­nal de su padre dejó el béisbol para dedicarse de lleno al deporte del atletismo

- Víctor Pillot Ortiz vpillot@elnuevodia.com Twitter: @VictorPill­ot

En la historia del atletismo puertorriq­ueño solo tres atletas han logrado ‘volar’ sobre 8 metros, 26’3”, en el salto de longitud. Ray Quiñones (8.01 metros), Michael Francis (8.18 metros) y Elmer Williams González (8.19 metros) integran el selecto club, con Williams, de 51 años, a la cabeza.

Dentro de cuatro días se cumplirán 27 años desde que ganó la medalla de plata en la Copa de las Américas celebrada en Bogotá, Colombia, con su salto de 8.19 metros (unos 26’10.5”), el quinto récord nacional masculino más longevo en el atletismo puertorriq­ueño.

El ganador de la medalla de bronce en los Juegos Panamerica­nos de Mar del Plata 95 y doble medallista de plata en Juegos Centroamer­icanos y del Caribe se mantiene ligado al deporte, filosofía de vida que aprendió desde pequeño en el seno familiar en el Barrio Santiago y Lima (Botija) de Naguabo. ¿Qué hace actualment­e Elmer Williams? “Soy el director atlético en la Universida­d de Puerto Rico en Humacao. Entreno al equipo de atletismo y aquí estoy tratando de ayudar a estos jóvenes a que hagan una carrera universita­ria que asegure su futuro”.

Vienes de una familia deportista; ¿por qué selecciona­ste el atletismo sobre el béisbol?

“Yo amo el béisbol. Adoro el baloncesto, pero el atletismo era el deporte que me iba a dar la oportunida­d de desarrolla­rme de manera individual. En el béisbol y baloncesto necesitaba el esfuerzo de ocho más, en el béisbol, y de cuatro más en el baloncesto. Entendía que de manera individual ganaba yo, perdía yo, lo celebraba yo y lo sufría yo”. ¿Se te hizo fácil llegar al atletismo? En mi casa las 24 horas se respiraba deporte. Mi papá desde las categorías menores siempre tuvo (formó y dirigió) equipos de béisbol. Esa era su pasión. Mis hermanos y yo pasamos en algún momento por el béisbol. Y yo ignorante en ese momento entendía que si le decía a mi papá que yo quería hacer atletismo él se iba a molestar o sentir mal.

Tan pronto le dije ‘Mira yo quiero ser atleta de atletismo, pero no sabía cómo decírtelo’. Él me dijo ‘por qué pensaste que me iba a estar mal. Tú eres el arquitecto de tu propio destino. Si entiendes que es el atletismo está en mí yo facilitart­e el camino para que hagas atletismo’. Así hizo. Me buscó las mejores herramient­as, me buscó que participar­a en el equipo de Río Piedras I en la AAJI. Nosotros vivíamos en Naguabo y él siempre tuvo los medios, sin vehículo, porque mi papá no guiaba, para que cuando saliera de la escuela tuviera transporta­ción para que entrenara dos veces por semana con Rubén Díaz en el Club Río Piedras I, que entrenaba en lo que era la Villa Panamerica­na”. ¿Como te convertist­e en saltador? “Eso vino de muchas formas. Cuando salía de la escuela superior yo hacía salto de altura. Una vez entré en la Universida­d (Pontificia de Ponce) Frankie Colón, Ernesto Torres, el difunto José Maldonado de alguna manera vieron que podía tener mayor desarrollo en el salto largo que en altura. Al principio yo no quería hacerlo porque me ensuciaba con la arena. En un viaje juvenil en representa­ción de Puerto Rico -donde con un salto de siete pies (2.14 metros) era la máxima estrella e inclusive estaba en el equipo adulto. Pero fui a una competenci­a juvenil y con eso (2.14m) apenas pude conquistar una medalla de bronce. Sin embargo, con mucho menos en salto largo, con 7.46 (metros) fui medallista de oro. Vi que estaba desarrollá­ndome más en el salto largo, que en alto. Después de ese viaje me dije salto largo es lo que es”. ¿Cuál fue tu mejor momento como atleta? “El mejor la medalla Panamerica­na en términos de logros. En términos físicos de como me sentía y desarrollo, la vez que mejor me sentí fue en ese último año en las Justas (1987)”. ¿Y tu participac­ión olímpica? Competí en Barcelona (1992) y asistí a la de Atlanta (1996), donde por tecnicismo­s y cosas de allá no pude competir. Esa me dolió. Estaba en la mejor condición de mi vida y no entendí en ese momento que Amadeo Francis pusiera piedras y obstáculos en mi camino. Me costó tiempo asimilar eso. Al final de cuenta lo perdoné porque nadie debe de llevar la raíz de la amargura con nadie”.

“Gracias a Dios por darme el talento y la oportunida­d de representa­r a mi País. Di lo mejor de mí e hice todo lo humanament­e posible por hacer una representa­ción digna” ELMER WILLIAMS Plusmarqui­sta nacional de salto largo

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Elmer Williams y su hija Cindy escoltan al menor de los Williams, Michael, durante los pasados actos de graduación de la Universida­d de Puerto Rico.
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