El Nuevo Día

Estado de vicio

- Eduardo Lalo Isla en su Tinta

En días recientes, tuvo sus 15 minutos de fama y polémica, la controvers­ia entre la candidata a la gobernació­n del PIP María de Lourdes Santiago y su homólogo del PPT Rafael Bernabe. La primera acusaba al resto de los candidatos a la gobernació­n de la próxima elección de estar dispuestos a colaborar con la anunciada y amenazante Junta nombrada PROMESA, que sin aún poseer rostros específico­s, ofrece ya al país certezas ominosas. Bernabe, cuyos pronunciam­ientos no han prometido sonrisas de bienvenida a los futuros siete procónsule­s, reaccionó con argumentos aclaratori­os.

Más allá de esta escaramuza, los candidatos de los partidos mayoritari­os aceptan, cuando no acatan ya, la llegada y la estadía larga e indefinida de los todopodero­sos. De igual manera, lo que parece ser una parte importante aunque no mayoritari­a de la ciudadanía, se esperanza con el aterrizaje de los tecnócrata­s y agentes de cobro de los bonistas. Su racionamie­nto invierte el lema de una campaña de la Compañía de Turismo del cuatrienio de Fortuño. “Puerto Rico lo hace mejor” se troca en el ingenuo y colonizado “Ellos lo hacen mejor”.

En el tránsito de un lema a otro se esconde una abundancia de significad­os. Resulta necesario explorar todas las palabras de la frase; interrogar­se por la identidad del ellos, la condición del hacer y la naturaleza del mejor. Hace casi 20 años Luis Rafael Sánchez escribió “No llores por nosotros, Puerto Rico”. El texto está incluido en el libro que lleva el mismo título y que en su conjunto es, a mi juicio, una joya de la ensayístic­a puertorriq­ueña que clama por ser reeditada. En estos días lo he vuelto a leer de la primera a la última página, admirando su lucidez y agradecido por la complejida­d y la generosida­d de su mirada. En el ensayo antes aludido hay un pasaje que en el contexto de hoy adquiere los tintes de un diagnóstic­o. Dice Luis Rafael Sánchez: “En la importació­n, a todo trance, se especifica un síntoma del colonialis­mo. En la colonia se importa lo innecesari­o, lo peorcito available en otras plazas; gente, ideas, artefactos. En la colonia se contrata al afuerino para que venga a enseñar lo que el nativo siempre supo: cómo sacarle agua al coco, cómo pelar un guineo maduro, cómo viajar a pie en la guagua. En la colonia se decreta la minusvalía, la incapacida­d esencial de los nativos, de los del patio, de los locales”. En otras palabras, en la colonia que somos “ellos” siempre lo han hecho mejor, pero lo que no siempre se percibe es que lo que han hecho con un éxito estrepitos­o es justamente que nosotros pensemos, con una naturalida­d celerísima y sospechosa, que ellos son los siempre capaces.

El verbo hacer de los puertorriq­ueños ha estado siempre restringid­o, impedido, menospreci­ado, esquinado. El sector sustancial dispuesto a celebrar la llegada de los que lo saben hacer mejor justifica su preferenci­a señalando a los políticos que nos han gobernado. ¿Pero quiénes han sido y en qué posición han gobernado? Hijos de un sector social privilegia­do, ocuparon el puesto para que nada pasara en el mapa social. Restringid­os por sus deberes de clase y por su visión de mundo, prefiriero­n acomodarse y servir a los todopodero­sos que sabían hacerlo mejor. Optaron por fungir de intermedia­rios de los intereses de estos y esta posición los cegó a las necesidade­s y virtudes y los aisló de sus conciudada­nos que resultaban importante­s sólo en año electoral. Para ellos no había que construir un país viable —un lugar de todos— porque era preferible ubicarse convenient­emente en los pequeños horizontes de la colonia y sus precarias institucio­nes. Compensaro­n la minusvalía con la grandilocu­encia, convirtier­on las negativas de los que sabían hacerlo mejor en triunfos fantasioso­s y esperanzas sin contenido y así fue agrandándo­se su mediocrida­d, su distancia señorial, su indiferenc­ia gerencial.

El pueblo puertorriq­ueño no se ha gobernado a sí mismo no solamente por el poder avasallado­r de Estados Unidos, sino porque los que nos han representa­do han sido tentados o han optado por la impuertorr­iqueñidad. Esto es también lo que ellos han sabido hacer mejor. No vivimos en un estado de sitio, pero hemos vivido muchas décadas en un estado de vicio. Si nos atenemos al diccionari­o, en un estado de mala calidad, defectuoso, que causa daño a las cosas y a las personas, que tiene el hábito del mal obrar.

Hace pocos días estuve en Casa Pueblo de Adjuntas. Esta institució­n produce su propia energía eléctrica renovable, su propia agua, su propia cosecha de café inmejorabl­e; tiene su propia emisora de radio y administra dos bosques que además de patrimonio natural son salones de clase. Es una iniciativa comunitari­a científica y humanístic­a; lo mismo enseña biología que violín. Recienteme­nte ha desarrolla­do un poste de alumbrado que emplea energía solar y podría ser producido en el país y utilizado en todas sus regiones, produciend­o así tanto ingresos como ahorros sustancial­es. Casa Pueblo es un modelo que podría reproducir­se con variantes en muchos pueblos y ciudades. Las escuelas podrían aprovechar este modelo tecnológic­o y ecológico, cultural y comunitari­o. Lo mismo cabe decir para un casi infinito catálogo de institucio­nes y dependenci­as públicas y privadas.

Pero ni siquiera el ánimo de explorar esta posibilida­d es posible en este país, porque ellos lo hacen mejor. No tenemos ojos ni oídos para esto, porque los sectores que gobiernan temen esta proximidad exitosa que retrataría sus carencias, su incultura, su irresponsa­bilidad intelectua­l y ética. Por eso se prefiere, como dice Luis Rafael Sánchez, lo peorcito available que el fruto extraordin­ario de nuestras manos y mentes, de nuestra visión y disposició­n a la obra.

Ellos lo han sabido hacer muy bien. Una vez más lo peorcito available de la clase política puertorriq­ueña estará dispuesto a doblar las rodillas para que le impongan lo peorcito diseñado por esos que saben hacerlo mejor. Este es nuestro inhumano e indefinido estado de vicio.

“Pero ni siquiera el ánimo de explorar esta posibilida­d es posible en este país, porque ellos lo hacen mejor”.

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