Estado de vicio
En días recientes, tuvo sus 15 minutos de fama y polémica, la controversia entre la candidata a la gobernación del PIP María de Lourdes Santiago y su homólogo del PPT Rafael Bernabe. La primera acusaba al resto de los candidatos a la gobernación de la próxima elección de estar dispuestos a colaborar con la anunciada y amenazante Junta nombrada PROMESA, que sin aún poseer rostros específicos, ofrece ya al país certezas ominosas. Bernabe, cuyos pronunciamientos no han prometido sonrisas de bienvenida a los futuros siete procónsules, reaccionó con argumentos aclaratorios.
Más allá de esta escaramuza, los candidatos de los partidos mayoritarios aceptan, cuando no acatan ya, la llegada y la estadía larga e indefinida de los todopoderosos. De igual manera, lo que parece ser una parte importante aunque no mayoritaria de la ciudadanía, se esperanza con el aterrizaje de los tecnócratas y agentes de cobro de los bonistas. Su racionamiento invierte el lema de una campaña de la Compañía de Turismo del cuatrienio de Fortuño. “Puerto Rico lo hace mejor” se troca en el ingenuo y colonizado “Ellos lo hacen mejor”.
En el tránsito de un lema a otro se esconde una abundancia de significados. Resulta necesario explorar todas las palabras de la frase; interrogarse por la identidad del ellos, la condición del hacer y la naturaleza del mejor. Hace casi 20 años Luis Rafael Sánchez escribió “No llores por nosotros, Puerto Rico”. El texto está incluido en el libro que lleva el mismo título y que en su conjunto es, a mi juicio, una joya de la ensayística puertorriqueña que clama por ser reeditada. En estos días lo he vuelto a leer de la primera a la última página, admirando su lucidez y agradecido por la complejidad y la generosidad de su mirada. En el ensayo antes aludido hay un pasaje que en el contexto de hoy adquiere los tintes de un diagnóstico. Dice Luis Rafael Sánchez: “En la importación, a todo trance, se especifica un síntoma del colonialismo. En la colonia se importa lo innecesario, lo peorcito available en otras plazas; gente, ideas, artefactos. En la colonia se contrata al afuerino para que venga a enseñar lo que el nativo siempre supo: cómo sacarle agua al coco, cómo pelar un guineo maduro, cómo viajar a pie en la guagua. En la colonia se decreta la minusvalía, la incapacidad esencial de los nativos, de los del patio, de los locales”. En otras palabras, en la colonia que somos “ellos” siempre lo han hecho mejor, pero lo que no siempre se percibe es que lo que han hecho con un éxito estrepitoso es justamente que nosotros pensemos, con una naturalidad celerísima y sospechosa, que ellos son los siempre capaces.
El verbo hacer de los puertorriqueños ha estado siempre restringido, impedido, menospreciado, esquinado. El sector sustancial dispuesto a celebrar la llegada de los que lo saben hacer mejor justifica su preferencia señalando a los políticos que nos han gobernado. ¿Pero quiénes han sido y en qué posición han gobernado? Hijos de un sector social privilegiado, ocuparon el puesto para que nada pasara en el mapa social. Restringidos por sus deberes de clase y por su visión de mundo, prefirieron acomodarse y servir a los todopoderosos que sabían hacerlo mejor. Optaron por fungir de intermediarios de los intereses de estos y esta posición los cegó a las necesidades y virtudes y los aisló de sus conciudadanos que resultaban importantes sólo en año electoral. Para ellos no había que construir un país viable —un lugar de todos— porque era preferible ubicarse convenientemente en los pequeños horizontes de la colonia y sus precarias instituciones. Compensaron la minusvalía con la grandilocuencia, convirtieron las negativas de los que sabían hacerlo mejor en triunfos fantasiosos y esperanzas sin contenido y así fue agrandándose su mediocridad, su distancia señorial, su indiferencia gerencial.
El pueblo puertorriqueño no se ha gobernado a sí mismo no solamente por el poder avasallador de Estados Unidos, sino porque los que nos han representado han sido tentados o han optado por la impuertorriqueñidad. Esto es también lo que ellos han sabido hacer mejor. No vivimos en un estado de sitio, pero hemos vivido muchas décadas en un estado de vicio. Si nos atenemos al diccionario, en un estado de mala calidad, defectuoso, que causa daño a las cosas y a las personas, que tiene el hábito del mal obrar.
Hace pocos días estuve en Casa Pueblo de Adjuntas. Esta institución produce su propia energía eléctrica renovable, su propia agua, su propia cosecha de café inmejorable; tiene su propia emisora de radio y administra dos bosques que además de patrimonio natural son salones de clase. Es una iniciativa comunitaria científica y humanística; lo mismo enseña biología que violín. Recientemente ha desarrollado un poste de alumbrado que emplea energía solar y podría ser producido en el país y utilizado en todas sus regiones, produciendo así tanto ingresos como ahorros sustanciales. Casa Pueblo es un modelo que podría reproducirse con variantes en muchos pueblos y ciudades. Las escuelas podrían aprovechar este modelo tecnológico y ecológico, cultural y comunitario. Lo mismo cabe decir para un casi infinito catálogo de instituciones y dependencias públicas y privadas.
Pero ni siquiera el ánimo de explorar esta posibilidad es posible en este país, porque ellos lo hacen mejor. No tenemos ojos ni oídos para esto, porque los sectores que gobiernan temen esta proximidad exitosa que retrataría sus carencias, su incultura, su irresponsabilidad intelectual y ética. Por eso se prefiere, como dice Luis Rafael Sánchez, lo peorcito available que el fruto extraordinario de nuestras manos y mentes, de nuestra visión y disposición a la obra.
Ellos lo han sabido hacer muy bien. Una vez más lo peorcito available de la clase política puertorriqueña estará dispuesto a doblar las rodillas para que le impongan lo peorcito diseñado por esos que saben hacerlo mejor. Este es nuestro inhumano e indefinido estado de vicio.
“Pero ni siquiera el ánimo de explorar esta posibilidad es posible en este país, porque ellos lo hacen mejor”.