El Nuevo Día

Pasos de avance para transforma­r a la Policía

El adiestrami­ento y nuevo equipo que se está proveyendo a los miembros de la Policía, para que puedan responder enérgica, pero moderadame­nte, a los distintos desafíos que surgen para mantener el orden público, son parte de una transforma­ción que se comien

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Es evidente que se han producido avances importante­s y un cambio sustancial de actitud, lo mismo en los agentes que trabajan el día a día en la calle, como en la filosofía que emana de la alta jerarquía policíaca. En ese contexto, la labor directa con los ciudadanos y las comunidade­s, y con los grupos de defensa de los derechos civiles, ha experiment­ado una notable mejoría.

Comparado con la preocupant­e desconfian­za que inspiraba la Uniformada en los años recientes, la valoración hoy es más positiva.

Para julio de 2013, cuando el Departamen­to de Justicia de Estados Unidos y el Gobierno de Puerto Rico firmaron el Acuerdo para la Reforma Sostenible de la Policía, la situación se había salido de cauce. Varios factores contribuía­n al desprestig­io del cuerpo de seguridad civil que, paradójica­mente, estaba lleno de gente íntegra y con deseos de trabajar. No obstante, abundaban y se hacían notar las manzanas podridas.

A tal punto llegaba el caos, que en octubre de 2010 se produjo el operativo anticorrup­ción más grande realizado en la historia del Negociado Federal de Investigac­iones (FBI), cuando quedaron bajo arresto 94 oficiales de ley y orden. Un año después, aparecía aquel devastador informe en que el Departamen­to de Justicia federal concluía que la Policía de Puerto Rico violentaba los derechos constituci­onales de amplios sectores de la población, mantenía un patrón de uso indebido de la fuerza y acusaba un grado intolerabl­e de corrupción policial.

Los resultados que estamos viendo ahora, y que son parte de la implantaci­ón de medidas destinadas a promover prácticas policíacas constituci­onales, tienen también, más allá de los factores de adiestrami­ento y equipo que hemos mencionado, una serie de repercusio­nes éticas, de tolerancia social y sensibilid­ad humana. Por eso es importante asegurar, a pocos meses de que finalice el cuatrienio, la continuida­d de una Reforma que contiene alrededor de 300 requerimie­ntos y que debe estar alejada de toda sombra de contaminac­ión partidista.

El superinten­dente José Caldero se ha mostrado confiado en que la ruta de cumplimien­to mantenga el ritmo actual más allá de los avatares electorale­s y el período de ajustes que traiga la Junta de Supervisió­n Fiscal. Pero sobre los hombros del asesor de Cumplimien­to Técnico, Arnaldo Claudio, y del juez federal Gustavo Gelpí, recae la responsabi­lidad de que, con el cambio de gobierno, y aun con la transforma­ción presupuest­aria que implica la Ley PROMESA, la Reforma de la Policía siga adelante.

La labor fiscalizad­ora, pero a la vez colaborati­va, de las organizaci­ones que han llevado la voz cantante en el rechazo a las prácticas inconstitu­cionales y de violación de derechos a los ciudadanos, debe ser más objetiva que nunca. Se está viendo un esfuerzo de la Policía que representa, aparte de todo, una gran inversión económica. Véase simplement­e el costo de equipar a los agentes con armas menos letales, a fin de dosificar el nivel de la fuerza que se va a usar, dependiend­o de la circunstan­cia: alrededor de $5,000 por oficial, parafernal­ia con la que ya cuenta más del 60 por ciento de los agentes activos.

Cambiar la percepción del trato que se les prodiga a los inmigrante­s y a otros miembros de la sociedad civil, como las personas de la comunidad LGBTT, así como a los que ejercen por un motivo u otro acciones de desobedien­cia —que nunca deben ser de castigo al ciudadano, cuyos derechos la Policía también tendrá que proteger— es un desafío mayor en estos tiempos de especial crispación.

Con voluntad de unos y otros, el equilibrio puede ser posible.

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