Zika: problema de credibilidad
La comunicación respecto a la epidemia del zika en Puerto Rico está enmarcada en un serio problema de credibilidad generado desde el mismo gobierno. Las acciones y omisiones a lo largo de los pasados meses han respetado sospecha y desconfianza hasta el punto de que no sabemos quién habla con la verdad y quién no. Para empeorar las cosas, las últimas expresiones oficiales al respecto, desde el presidente Barack Obama hablándole directamente a Puerto Rico hasta la secretaria de salud de Estados Unidos, Sylvia Burwell, y su declaración de emergencia de salud, reflejan un tono inculpatorio que reprocha al puertorriqueño por no tomar en serio ni la epidemia ni los esfuerzos de prevención. Sin embargo, una consulta somera con especialistas sobre el tema arroja que son más las preguntas que las respuestas por lo que se recomienda prudencia hasta indagar y recopilar datos más confiables.
Tampoco abona a la confianza que se haya considerado fumigar con Naled, y que se haya gestionado el traslado de este químico altamente tóxico a Puerto Rico de manera expedita y a espaldas de las autoridades locales que, en algo parecido a un juego de pillos y policías, tuvieron que salir a rodear un almacén portuario a lo Dick Tracy para que no se les escapara el asunto de las manos. Como no somos tontos y conocemos de los múltiples incidentes históricos en que se esterilizaron mujeres contra su voluntad o se probaron químicos como el Agente Naranja en las laderas de nuestras tierras, no falta quien crea que la fumigación ya se realizó sin nuestro consentimiento. Sospechar de que hay algo más -un interés económico o político oculto- es por lo tanto prudente.
Nótese, por ejemplo, el impacto devastador que ha tenido el manejo de la comunicación de esta epidemia sobre la industria del turismo en los pasados meses. La exageración incesante sobre el zika en la isla llevó a la Major League Baseball a cancelar una serie de juegos en la isla que hubieran generado considerables ingresos para la maltrecha economía. Medidas sensatas y de sentido común de manejo de riesgo hubieran hecho posible que la serie se realizara sin novedad pero el pánico que se percibe fuera de nuestras costas es notable y se ve reflejado en el número de cancelaciones de convenciones y viajes privados. La Compañía de Turismo ha tenido que recurrir a expertos del extranjero que comuniquen que el asunto del zika se puede prevenir con medidas de sentido común. El impacto económico negativo de una mensaje sacado de proporción es una muestra del pobre manejo que exhibe este problema de salud pública. Pero no es el único.
La exaltación de las embarazadas en los medios de comunicación como víctimas primordiales de la epidemia se ha caracterizado por el alarmismo y la exageración. Lamentaba la secretaria de salud Ana Ríus que el puertorriqueño no tuviera cultura de usar repelentes químicos, agregando a la lista de reproches pero yo pregunto, ¿existe un lugar del mundo que la posea?
Sí, existe una preocupación sobre el virus y la microcefalia pero hasta el presente solo se sabe de un caso en la isla que acusa esos síntomas, y hasta que no lleguen a término los embarazos ocurridos durante la epidemia no sabremos con mayor certeza. Medidas ambientales y personales sensatas como limpieza de aguas estancadas y uso de repelentes pueden prevenir el contagio. Sin embargo no hay portada de reportaje de zika en cualquier medio que no se ilustre con una barriga asediada por mosquitos, equiparando el embarazo a una sentencia de contagio inevitable. Ésto, me comentaba una reconocida epidemióloga, constituye una forma de agresión contra las mujeres y es intolerable.
¿A quién amenaza tanto el zika en Puerto Rico? No tardaremos en conocer datos reales pero el asunto de que zumba, zumba y mucho.