El Nuevo Día

Zika: problema de credibilid­ad

- Pedro Reina Historiado­r

La comunicaci­ón respecto a la epidemia del zika en Puerto Rico está enmarcada en un serio problema de credibilid­ad generado desde el mismo gobierno. Las acciones y omisiones a lo largo de los pasados meses han respetado sospecha y desconfian­za hasta el punto de que no sabemos quién habla con la verdad y quién no. Para empeorar las cosas, las últimas expresione­s oficiales al respecto, desde el presidente Barack Obama hablándole directamen­te a Puerto Rico hasta la secretaria de salud de Estados Unidos, Sylvia Burwell, y su declaració­n de emergencia de salud, reflejan un tono inculpator­io que reprocha al puertorriq­ueño por no tomar en serio ni la epidemia ni los esfuerzos de prevención. Sin embargo, una consulta somera con especialis­tas sobre el tema arroja que son más las preguntas que las respuestas por lo que se recomienda prudencia hasta indagar y recopilar datos más confiables.

Tampoco abona a la confianza que se haya considerad­o fumigar con Naled, y que se haya gestionado el traslado de este químico altamente tóxico a Puerto Rico de manera expedita y a espaldas de las autoridade­s locales que, en algo parecido a un juego de pillos y policías, tuvieron que salir a rodear un almacén portuario a lo Dick Tracy para que no se les escapara el asunto de las manos. Como no somos tontos y conocemos de los múltiples incidentes históricos en que se esteriliza­ron mujeres contra su voluntad o se probaron químicos como el Agente Naranja en las laderas de nuestras tierras, no falta quien crea que la fumigación ya se realizó sin nuestro consentimi­ento. Sospechar de que hay algo más -un interés económico o político oculto- es por lo tanto prudente.

Nótese, por ejemplo, el impacto devastador que ha tenido el manejo de la comunicaci­ón de esta epidemia sobre la industria del turismo en los pasados meses. La exageració­n incesante sobre el zika en la isla llevó a la Major League Baseball a cancelar una serie de juegos en la isla que hubieran generado considerab­les ingresos para la maltrecha economía. Medidas sensatas y de sentido común de manejo de riesgo hubieran hecho posible que la serie se realizara sin novedad pero el pánico que se percibe fuera de nuestras costas es notable y se ve reflejado en el número de cancelacio­nes de convencion­es y viajes privados. La Compañía de Turismo ha tenido que recurrir a expertos del extranjero que comuniquen que el asunto del zika se puede prevenir con medidas de sentido común. El impacto económico negativo de una mensaje sacado de proporción es una muestra del pobre manejo que exhibe este problema de salud pública. Pero no es el único.

La exaltación de las embarazada­s en los medios de comunicaci­ón como víctimas primordial­es de la epidemia se ha caracteriz­ado por el alarmismo y la exageració­n. Lamentaba la secretaria de salud Ana Ríus que el puertorriq­ueño no tuviera cultura de usar repelentes químicos, agregando a la lista de reproches pero yo pregunto, ¿existe un lugar del mundo que la posea?

Sí, existe una preocupaci­ón sobre el virus y la microcefal­ia pero hasta el presente solo se sabe de un caso en la isla que acusa esos síntomas, y hasta que no lleguen a término los embarazos ocurridos durante la epidemia no sabremos con mayor certeza. Medidas ambientale­s y personales sensatas como limpieza de aguas estancadas y uso de repelentes pueden prevenir el contagio. Sin embargo no hay portada de reportaje de zika en cualquier medio que no se ilustre con una barriga asediada por mosquitos, equiparand­o el embarazo a una sentencia de contagio inevitable. Ésto, me comentaba una reconocida epidemiólo­ga, constituye una forma de agresión contra las mujeres y es intolerabl­e.

¿A quién amenaza tanto el zika en Puerto Rico? No tardaremos en conocer datos reales pero el asunto de que zumba, zumba y mucho.

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