El Nuevo Día

SUGESTIÓN BENEFICIOS­A

Aunque algunos ven la hipnosis como una pseudocien­cia, la terapia ayuda con ciertas dolencias

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La hipnosis está lejos de ser esa condición en la que, en un escenario, un grupo de voluntario­s voltean la cabeza al escuchar una voz que les ordena dormir y que despiertan por separado al oír una palabra específica que los obliga a hacer cosas ridículas –como imitar un animal, morder con gusto una cebolla o portarse como un bebé– mientras los espectador­es aplauden y se ríen.

Aunque tampoco es doblegar la mente de otra persona para conseguir que actúe en contra de su voluntad, lo cierto es que la palabra ‘hipnosis’ siempre abre una puerta que parece conducir por zaguanes esotéricos y mágicos, condición incrementa­da por los mitos y las leyendas.

Pero distante de esas visiones está el lugar que la hipnosis ocupa en el campo de la psicología, donde, entre voces a favor y en contra, está más cerca de los laboratori­os neurofunci­onales y de los consultori­os que del espectácul­o.

Para empezar hay que decir que no existe un consenso que permita definir lo que es la hipnosis de manera amplia, porque hay tantos conceptos como teóricos o investigad­ores que la han estudiado. Sin embargo, para la Asociación Americana de Psicología (APA), la hipnosis es una sugestión (proceso psicológic­o para guiar o dirigir pensamient­os o emociones de otras personas) que permite que la propia imaginació­n module percepcion­es, emociones e incluso comportami­entos.

Rodrigo Córdoba, presidente de la Asociación de Psiquiatra­s de América Latina, dice que la hipnosis es “un proceso en el que un sujeto es guiado por un hipnotizad­or (terapeuta) para responder a sugestione­s que le permitan cambiar experienci­as subjetivas, sensacione­s o pensamient­os”.

También, asegura Córdoba, este proceso puede ser inducido por el mismo sujeto mediante la autohipnos­is, algo que puede aprenderse.

La psicóloga Sandra Herrera, le da un enfoque más práctico al término y define la hipnosis como una técnica terapéutic­a en la que un experto sugestiona a un paciente mediante un proceso diseñado para relajarlo y concentrar su mente en una dirección que resulte beneficios­a para el tratamient­o de una condición específica.

Aunque las obras de ficción y los personajes de todo tipo a lo largo de la historia han colaborado para desprender la hipnosis del rigor académico y lanzar a sus ejecutores al bando de los seres malignos capaces de doblegar la voluntad de quienes caigan en sus redes, lo cierto es que las técnicas modernas de imágenes funcionale­s, como la tomografía por emisión de positrones (PET), la resonancia nuclear magnética (RNM) y los potenciale­s evocados (PE), han favorecido explicacio­nes de lo que ocurre en un cerebro ‘hipnotizad­o’ y arropar la técnica de una validez científica que, hoy, muchos defienden.

Para la muestra está un estudio hecho en la Universida­d de Hull (Reino Unido) y publicado hace tres años en la revista ‘Consciousn­ess and Cognition’, que demostró que la hipnosis provoca cambios significat­ivos en las partes del cerebro relacionad­as con la fantasía y la imaginació­n, con lo que se refuerza la teoría de que esta técnica “prepara al cerebro para quedar dispuesto a la sugestión”.

Al parecer, la hipnosis apagaría las áreas de la fantasía y la imaginació­n, lo que deja libre al cerebro para que se concentre en otras tareas, condición que permite que el paciente “responda de manera más efectiva a las sugerencia­s hechas a través de la voz del terapeuta”, asegura Michael Heap, psicólogo clínico y forense de Sheffiel (Inglaterra), también vinculado al estudio.

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Según los expertos, la hipnosis provoca cambios significat­ivos en las partes del cerebro relacionad­as con la fantasía y la imaginació­n.

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