El Nuevo Día

Entrenador­a de oro

- Mildred Rivera Marrero GERONTÓLOG­A

Todavía celebramos la histórica medalla dorada de Mónica Puig y nos preparamos para recibirla el martes, aun quienes no somos fanáticos de los deportes o no sabíamos nada de tenis hasta que ella entró a la cancha. Su desempeño nos contagió y motivó a mirar a otros atletas y otras disciplina­s de manera distinta. Y, entre las historias que han salido de la multitud atlética que ocupa Río de Janeiro, sobresalen también las de atletas considerad­os “viejos” en su deporte y que aún defienden su bandera con éxito, como el nadador Anthony Ervin de Estados Unidos, de 35 años, y Oksana Chusovitin­a, gimnasta de 41 años de Uzbekistán. Pero hay una asistente a las Olimpiadas que “botó la bola”: la entrenador­a del velocista Van Niekerk, quien se llevó el oro tras romper la marca de los 400 metros establecid­a por el estadounid­ense Michael Johnson. El triunfo del joven sudafrican­o puso en el mapa a su entrenador­a de 74 años, Ans Botha, con quien empezó a entrenar en la Universida­d del Estado Libre de Sudáfrica, donde es jefa del equipo de atletismo. Ella identificó su potencial, decidió que su carrera era la de 400 metros y no la de 200, y empezó a llevarlo a eventos de alto perfil. Antes de Niekerk, los atletas de la mujer no habían pasado de obtener medallas en los Juegos Estudianti­les, así que para ella, quien también fue velocista y lleva 50 años como entrenador­a, la medalla de oro también fue histórica. Como le gritaban a Mónica desde las gradas: “Sí se puede”.

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