El Nuevo Día

Repudio total a los ataques contra la prensa

Los Acuerdos de Paz firmados por el gobierno de El Salvador en 1992 que abolieron la censura oficial y otras restriccio­nes coercitiva­s a la libre expresión están sufriendo un serio revés en estos días ante las presiones de intimidaci­ón que el Estado está

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Las repulsivas prácticas a las que está recurriend­o el Ministerio de la Defensa Nacional bajo la dirección de David Munguía Payés, resultado de una investigac­ión del periódico La Prensa Gráfica, debe entenderse, y combatirse, como una agresión a toda la prensa salvadoreñ­a y de toda la región, toda vez que la libertad de expresión y el derecho de los ciudadanos a estar informados constituye­n un valor indivisibl­e.

Cuando esos derechos están en peligro en un lugar, están en peligro en todo el mundo.

Atacar y poner escollos al ejercicio del periodismo libre no puede ser la fórmula para tratar de esconder la corrupción oficial, en esta ocasión, a través del tráfico de armas con vínculos oficiales.

Este inaceptabl­e y peligroso episodio de atropello a los medios de comunicaci­ón que se registra en El Salvador tiene su epicentro en un trabajo investigat­ivo de La Prensa Gráfica a través del cual el país centroamer­icano se enteró de un faltante de 1,545 armas que formaban parte de muchas miles más que el Ministerio de la Defensa Nacional anunció que fueron destruidas por considerar­las inservible­s. No obstante, la investigac­ión del periódico halló numerosas discrepanc­ias, que se fueron sucediendo a la vez que el Ministerio modificaba inexplicab­lemente en cuatro ocasiones el decreto ejecutivo para la destrucció­n de las armas.

Las contradicc­iones oficiales han evidenciad­o claramente una falta de transparen­cia en el proceso de la supuesta destrucció­n de tales armas, como anunciar originalme­nte que el propósito del decreto era destruir las armas para luego, tras el trabajo investigat­ivo de La Prensa Gráfica, señalar, como lo ha hecho el ministro Munguía, que “aquí no hay que investigar nada porque no está haciendo falta nada”. El ministro ha atacado sin razón al periódico, alegando que el ejercicio de periodismo investigat­ivo que éste realiza convierte al Estado en “una víctima de ataques a su moral”.

Como parte de su rigor investigat­ivo, el periódico ha revelado que la Corte de Cuentas de la República (CCR) no ha certificad­o la veracidad de las armas supuestame­nte destruidas, como lo ordenan los manuales oficiales.

Se trata de un diferendo que es susceptibl­e de resolver tan solo con la presentaci­ón de las pruebas en contrario a lo publicado, pero el Estado, a través de su Ministerio de la Defensa Nacional, ha optado por lanzar duras acusacione­s contra el medio, inclusive durante una intimidato­ria conferenci­a de prensa en la que el ministro Munguía apareció rodeado de varios altos jefes militares, mientras exigía al periódico una “aclaración” de sus investigac­iones y le urgía a hacerlo a grandes titulares, cosa que está vedado en el artículo 7 de la Ley Especial del Ejercicio del Derecho de Rectificac­ión o Respuesta.

Es urgente que el gobierno de El Salvador regrese a la voluntad y el compromiso de respetar los Acuerdos de Paz de Chapultepe­c, que parecieron poner punto final a la dictadura militar de 1931 a 1979, época durante la cual el Ejército tuvo al Estado civil bajo su control, etapa que dio paso a la guerra civil de los años de 1980, que a su vez abrió el camino al regreso de la libertad de prensa en esa nación.

El deber de la prensa de informar adecuadame­nte es un derecho del pueblo que todos los gobiernos tienen que respetar y honrar.

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