Buscapié
“Dios… ¿y quién es Dios?” –preguntó el poeta- “Un vano sentimiento del corazón acaso que delira, un fantasma quizá del pensamiento, tal vez superstición, tal vez mentira...” –respondieron sus versos…
De los escasos remanentes biográficos que he podio rastrear de Vicente Palés Anés, supe que escribió los fragmentos citados en 1898. Pertenecen a su extenso poema “El cementerio”, del que guardo una vieja transcripción que adapté al libreto de mi obra teatral La última (es)cena, presentada en el Teatro de la UPR hace ocho años.
Según el breve relato biográfico, el 14 de noviembre de 1913 Palés Anés recitó su poema en el Teatro Bernardini de Guayama, su pueblo natal. Al finalizar su acto murió. No sé más, excepto que tenía 48 años de edad y que su nombre y obra nos son desconocidas.
No sé si su existencia fue ensombrecida con el tiempo por la fama de su laureado hijo o censurada por la moral cultural dominante en el Estado Libre Asociado. No sé si el poeta brujo fue víctima de cacerías eclesiásticas póstumas o si la condena al olvido es la sentencia impuesta por censores literarios ofendidos y celadores de la “verdadera” poesía nacional.
Sé, sin embargo, que su poema no era una expresión retórica sin más, sino una crítica mordaz a las hipocresías, vanidades y vilezas de sus contemporáneos. Quizás pueda intuirse cierto parentesco con la ética del Eclesiastés, pero sin artimañas religiosas; o tal vez sospecharse alguna influencia en el humanismo radical del pensamiento nietzscheano. No importa. Hasta donde me atrevo a descifrar entre sus líneas, Palés era un ateo socialista puertorriqueño, y eso es razón suficiente para desvanecer su recuerdo.
Dios aparece en su obra como invención humana, como desvarío, como locura; y las ostentosas tumbas de los ricos como sus últimas burlas a los pobres. Insistía: “La muerte es para todos una misma, a todos en el polvo nos iguala.”
Ojalá algún día se le haga lugar en nuestra historia y al fin pueda leerse como Dios manda…