Harakiri
Los candidatos a la Gobernación, que son seis, tienen derecho a disponer de una escolta policiaca de seis agentes cada uno, repartidos en tres turnos, los siete días de la semana.
Esas escoltas están integradas por miembros de la Policía que, durante meses, se alejan de sus funciones regulares, para las cuales el pueblo les está pagando, y en su lugar se dedican a llevar y traer a los políticos. Los acompañan a mítines, programas de televisión, supermercados, peluquerías, misas dominicales, conciertos de Ricardo Arjona (sí, me temo que les gusta Arjona), y al médico cuando les duele la barriga.
Al momento en que escribo estas líneas, hay tres candidatos que han pedido y tienen asignados guardaespaldas pagados por los contribuyentes: son David Bernier, Ricardo Roselló y María de Lourdes Santiago. No podemos descartar que los otros tres exijan trato igual y que les cumplan con lo prometido.
La gracia le cuesta una fortuna al pueblo. Calculen simplemente los salarios, las horas extras, la gasolina y las dietas. Los contribuyentes, que no han recibido los reintegros de este año, saben que su dinero se está utilizando en esa monumental payasada. Vergüenza debería darles a los tres estar derrochando el dinero del País en darse importancia, yendo a todas partes con policías armados, y dando el espectáculo de que se creen los más imprescindibles y asediados por las masas.
Esas son las misas sueltas que tendrían que pagar los partidos. Que cuiden ellos a sus candidatos, si es que creen que el candidato se expone a que le tiren un tomate podrido cuando va al cine, aunque lo más probable es que ni le hagan caso.
¿Quién se inventó esa absurda ley? Pues algún otro candidato presuntuoso, y los legisladores que se creen, y le hacen creer al País, que encima de la Isla hay una cornucopia estacionaria, como una nube de oro, que suelta moneditas del ídem. ¿Dónde están los marchantes que marchan en la Milla de Oro y se encadenan unos con otros a la entrada de los edificios en el Viejo San Juan? Ahí tienen un lugar perfecto para ejercer desobediencia a borbotones, a las puertas de ese antro que es la Comisión Estatal de Elecciones. Pero ahí no los llevan. Pregúntense un poquito los desobedientes por qué razón no los llevan a las puertas de la Comisión, no vaya a ser que sus mentores políticos tengan lugares que les convienen y lugares que no.
El miércoles pasado, en la sección de Negocios de este diario, aparecía un escrito de la autoría de Jesús Saad Nazer, donde se narraba el calvario que han vivido los comerciantes locales, dueños o representantes de imprentas, que han intentado licitar para imprimir las papeletas electorales. Esos comerciantes tienen empleados, trabajadores a los que les vendría muy bien que las papeletas se impriman en la Isla. Pero los partidos representados en la Comisión esquivan el tema. Son una piña que le ha entregado el alma a la empresa Dominion, y que ha decidido que Dominion tenga la última palabra en cuanto a la impresión de las papeletas. ¿Alguien oyó a los candidatos a la gobernación salir en defensa de las empresas locales? El ambiente en torno a este trámite es opaco, asfixiante, y parece estar lleno de patrañas.
Que, por cierto, ahora que hablo de patrañas, ha empezado el juicio del año contra los llamados “amigos” de Anaudi Hernández, un hombre cuya importancia política no ha sido realmente dimensionada. Anaudi pasará a la historia como el sujeto que más contribuyó a la debacle del Partido Popular y rompió con la manera de recaudar fondos en el País. Ya nadie quiere ir a fundraisers o contribuir con sumas respetables. Claro, la llegada inminente de la Junta también disuade mucho a los inversores políticos. En estos momentos, cualquier dinero que se invierta en los candidatos principales, es un dinero bobo que no se va a recuperar más nunca. Incluso aquel famoso don Johnny, que era el titán de la llanura recaudando fondos desde el edificio del PPD, donde tenía su flamante oficina, debe sentirse como perdido en medio de una estampida de elefantes.
Y con los alcaldes, la misma cosa. No sé si hay gente que se cree que una Junta de Control Fiscal se dedicará en exclusiva a supervisar los movimientos del Gobierno central y las agencias, y dejará por la libre a los ayuntamientos. No apuesten a eso. Los alcaldes tendrán que rendir cuentas y pedir autorización para otorgar contratos que excedan ciertas sumas de dinero. No son repúblicas o reinos independientes, aunque algunos se lo hayan creído. Esa fantasía Walt Disney no durará mucho.
Para poner la guinda a una semana de auténtico bizcocho, el candidato David Bernier, con escoltas, le ha pedido “desprendimiento” al líder cameral Jaime Perelló. No parece comprender Bernier que aquí nunca se desprende nadie. Ahora sí tendría que mandar un espadín de esgrima como aquel que le mandó a su oponente del PNP. Tan pronto Perelló reciba el espadín, sabe que debe “desprenderse”.
No hay peligro de harakiri porque eso es cosa de los japoneses por allá, que se lo toman todo muy a pecho.