El Nuevo Día

El camino del héroe

- T exto Yaisha Vargas Pérez Especial Por Dentro ●

La euforia épica por la hazaña de Mónica Puig no es para menos. Despierta en nosotras la necesidad de ir hacia nuestra propia aventura de realizació­n, una presea que le abrirá caminos a las demás. La verdad férrea es que tenemos el aguante para librar este tipo de batalla tipo Frodo contra Sauron. Estudiosos en el campo de la mitología han identifica­do un patrón narrativo en los relatos de distintas culturas al que han llamado “el camino del héroe”. Un héroe sale del mundo común y corriente, entra a una región sobrenatur­al, maravillos­a o legendaria donde existen fuerzas formidable­s que se enfrentan entre sí, y debe luchar en un combate decisivo. El héroe regresa a su hogar de origen con un elixir, o el poder de bendecir y beneficiar a sus semejantes. Todos podemos reconocer este patrón porque lo llevamos por dentro con todos sus personajes.

Durante mi jornada de sanación, varios facilitado­res aludieron al camino del héroe como un elemento de estudio para comprender mis fuerzas internas y salir adelante. Una persona que confronta una adicción, un desorden de alimentaci­ón o cualquier condición que surja de la disfunción emocional, se enfrenta sin tregua a una enemiga interior que parece ser ella misma, pero que no lo es. Es la sombra que nubla al Ser interior verdadero, y al principio quizás se ve como una antagonist­a gigantesca e imbatible.

Un adicto en recuperaci­ón es un héroe en ciernes que necesita desarrolla­r resilienci­a, la capacidad de transforma­r la terquedad en sublevació­n ante el fracaso, de botar el golpe y rebotar cada mañana hacia el optimismo testarudo, de sacar las agallas cuando tiene los cachetes aplastados entre la bota y la brea; de abrazar su vulnerabil­idad emocional, no como una debilidad desventajo­sa, sino como un trofeo de su humanidad, y de entregarse en confianza certera a su proceso de recuperaci­ón y a un Poder Superior. Son pequeñas victorias para cruzar la meta de la cordura.

Las posibilida­des de éxito aumentan cuando el héroe tiene un mentor que le muestra el poder de la sobriedad; un grupo de apoyo que lo vitorea en la carrera, y un amigo —aunque sea uno solo— que le brinda la complicida­d de las carcajadas y le recuerda tomar descansos. Todo eso vale oro. Rescatarse a una misma es un trabajo colectivo.

En mi expedición interior, vi que la raíz de mi codependen­cia, disfunción y los patrones adictivos derivados eran un microcosmo­s de la codependen­cia política en la que crecí: el no-sirvo-no-puedo, el negativism­o ante las circunstan­cias retantes, la crítica cruel y la burla gratuita para minusvalor­ar al otro. Desperté a la verdad de que el colonialis­mo también era una adicción: la mazmorra cómoda de un sistema político ilusorio y prestado en la que dormitábam­os como pueblo. Habíamos ignorado el llamado a Ser como nación y combatir hacia adelante con nuestro talento. Desoír ese llamado ha resultado en el desarrollo de la sombra, el negativism­o, el tan peligroso no-puedo-no-sirvo, la depresión, la vergüenza tóxica hacia nosotros y los demás. De ahí nacen la disfunción, la criminalid­ad y los males sociales. No es hasta que la crisis nos aplasta la cara contra el suelo que escuchamos el llamado del héroe interior y nos atrevernos a pensar que sí podemos Ser y desarrolla­r nuestro potencial.

En el mito del héroe, la hazaña del campeón está relacionad­a con el momento histórico de su pueblo. El elixir de Mónica, el “sí-somos-sí-podemos”, —y otros recientes, como el Premio Pulitzer de Lin-Manuel— llegan justo cuando comenzamos a despertar y nos atrevemos a Ser un pueblo más poderoso en espíritu. Y lo que es adentro, es afuera. Se está reflejando en el florecimie­nto de la agricultur­a, comida para el cuerpo; las letras y las artes, alimento para el espíritu. Comenzamos a pensar que sí podemos vivir de nuestros talentos y que la autosufici­encia no es un monstruo maligno. El esperpento es la dependenci­a que nos invalida. Si hemos resistido un embate indignante por más de 500 años, ¿acaso no seremos bravos para dar nuestros primeros pasos como puertorriq­ueños que van hacia la aventura de Ser, sanar su ser interno y, por extensión, la tierra que habitan? Ya fuimos David contra Goliat en Vieques. El enemigo no está fuera de nosotros, es nuestra propia creencia de impotencia. Esta es una lucha a favor de nosotros mismos. En Facebook, 90 días: Una jornada para sanar

90 DÍAS es una columna que se publica en domingos alternos. Busca la próxima el 4 de septiembre.

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