El Nuevo Día

Los Óscares y las Olimpiadas

- Historiado­r Ángel Collado Schwarz

En 1989 el filme puertorriq­ueño de Jacobo Morales “Lo que le pasó a Santiago”, con los actores Tommy Muñiz y Gladys Rodríguez, fue nominado para “Best Foreign Language Film” en Hollywood.

Puerto Rico fue uno de los finalistas junto a Canadá, Francia, Dinamarca e Italia. Jacobo y Tommy estuvieron presentes la noche emotiva y mágica de Los Óscares en Los Ángeles.

Desafortun­adamente, perdió ante el extraordin­ario filme italiano “Cinema Paradiso” de Giuseppe Tornatore.

En el 2010 la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematogr­áfica de Hollywood decidió sorpresiva­mente prohibir la participac­ión en esta categoría a los territorio­s de Estados Unidos. Esta nueva disposició­n afectaba específica­mente a Puerto Rico, por ser el único territorio cuyo vernáculo no es inglés.

Desgraciad­amente, no se sabe quién estuvo detrás de esta decisión arbitraria que afectaba la autoestima de la nación puertorriq­ueña. Algunos responsabi­lizan a los cineastas hispanos en Estados Unidos que alegaban que Puerto Rico era favorecido contra ellos; otros acusan al entonces gobierno estadista de Luis Fortuño de maniobrar una estrategia de asimilació­n para una eventual anexión.

Lo que sí es un hecho es que el gobierno de Luis Fortuño no utilizó agresivame­nte a sus cabilderos y abogados para apelar la decisión de la Academia.

Esta decisión tronchó la esperanza de los cineastas puertorriq­ueños de poder lograr reconocimi­ento internacio­nal y competir con otras naciones.

Afortunada­mente, la participac­ión olímpica no ha sufrido todavía la misma suerte de la industria cinematogr­áfica.

José Enrique Monagas lideró la gesta puertorriq­ueña para que el Comité Olímpico Internacio­nal reconocier­a la soberanía deportiva de Puerto Rico y fuera invitado a participar en las Olimpiadas de 1948.

Estas Olimpiadas eran las primeras que se celebraban desde la de 1936 en el Berlín de Adolf Hitler. Se celebraron en un ambiente austero, enmarcado en un Londres que se recuperaba de los inclemente­s bombardeos de la Luftwaffe.

La delegación puertorriq­ueña logró desfilar con una bandera blanca improvisad­a, con el escudo, el cordero y las letras en rojo: Puerto Rico. La bandera monoestrel­lada estaba prohibida por la Ley de la Mordaza.

En esa primera participac­ión olímpica, Juan Venegas ganó medalla de bronce en boxeo.

En las Olimpiadas en Helsinki de 1952, la delegación de Puerto Rico desfiló con la bandera blanca improvisad­a y la de Estados Unidos. Días después se aprobó el Estado Libre Asociado, “descrimina­lizando” la bandera monoestrel­lada y adoptándol­a como la bandera oficial. La delegación puertorriq­ueña entonces comenzó a izar la bandera monoestrel­lada en su campamento.

Subsiguien­temente, la monoestrel­lada ha lucido en todos los eventos olímpicos. Alcanzó su máximo esplendor la noche del 13 de agosto de 2016 en Río de Janeiro con la otorgación a Mónica Puig de la primera medalla de oro para Puerto Rico.

Anteriorme­nte, Puerto Rico había obtenido un total de ocho medallas en seis Olimpiadas.

Los logros del Comité Olímpico se han conseguido a pesar de escasos recursos económicos y luchas por su propia existencia. La más notable fue la que libró el entonces gobernador Carlos Romero Barceló con el legendario Germán Rieckehoff.

La imagen internacio­nal que se ha proyectado de Puerto Rico a través de una mujer joven, talentosa, bonita, articulada, disciplina­da, perseveran­te y que se siente orgullosa de su nación puertorriq­ueña contrasta dramáticam­ente con la imagen que se proyecta de un Puerto Rico quebrado, con un status político indigno, inmerso en la corrupción, con gobiernos ineptos e infectado con zika.

El deporte olímpico le ha provisto una formidable oportunida­d a Puerto Rico de presentar su mejor cara.

Es lamentable que políticos aboguen por la desaparici­ón de la gesta olímpica nacional y que, al igual que sucedió en el gobierno de Fortuño con nuestros cineastas, se tronche otra forma de fortalecer la autoestima de la nación puertorriq­ueña.

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