Imponente y exquisita musicalidad
Bajo el nombre “Un violento despertar”, la Orquesta Sinf'ónica de Puerto Rico inició por lo alto la nueva temporada de conciertos estelares
El sábado la Corporación de las Artes Musicales presentó el primero de la serie Conciertos Estelares de la temporada 2016-17 de la Orquesta
Sinfónica de Puerto Rico (OSPR), en la Sala Casals del Centro de Bellas Artes santurcino.
En el Concierto Núm. 1 de Tchaikovsky, la protagonista absoluta fue la joven pianista coreana Joyce Yang. Su carácter apasionado -dotado de imponentes destrezas unidas a una musicalidad exquisita- resultó consonante con la estética romántica de la partitura, desde el acompañamiento en acordes voluminosos de la famosa introducción orquestal del primer movimiento “Allegro non troppo e molto maestoso”.
La orquesta, bajo la batuta de su titular Maximiano Valdés, manejó su rol de colaborador escénico –la suavidad y fluidez del universo como contexto para grandes apasionamientos humanos-, con cuidado, sensatez e ingenio.
La primera cadenza en manos de Joyce Yang, una imponente estrella del teclado –construida por Tchaikovsky a base de arpegios, acordes verticales y su infinitas ideas melódicas –matizadas con silencios-, llevaron a la Coda del primer movimiento, de nuevo mezclando sonoridades orquestales siempre sorprendentes con el timbre del piano.
En contraste, el segundo movimiento, “Andantino semplice” abrió con un bellísimo solo de flauta de carácter lírico, contestado en una orquestación delicada en los detalles de las preguntas y respuestas de las maderas con el piano.
Después de dialogar con los principales de la sección de violonchelos y el oboe, la obra plantea otro momento para recordar en la historia de la música, una variante rítmico-melódica tipo Scherzo de gracia sinigual, para deslumbrar en la vuelta a la melodía del primer tema.
Impetuoso y divertido -se podría es- pecular hasta irreverente-, resultó el tercer movimiento, marcado “Allegro con fuoco”, de imprenta folklórica-bailable con reminiscencias de la antigua cultura socio-militar cosaca.
Aquí fue evidente de entrada una elaborada precisión rítmica de la solista en interacción con el conjunto mayor; el segundo tema, otra maravilla de la inventiva humana, seguido de variaciones con comentarios de la sección de instrumentos de viento-madera, para luego disolverse en el hermosísimo tema central de este movimiento.
La interpretación de la parte del desarrollo temático constituyó otro momento de vuelo creativo, interrumpido por una pequeña cadenza pianística que conduce al cierre de este espectacular “concerto”.
Confieso haber disfrutado ser parte de la ovación a la platoniana “vida y alegría” que nos puede brindar la música viva.
La segunda parte constituyó un regreso a la dura realidad de las consecuencias nefastas de la insolencia del poder, con una reinterpretación igualmente memorable de la orquesta puertorriqueña de la monumental Sinfonía Núm. 11 de Shostakovich. El compositor soviético se propuso conmemorar incidentes específicos de la revolución de 1905 en contra del zar Nicolás II.
Los cuatro movimientos de esta música descriptiva, diseñados para tocarse corridos, -Adagio (Plaza del Palacio)-Allegro (9 de enero)-Adagio (In memoriam)-Allegro non troppo (Campanas de alerta), conforman una obra de arte de carácter político con amplias posibilidades de lecturas y análisis.
A 15 años de los ataques a las torres gemelas de Nueva York, el maestro Valdés –artista de profundas raíces filosóficasnos propuso, a mi entender, reflexionar sobre el terror, las guerras y la violencia que se siguen generando en el planeta.
La falta de espacio solo me permite mencionar lo que a mi juicio fueron los grandes momentos de esta singular interpretación, exhortándoles a que vean y escuchen la retransmisión televisiva en WIPR-TV: el enorme drama que ofreció el pulso apabullante de las secciones orquestales sobre el timpani del maestro Martín y la percusión; las conexiones logradas entre partes contrastantes, especialmente la transición del segundo al tercer movimiento; las cuerdas precisas en afinación y articulación características shostakovianas; el clímax final y las campanas tubulares que quedan resonando; la posibilidad real de encontrarse con la excelencia musical colectiva.