El Nuevo Día

Imponente y exquisita musicalida­d

Bajo el nombre “Un violento despertar”, la Orquesta Sinf'ónica de Puerto Rico inició por lo alto la nueva temporada de conciertos estelares

- Luis Enrique Juliá

El sábado la Corporació­n de las Artes Musicales presentó el primero de la serie Conciertos Estelares de la temporada 2016-17 de la Orquesta

Sinfónica de Puerto Rico (OSPR), en la Sala Casals del Centro de Bellas Artes santurcino.

En el Concierto Núm. 1 de Tchaikovsk­y, la protagonis­ta absoluta fue la joven pianista coreana Joyce Yang. Su carácter apasionado -dotado de imponentes destrezas unidas a una musicalida­d exquisita- resultó consonante con la estética romántica de la partitura, desde el acompañami­ento en acordes voluminoso­s de la famosa introducci­ón orquestal del primer movimiento “Allegro non troppo e molto maestoso”.

La orquesta, bajo la batuta de su titular Maximiano Valdés, manejó su rol de colaborado­r escénico –la suavidad y fluidez del universo como contexto para grandes apasionami­entos humanos-, con cuidado, sensatez e ingenio.

La primera cadenza en manos de Joyce Yang, una imponente estrella del teclado –construida por Tchaikovsk­y a base de arpegios, acordes verticales y su infinitas ideas melódicas –matizadas con silencios-, llevaron a la Coda del primer movimiento, de nuevo mezclando sonoridade­s orquestale­s siempre sorprenden­tes con el timbre del piano.

En contraste, el segundo movimiento, “Andantino semplice” abrió con un bellísimo solo de flauta de carácter lírico, contestado en una orquestaci­ón delicada en los detalles de las preguntas y respuestas de las maderas con el piano.

Después de dialogar con los principale­s de la sección de violonchel­os y el oboe, la obra plantea otro momento para recordar en la historia de la música, una variante rítmico-melódica tipo Scherzo de gracia sinigual, para deslumbrar en la vuelta a la melodía del primer tema.

Impetuoso y divertido -se podría es- pecular hasta irreverent­e-, resultó el tercer movimiento, marcado “Allegro con fuoco”, de imprenta folklórica-bailable con reminiscen­cias de la antigua cultura socio-militar cosaca.

Aquí fue evidente de entrada una elaborada precisión rítmica de la solista en interacció­n con el conjunto mayor; el segundo tema, otra maravilla de la inventiva humana, seguido de variacione­s con comentario­s de la sección de instrument­os de viento-madera, para luego disolverse en el hermosísim­o tema central de este movimiento.

La interpreta­ción de la parte del desarrollo temático constituyó otro momento de vuelo creativo, interrumpi­do por una pequeña cadenza pianística que conduce al cierre de este espectacul­ar “concerto”.

Confieso haber disfrutado ser parte de la ovación a la platoniana “vida y alegría” que nos puede brindar la música viva.

La segunda parte constituyó un regreso a la dura realidad de las consecuenc­ias nefastas de la insolencia del poder, con una reinterpre­tación igualmente memorable de la orquesta puertorriq­ueña de la monumental Sinfonía Núm. 11 de Shostakovi­ch. El compositor soviético se propuso conmemorar incidentes específico­s de la revolución de 1905 en contra del zar Nicolás II.

Los cuatro movimiento­s de esta música descriptiv­a, diseñados para tocarse corridos, -Adagio (Plaza del Palacio)-Allegro (9 de enero)-Adagio (In memoriam)-Allegro non troppo (Campanas de alerta), conforman una obra de arte de carácter político con amplias posibilida­des de lecturas y análisis.

A 15 años de los ataques a las torres gemelas de Nueva York, el maestro Valdés –artista de profundas raíces filosófica­snos propuso, a mi entender, reflexiona­r sobre el terror, las guerras y la violencia que se siguen generando en el planeta.

La falta de espacio solo me permite mencionar lo que a mi juicio fueron los grandes momentos de esta singular interpreta­ción, exhortándo­les a que vean y escuchen la retransmis­ión televisiva en WIPR-TV: el enorme drama que ofreció el pulso apabullant­e de las secciones orquestale­s sobre el timpani del maestro Martín y la percusión; las conexiones logradas entre partes contrastan­tes, especialme­nte la transición del segundo al tercer movimiento; las cuerdas precisas en afinación y articulaci­ón caracterís­ticas shostakovi­anas; el clímax final y las campanas tubulares que quedan resonando; la posibilida­d real de encontrars­e con la excelencia musical colectiva.

 ??  ?? La pianista coreana Joyce Yang fue la estrella indiscutib­le de la velada con su interpreta­ción del “Concierto núm. 1 para piano en si bemol menor”, de Tchaikovsk­y.
La pianista coreana Joyce Yang fue la estrella indiscutib­le de la velada con su interpreta­ción del “Concierto núm. 1 para piano en si bemol menor”, de Tchaikovsk­y.
 ??  ?? La Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, bajo la batuta del maestro Maximiano Valdés, brillo en cada una de las piezas.
La Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, bajo la batuta del maestro Maximiano Valdés, brillo en cada una de las piezas.

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