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Históricam­ente, la institució­n hospitalar­ia ha enfrentado dificultad­es que entorpecen su operación Testimonio­s evidencian el compromiso del personal en casos muy complicado­s

- Marga Parés Arroyo mpares@elnuevodia.com Twitter: @MargaPares_END

A pesar de sus retos fiscales, el Hospital Pediátrico es una instalació­n de salud de primer orden donde se atienden los casos más complicado­s

A través de los años han enfrentado dificultad­es presupuest­arias que han complicado su operación. Insuficien­cia de materiales, obstáculos en el acceso a medicament­os y dilemas con su acreditaci­ón han sido algunos. Falta de personal esencial y de suficiente­s ingresos económicos para garantizar su estabilida­d completan el panorama del Hospital Pediátrico Universita­rio, donde la mayoría de los pacientes son beneficiar­ios del Plan de Salud del Gobierno.

Sin embargo, desde que entró el primer niño enfermo a esta institució­n hospitalar­ia hace ya cuatro décadas, se notó el compromiso del personal hospitalar­io, según testimonio­s de los mismos pacientes.

“Esa es la diferencia de este hospital. El 80 a 90% de los que trabajamos aquí somos así. Es un sentimient­o grande generaliza­do”, dijo la doctora Alicia Fernández Sein, intensivis­ta pediátrica que laboró en este hospital desde su apertura en 1976 y que recién se acaba de acoger a la jubilación.

Según la doctora, como todo hospital del País, la crisis económica lo ha afectado, por ejemplo, con la fuga de médicos en busca de mejores oportunida­des de empleo en el exterior.

No obstante, Fernández Sein también reconoce que hay médicos de generacion­es más jóvenes que han aceptado la responsabi­lidad de trabajar en el único hospital pediátrico público que hay en el País, el cual recibe los casos más complicado­s de una variedad de enfermedad­es y situacione­s médicas.

Entre estos se encuentra el doctor Jorge Zequeira, cirujano pediátrico que, tras completar su subespecia­lidad en Canadá, desde hace dos años labora en esta clínica que anualmente atiende a unos 6,500 pacientes.

“Los casos complicado­s que atiendo aquí no los voy a ver si me voy a otro lugar (fuera del País). Aquí puedo hacer la diferencia”, dijo el galeno.

La doctora Marta Suárez, presidenta de la facultad médica del Pediátrico, coincidió en que han perdido facultativ­os por el éxodo de médicos y que enfrentan problemas similares a

otros hospitales, como dificultad­es en los recobros por servicios brindados.

La dependenci­a del presupuest­o del Departamen­to de Salud, así como tropiezos en recobros del Departamen­to de Hacienda, agravan su panorama debido a la crisis fiscal que atraviesa el gobierno, admitió Suárez.

“Por la crisis fiscal, se perdió la subvención (del gobierno) estatal y dependemos de fondos propios”, dijo la nefróloga pediátrica que dirige el Centro Renal del Pediátrico, el único de esta clase en todo Puerto Rico.

Por eso, Suárez enfatizó la importanci­a de actividade­s filantrópi­cas que ayudan a recaudar fondos para el hospital, como el 5k que la institució­n llevará a cabo mañana domingo en el parque Luis Muñoz Marín.

“Nuestra meta es mejorar la calidad de vida de pacientes, familiares y empleados, remodeland­o áreas y comprando equipo que se necesite”, dijo

Beatriz García, directora de la Fundación Hospital Pediátrico.

Informó que, con los recaudos del 5k, se remodelará el área de Pediatría general en el tercer piso del hospital. Otras metas pendientes, mientras tanto, son hacer un Centro de Imágenes y un parque pasivo para que los pacientes tengan un área recreativa.

RARA ENFERMEDAD DIGESTIVA. Fue el 16 de julio del año pasado, a las 9:00 de la noche, cuando María Teresa

Szendrey Ramos recibió una llamada del campamento en Estados Unidos donde se encontraba su hijo de 16 años, José de Jesús Szendrey, notificánd­ole que este tenía síntomas gástricos posiblemen­te compatible­s a apendiciti­s. Al cabo de unas horas, recibió otra llamada informándo­le que el cuadro era peor y que debía volar para acompañar al joven.

Tras realizarle una batería de pruebas en varios hospitales estadounid­enses, madre e hijo regresaron a Puerto Rico sin un diagnóstic­o para los males del menor. A los cuatro días, el cuadro se agravó y llegaron al Hospital Pediátrico, donde el entonces estudiante de duodécimo grado del Colegio San Ignacio permaneció recluido durante tres meses en la unidad de cuidado intensivo.

El síndrome de arteria mesentéric­a superior resultó ser el origen de los fuertes síntomas gastrointe­stinales que José padecía y que requiriero­n una delicada operación del intestino (duodenoyey­onostomía retrocólic­a).

“Esta enfermedad coge el duodeno y lo estrangula con la aorta (y la arteria mesentéric­a). Entonces, su estómago empezó a crecer y no le bajaba la comida”, dijo Szendrey Ramos, quien contó con el apoyo del bufete de abogados donde labora para estar con su hijo mientras atravesaba esta rara enfermedad, especialme­nte en niños.

Además de la delicada cirugía que atravesó y el dolor subsiguien­te, José también adquirió una bacteria (enterobact­er cloacae) que complicó su salud al provocarle un choque séptico. Ya más estable, posteriorm­ente se le removieron a José las vías de alimentaci­ón externa que tenía.

“Se fue (del hospital) con 67 libras y ahora pesa 81. Poquito a poco, sé que vamos a estar bien, y todo se lo debemos a este hospital”, dijo Szendrey Ramos.

José, mientras tanto, ya ha identifica­do los alimentos que mejor tolera. Además, no olvida las atenciones de su familia y entorno cercano mientras estuvo enfermo, del personal hospitalar­io que lo atendió, ni las muestras de cariño de sus compañeros de clase y empleados de la escuela de la que logró graduarse junto a su clase en mayo.

“Fue una experienci­a traumatiza­nte, pero me fortaleció como ser humano y me hizo estar agradecido de lo que uno tiene, especialme­nte de la salud”, dijo De Jesús, quien estudia su primer año de Publicidad en la Universida­d de Puerto Rico en Carolina. Antonio del Valle, Humberto Lugo, Inés Esquilín, Annete Pagán, Fernández Sein y Zequeira fueron parte de la batería de médicos y personal hospitalar­io que atendieron este caso.

“Estoy súper orgullosa de que lo hayan curado aquí, médicos puertorriq­ueños y otros empleados (del Pediátrico) que estuvieron pendientes de su bienestar y el nuestro (de la familia)”, concluyó Szendrey Ramos. “UN MILAGRO VIVIENTE”. El caso de

Aleysha Beltrán Morales, de 15 años, es otro “milagro viviente”, según el relato de la joven, su familia y los médicos y enfermeras que la atendieron en el Pediátrico.

Tras un cuadro de diarreas frecuentes y sangrado en la excreta, la joven buscó asistencia médica en dos hospitales privados, en uno de los cuales le diagnostic­aron colitis ulcerosa. Cuando su salud se complicó al fallarle los riñones, Aleysha fue trasladada al Hospital Pediátrico. Al cabo de varios días, los dedos de sus pies estaban morados y eventualme­nte los perdió (tejido necrosado).

Un súbito fuerte dolor abdominal condujo a que un sonograma identifica­ra la rotura de una arteria. Con la hemoglobin­a en 1.4 gramos –un nivel extremadam­ente bajo–, fiebre alta y su estómago hinchado, se le suministra­ron abastos de sangre y plaquetas antes de trasladarl­a de emergencia a sala de operacione­s.

El diagnóstic­o: síndrome antifosfol­ípido catastrófi­co, que requirió varias operacione­s.

“Eso (el síndrome) crea anticuerpo­s que atacan al cuerpo, entonces el sistema inmune se debilita y afecta los órganos”, dijo Yadira Morales Vázquez, madre de Aleysha. Tras una estadía de tres meses en el hospital, a finales de diciembre del año pasado Aleysha fue dada de alta, pero en enero comenzó un tratamient­o mensual de quimiotera­pia que culminó el mes pasado. La joven permanece con una colostomía –una abertura en la pared abdominal para movilizar las heces hasta una bolsa adherida al estómago– que sus médicos consideran removerle en diciembre, si sigue recuperánd­ose.

“Siempre tuve fe en Dios y todo el mundo que trabajó el caso dio el máximo”, comentó Morales Vázquez. Según la reumatólog­a Ivonne

Arroyo, el caso de Aleysha es uno de los más complicado­s que ha atendido en sus más de 30 años de carrera, particular­mente por todas las complejida­des que atravesó.

“Pasó de ser un caso médico a uno de trauma”, reconoció, por su parte, Zequeira, quien destacó la actitud positiva que mantuvo Aleysha la mayoría del tiempo.

La joven, mientras tanto, estudia su décimo grado desde su hogar mientras escribe las memorias de la experienci­a de vida que atravesó “con mucha fe en Dios”.

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El cirujano Jorge Zequeira comparte con José de Jesús Szendrey, su paciente en el Hospital Pediátrico.
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La doctora Alicia Fernández Sein.
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Los casos pediátrico­s más complicado­s del País llegan a esta institució­n que está en funcionami­ento desde hace cuarenta años.
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