ÚNICO EN SU CLASE
Históricamente, la institución hospitalaria ha enfrentado dificultades que entorpecen su operación Testimonios evidencian el compromiso del personal en casos muy complicados
A pesar de sus retos fiscales, el Hospital Pediátrico es una instalación de salud de primer orden donde se atienden los casos más complicados
A través de los años han enfrentado dificultades presupuestarias que han complicado su operación. Insuficiencia de materiales, obstáculos en el acceso a medicamentos y dilemas con su acreditación han sido algunos. Falta de personal esencial y de suficientes ingresos económicos para garantizar su estabilidad completan el panorama del Hospital Pediátrico Universitario, donde la mayoría de los pacientes son beneficiarios del Plan de Salud del Gobierno.
Sin embargo, desde que entró el primer niño enfermo a esta institución hospitalaria hace ya cuatro décadas, se notó el compromiso del personal hospitalario, según testimonios de los mismos pacientes.
“Esa es la diferencia de este hospital. El 80 a 90% de los que trabajamos aquí somos así. Es un sentimiento grande generalizado”, dijo la doctora Alicia Fernández Sein, intensivista pediátrica que laboró en este hospital desde su apertura en 1976 y que recién se acaba de acoger a la jubilación.
Según la doctora, como todo hospital del País, la crisis económica lo ha afectado, por ejemplo, con la fuga de médicos en busca de mejores oportunidades de empleo en el exterior.
No obstante, Fernández Sein también reconoce que hay médicos de generaciones más jóvenes que han aceptado la responsabilidad de trabajar en el único hospital pediátrico público que hay en el País, el cual recibe los casos más complicados de una variedad de enfermedades y situaciones médicas.
Entre estos se encuentra el doctor Jorge Zequeira, cirujano pediátrico que, tras completar su subespecialidad en Canadá, desde hace dos años labora en esta clínica que anualmente atiende a unos 6,500 pacientes.
“Los casos complicados que atiendo aquí no los voy a ver si me voy a otro lugar (fuera del País). Aquí puedo hacer la diferencia”, dijo el galeno.
La doctora Marta Suárez, presidenta de la facultad médica del Pediátrico, coincidió en que han perdido facultativos por el éxodo de médicos y que enfrentan problemas similares a
otros hospitales, como dificultades en los recobros por servicios brindados.
La dependencia del presupuesto del Departamento de Salud, así como tropiezos en recobros del Departamento de Hacienda, agravan su panorama debido a la crisis fiscal que atraviesa el gobierno, admitió Suárez.
“Por la crisis fiscal, se perdió la subvención (del gobierno) estatal y dependemos de fondos propios”, dijo la nefróloga pediátrica que dirige el Centro Renal del Pediátrico, el único de esta clase en todo Puerto Rico.
Por eso, Suárez enfatizó la importancia de actividades filantrópicas que ayudan a recaudar fondos para el hospital, como el 5k que la institución llevará a cabo mañana domingo en el parque Luis Muñoz Marín.
“Nuestra meta es mejorar la calidad de vida de pacientes, familiares y empleados, remodelando áreas y comprando equipo que se necesite”, dijo
Beatriz García, directora de la Fundación Hospital Pediátrico.
Informó que, con los recaudos del 5k, se remodelará el área de Pediatría general en el tercer piso del hospital. Otras metas pendientes, mientras tanto, son hacer un Centro de Imágenes y un parque pasivo para que los pacientes tengan un área recreativa.
RARA ENFERMEDAD DIGESTIVA. Fue el 16 de julio del año pasado, a las 9:00 de la noche, cuando María Teresa
Szendrey Ramos recibió una llamada del campamento en Estados Unidos donde se encontraba su hijo de 16 años, José de Jesús Szendrey, notificándole que este tenía síntomas gástricos posiblemente compatibles a apendicitis. Al cabo de unas horas, recibió otra llamada informándole que el cuadro era peor y que debía volar para acompañar al joven.
Tras realizarle una batería de pruebas en varios hospitales estadounidenses, madre e hijo regresaron a Puerto Rico sin un diagnóstico para los males del menor. A los cuatro días, el cuadro se agravó y llegaron al Hospital Pediátrico, donde el entonces estudiante de duodécimo grado del Colegio San Ignacio permaneció recluido durante tres meses en la unidad de cuidado intensivo.
El síndrome de arteria mesentérica superior resultó ser el origen de los fuertes síntomas gastrointestinales que José padecía y que requirieron una delicada operación del intestino (duodenoyeyonostomía retrocólica).
“Esta enfermedad coge el duodeno y lo estrangula con la aorta (y la arteria mesentérica). Entonces, su estómago empezó a crecer y no le bajaba la comida”, dijo Szendrey Ramos, quien contó con el apoyo del bufete de abogados donde labora para estar con su hijo mientras atravesaba esta rara enfermedad, especialmente en niños.
Además de la delicada cirugía que atravesó y el dolor subsiguiente, José también adquirió una bacteria (enterobacter cloacae) que complicó su salud al provocarle un choque séptico. Ya más estable, posteriormente se le removieron a José las vías de alimentación externa que tenía.
“Se fue (del hospital) con 67 libras y ahora pesa 81. Poquito a poco, sé que vamos a estar bien, y todo se lo debemos a este hospital”, dijo Szendrey Ramos.
José, mientras tanto, ya ha identificado los alimentos que mejor tolera. Además, no olvida las atenciones de su familia y entorno cercano mientras estuvo enfermo, del personal hospitalario que lo atendió, ni las muestras de cariño de sus compañeros de clase y empleados de la escuela de la que logró graduarse junto a su clase en mayo.
“Fue una experiencia traumatizante, pero me fortaleció como ser humano y me hizo estar agradecido de lo que uno tiene, especialmente de la salud”, dijo De Jesús, quien estudia su primer año de Publicidad en la Universidad de Puerto Rico en Carolina. Antonio del Valle, Humberto Lugo, Inés Esquilín, Annete Pagán, Fernández Sein y Zequeira fueron parte de la batería de médicos y personal hospitalario que atendieron este caso.
“Estoy súper orgullosa de que lo hayan curado aquí, médicos puertorriqueños y otros empleados (del Pediátrico) que estuvieron pendientes de su bienestar y el nuestro (de la familia)”, concluyó Szendrey Ramos. “UN MILAGRO VIVIENTE”. El caso de
Aleysha Beltrán Morales, de 15 años, es otro “milagro viviente”, según el relato de la joven, su familia y los médicos y enfermeras que la atendieron en el Pediátrico.
Tras un cuadro de diarreas frecuentes y sangrado en la excreta, la joven buscó asistencia médica en dos hospitales privados, en uno de los cuales le diagnosticaron colitis ulcerosa. Cuando su salud se complicó al fallarle los riñones, Aleysha fue trasladada al Hospital Pediátrico. Al cabo de varios días, los dedos de sus pies estaban morados y eventualmente los perdió (tejido necrosado).
Un súbito fuerte dolor abdominal condujo a que un sonograma identificara la rotura de una arteria. Con la hemoglobina en 1.4 gramos –un nivel extremadamente bajo–, fiebre alta y su estómago hinchado, se le suministraron abastos de sangre y plaquetas antes de trasladarla de emergencia a sala de operaciones.
El diagnóstico: síndrome antifosfolípido catastrófico, que requirió varias operaciones.
“Eso (el síndrome) crea anticuerpos que atacan al cuerpo, entonces el sistema inmune se debilita y afecta los órganos”, dijo Yadira Morales Vázquez, madre de Aleysha. Tras una estadía de tres meses en el hospital, a finales de diciembre del año pasado Aleysha fue dada de alta, pero en enero comenzó un tratamiento mensual de quimioterapia que culminó el mes pasado. La joven permanece con una colostomía –una abertura en la pared abdominal para movilizar las heces hasta una bolsa adherida al estómago– que sus médicos consideran removerle en diciembre, si sigue recuperándose.
“Siempre tuve fe en Dios y todo el mundo que trabajó el caso dio el máximo”, comentó Morales Vázquez. Según la reumatóloga Ivonne
Arroyo, el caso de Aleysha es uno de los más complicados que ha atendido en sus más de 30 años de carrera, particularmente por todas las complejidades que atravesó.
“Pasó de ser un caso médico a uno de trauma”, reconoció, por su parte, Zequeira, quien destacó la actitud positiva que mantuvo Aleysha la mayoría del tiempo.
La joven, mientras tanto, estudia su décimo grado desde su hogar mientras escribe las memorias de la experiencia de vida que atravesó “con mucha fe en Dios”.