Contrastes en peligrosa frontera
La llamada zona desmilitarizada entre Corea del Norte y Corea del Sur asombra al visitante: por un lado, tiendas y machinas, y por otro, el impresionante rigor militar
Esta es una milésima parte de los titulares que nos han llegado este año sobre la situación de alta tensión que se vive entre Corea del Norte y Corea del Sur. Más allá de lo que nos cuentan las grandes cadenas estadounidenses y lo que haya podido absorber de uno que otro documental que vi en Rusia Today o en Al Jazeera, por aquello de mantener una perspectiva más amplia de las crisis internacionales de las que uno no tiene conocimiento de primera mano, pues era imposible saber mucho más de ese lugar que dicen que es una bomba de tiempo.
Por esas cosas del destino, 12 días después de la temeridad del líder norcoreano Kim Jong-un de anunciar al mundo que había lanzado con “éxito” una prueba nuclear en el noreste del país y que los presidentes de Corea del Sur, Estados Unidos y hasta China lo condenaran, estaba yo allí.
Nunca estuve nerviosa. Los periodistas tenemos algo que es una especie de coraza, que en ocasiones falla, pero casi siempre funciona contra el miedo. Ni siquiera sabía qué esperar. Lo que sí puedo jurar es que jamás en la vida pude imaginar lo que allí encontré.
Esta visita significó para mí varias cosas: una oda al morbo, una hipérbole del consumismo y un espectáculo militar. No niego que estuvo la mar de interesante y que lo repetiría. ¡Claro!
Llegué con el grupo de puertorriqueños veteranos de la guerra de Corea que lograron retornar tras 66 años de haber estallado el conflicto bélico, y quiero aclarar que nada de lo que escriba aquí tiene que ver con ellos, con sus sentimientos y con sus convicciones, las que admiro y respeto ante todo. Ellos lo saben. Lo