El Nuevo Día

WES CORREA: TITÁN POR SIEMPRE

En los 80, mencionar el nombre de Wes Correa hacía temblar a los defensas contrarios y ponía a gozar a los fánáticos del baloncesto en Puerto Rico, fuesen o no de Morovis, pueblo que le vio convertirs­e en leyenda viva

- Carlos Rosa Rosa crosa@elnuevodia.com Twitter: @crosarosa

Gracias a la transmisió­n televisiva de los partidos del Baloncesto Superior Nacional (BSN) en la década del 80, hubo una frase que se apoderó de la mayoría de las canchas alrededor de la Isla. Niños, jóvenes y adultos se movían de un lado a otro mientras dribleaban el balón y pronunciab­an: “¡Wes, Wes, Wes, Wes!” Continuaba­n dribleando hasta que se detenían, lanzaban al canasto, y una vez el balón quemaba la malla, enunciaban la frase con mayor emoción: “¡WESSSSSS!”

Fue una frase que popularizó el maestro de la narración deportiva, Manuel Rivera Morales, en la transmisió­n de los juegos de los Titanes de Morovis y que ayudó a elevar al nivel de mito al estelar jugador, Wesley “Wes” Correa Crump.

Wes fue parte de la segunda camada importante de jugadores nuyoricans que llegó a la Isla, después de aquel primer grupo de canasteros nacidos en Nueva York, de raíces puertorriq­ueñas, como Raymond Dalmau, Néstor Cora, Rubén Rodríguez, Mariano ‘Tito’ Ortiz, Héctor Blondet y Neftalí Rivera, quienes elevaron el nivel de calidad de la liga.

Fue en 1981 cuando irrumpió en nuestro baloncesto la figura de Wes con apenas 19 años. Aquel jugador flaco y espigado llegó para apoderarse de una época en el Baloncesto Superior, cuando originalme­nte fue fichado por los Mets de Guaynabo. Luego fue prestado por una temporada a Morovis, pero el jugador no regresó nunca a la ciudad metropolit­ana por una decisión del entonces director de la liga, Jenaro “Tuto” Marchand.

Desde el principio, el alero, de 6’6” de estatura, exhibió su poder ofensivo al promediar 17.2 puntos por juego en su temporada de novato. También demostró una caracterís­tica inusual en la liga: la capacidad de desempeñar­se de la posición uno a la cuatro al contar con el manejo de balón de un armador y el talento para re- botear en la pintura, de un delantero fuerte. Tenía un estilo pausado, pero vistoso. No era el jugador más atlético dentro del tabloncill­o, pero sí dominaba el juego con su tiro a corta, media y larga distancia. Y tenía algo más importante: el instinto ‘matador’ en los momentos cruciales. Fue un brillante jugador en el “clutch” por más de una década.

Wes fue un ídolo en Morovis, una franquicia de mercado pequeño que desapareci­ó en la pasada década en el BSN. El jugador fue el responsabl­e del primer y único campeonato en la historia de los Titanes. En 2017 se cumplirán 30 años de aquella histórica gesta, cuando los Titanes alcanzaron el trono en 1987. En el séptimo y decisivo partido de la serie final ante los campeones defensores, Polluelos de Aibonito, Wes se adueñó del espectácul­o en un atestado Coliseo Roberto Clemente. Fue la estrella de la noche con 37 puntos, 17 rebotes y ocho asistencia­s en la victoria de los Titanes, 100-92.

Acumuló 16 temporadas con los Titanes y se convirtió en uno de los mejores canasteros en la historia. Terminó su carrera con 9,870 puntos en 441 partidos, para un promedio de 22.4 puntos por juego. También recuperó 2,958 rebotes para 6.7 y repartió 938 asistencia­s para 2.1. A su vez, registró uno de los porcentaje­s más altos en tiros libres con 87% (1,670-1,449). En 1987 estuvo fenomenal desde la línea de tiros libres al fallar solo siete tiros en 127 intentos (94%).

Igualmente vistió la camiseta del Equipo Nacional en el Preolímpic­o de 1984 y en el Campeonato Mundial de España 1986, hasta que un positivo en una prueba de dopaje lo bajó del avión para los Panamerica­nos de Indianápol­is de 1987. También fue suspendido por fallar una prueba de dopaje para la temporada de 1988 con Morovis, lo que le impidió defender el título ganado un año antes.

Wes jugó con los Titanes hasta 1998, cuando se retiró del BSN.

Hoy día, el exbaloncel­ista reside en Nueva York. A sus 54 años todavía continúa su ‘matrimonio’ con el baloncesto, aunque en una faceta muy distinta: como árbitro en torneos escolares. Mientras, viaja frecuentem­ente a la Isla para visitar a una hija adolescent­e en Morovis, además de tener un hijo varón, Armand Correa, quien probará suerte en el próximo sorteo de novatos del BSN. Wes anhela verlo en uniforme en la liga nacional.

En pasados días, El Nuevo Día conversó telefónica­mente con Wes Correa para la sección de “¿Dónde está, qué hace?”

“Hace tres años estuve en Puerto Rico y vi cuando Quebradill­as ganó el campeonato. Fue un día feliz para la gente de Quebradill­as, pero pienso que todavía no ha existido un mejor campeonato como el de nosotros (los Titantes de Morovis) en 1987. Ha sido el mejor campeonato en la historia de la liga. Fue el mejor momento de mi vida. Tuve los mejores momentos de mi carrera en Morovis” WESLEY CORREA Exbaloncel­ista

¿A qué te dedicas hoy día?

Vivo en Nueva York y trabajo con personas de la tercera edad. Laboro en dos programas: uno es de transporta­ción para llevar a las personas a citas médicas, al correo y al supermerca­do; y en el otro, hay personas mayores que no pueden cocinar y nosotros les proveemos alimentos. Llevo casi 10 años trabajando en estos programas.

¿Cómo describes esa experienci­a laboral?

Es bien gratifican­te porque puedo ayudar a muchas personas. Todo el mundo tiene padres y abuelos, y es importante colaborar con la gente que necesita este tipo de ayuda.

¿Aún te mantienes activo como baloncelis­ta en alguna liga masters?

Ahora mismo no juego casi nada. Diría que en los últimos dos años no he jugado nada. Sí estoy certificad­o como árbitro.

¿Y estás laborando como oficial?

Sí, hace como cinco años. Laboro en unos torneos escolares en Nueva York.

¿Y cómo manejas las críticas de los jugadores y de los fanáticos?

Todo el mundo que me conoce sabe que cuando yo jugaba no era muy amigo de los árbitros. Pero aquí, en Nueva York, la gente me conoce y me respeta, y casi nunca tengo problemas. La gente siempre habla, pero me respetan.

¿Cuán a menudo viajas a Puerto Rico?

Tengo una hija que vive en Morovis y trato de ir de dos a tres veces en el año. Ella es una atleta de pista y campo. Es una buena atleta. Está en un club en Toa Baja. Tiene 17 años y ahora terminará la escuela superior. Es posible que vaya a estudiar al Turabo. En mayo del próximo año se graduará y, segurament­e iré a su graduación.

¿Consideras a Morovis como tu segunda casa?

Mi familia paterna es natural de Gurabo. Mi abuelo y mi papá eran de Gurabo, pero Morovis es mi pueblo. Allí estuve cerca de 20 años y siempre será mi pueblo. Me encantó jugar en Morovis.

¿Cómo fue que llegaste a Morovis?

La primera vez que llegué a Puerto Rico fue para jugar con Guaynabo. El año anterior (1980), Guaynabo venía de ganar con Julio Toro como dirigente y con (Mario) ‘Quijote’ Morales como el Más Valioso. Llegué con 19 años y el apoderado Sammy Reyes pensaba que necesitaba un año más de experienci­a y me prestó a Morovis. En aquel momento yo no quería jugar en el campo, quería jugar en la zona metropolit­ana. Jugué ese primer año en Morovis y allí seguí jugando toda mi carrera. Nunca regresé a Guaynabo. El presidente Tuto Marchand dijo que quedarme en Morovis era lo mejor para la liga, porque era una franquicia joven.

¿Recuerdas la cantidad de dinero de tu primer contrato?

Creo que fueron como $6,000. Para un joven de 19 años eso era mucho dinero (ríe). Aparte de eso me daban apartament­o gratis y comida gratis. Fue muy divertido.

El año próximo se cumplen 30 años del primer y único campeonato en la historia de la franquicia de los Titanes de Morovis, ¿qué recuerdas de aquel séptimo juego ante Aibonito en el Coliseo Roberto Clemente?

Hace tres años estuve en Puerto Rico y vi cuando Quebradill­as ganó el campeonato. Fue un día feliz para la gente de Quebradill­as, pero pienso que todavía no ha existido un mejor campeonato como el de nosotros en 1987.

Ha sido el mejor campeonato en la historia de la liga. Fue el mejor momento de mi vida. Tuve los mejores momentos de mi carrera en Morovis.

¿Estás pendiente a lo que acontece en el BSN?

A partir del próximo año creo que voy a estar más pendiente. Mi hijo de 22 años, Armand Correa, va a someter su nombre en el sorteo de novatos para jugar en la liga. Él nació en Manatí y vivió en Puerto Rico hasta los cuatro años, cuando lo llevamos a Nueva York. Estuvo jugando en Dowling College. Ya terminó su elegibilid­ad.

¿Y cómo compara contigo?

No me gusta eso de estar comparando. La mejor manera de decirlo es así: ¿alguno de los hijos de Raymond Dalmau fue mejor que él? No. ¿Pero fueron buenos jugadores en la liga? Sí. No voy a estar enviando vídeos ni estadístic­as de él. Solo quiero que lo inviten a practicar y si lo hace bien, que le brinden una oportunida­d para jugar.

Hubo un episodio oscuro durante tu paso en la liga cuando fallaste una prueba de dopaje que te costó una suspensión en la temporada de 1988. ¿Hoy día, lamentas lo acontecido en aquel momento?

Fue un tiempo bien difícil porque en ese tiempo mucha gente usaba drogas. Y me sentí traicionad­o. No era el único. Muchos más la usaban, pero todos los dedos señalaban a uno. Es algo que quiero dejar en el pasado.

¿Aún recuerdas a Manuel Rivera Morales con la frase “¡Wes, Wes, Wes, Wesss!?

Es gracioso que algunas amistades ven en ‘you tube’ los vídeos y me dicen: “El narrador lo único que dice es tu nombre, ‘Wes, Wes, Wes’. No creo que Manuel haya hecho eso con otro jugador. Creo que eso me ayudó a que mi nombre fuera uno de los más grandes en la historia del baloncesto en Puerto Rico (ríe).

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 ??  ?? Wes Correa ahora labora en Nueva York en un par de programas de ayuda para personas de la tercera edad, uno de ellos proveyendo alimentos.
Wes Correa ahora labora en Nueva York en un par de programas de ayuda para personas de la tercera edad, uno de ellos proveyendo alimentos.
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El jugador de 6'6” tenía la habilidad para jugar de la 1 a la 4. Militó con los Titanes de 1981 a 1998 y también vistió la camiseta del Equipo Nacional en la década de 1980.

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