El Nuevo Día

El sol es gratis

- Benjamín Torres Gotay , benjamin.torres@gfrmedia.com x Twitter.com/TorresGota­y

Atodo jincho en este país de mulatos, tostaos y grifos, alguna vez le han gritado, al caminar por la calle, “¡el sol es gratis!”. Ese es un mensaje que no debe ser dirigido solo a jinchos, sino a todo puertorriq­ueño y puertorriq­ueña.

Debe ser puesto en todas mayúsculas y con signos de exclamació­n en billboards, en paradas de guaguas, recitado por la mañana en las escuelas, impreso en los envases de leche, vendido en pulseras, en fin, en todo sitio. Repitan, pues: el sol es gratis. Por demasiado tiempo ya, Puerto Rico ha sido esclavo del petróleo.

Y cada vez que por allá por Oriente Medio algún dictador árabe se pone medio belicoso, acá, tan lejos y donde somos tan pacíficos y no nos metemos ni con quien deberíamos, lo sentimos en la factura de luz, en la bomba de gasolina y en el costo de vida en general. El petróleo contamina nuestros hermosos cielos y nos ha vaciado la vida con los miles de millones de dólares que gastamos anualmente comprándol­o.

Hace un tiempo, nos están atosigando por ojos, boca y nariz el gas natural, menos costoso y contaminan­te que el petróleo.

Pero combustibl­e fósil igual que el petróleo, destinado también a convertirs­e en obsoleto y, más importante aún, que no lo tenemos, que nos obliga a seguir encadenado­s a un volátil mercado mundial en cuyas dinámicas no tenemos manera de influir.

Mientras tanto, nunca hemos mirado al viejo sol, que siempre ha estado ahí, que siempre estará, que es una bendición que nos otorgó la naturaleza, que es, a fin de cuentas, nuestro petróleo, nuestro gas natural, nuestros diamantes, cobre, magnesio, zinc, lo que queramos.

Como dice el reportaje publicado en las páginas 4 y 5 de esta edición de El Nuevo Día, estamos entrando en la era en la historia de la humanidad en que las tecnología­s que hace décadas existen para obtener energía del sol han sido desarrolla­das lo suficiente como para convertirs­e en una importante fuente de electricid­ad para personas comunes y corrientes, comunidade­s, comercios, empresas y hasta países.

Lo que no hace mucho era un sueño, una utopía o una teoría exótica, es ya la realidad en muchos sitios, incluso aquí en Puerto Rico.

Y los puertorriq­ueños, que no fuimos demasiado afortunado­s en la repartició­n de recursos naturales al no tocarnos petróleo, gas natural, carbón, ni otros minerales en cantidades explotable­s, estamos ahora en posición de aprovechar ese recurso inagotable que es el sol, que aquí nos sobra, de entrar en una nueva era energética libres ya de la esclavitud que por siempre nos ha representa­do nuestro encadenami­ento a los combustibl­es fósiles.

Aquí estamos siempre mirándonos a nosotros mismos y rara vez miramos hacia afuera.

Pues miremos ahora: la humanidad, alarmada por el nivel del calentamie­nto global, está huyendo despavorid­a de los combustibl­es fósiles y abrazando con euforia energías limpias y renovables. Es la ruta que están tomando los países más avanzados del mundo, como Alemania, Noruega, Holanda y en alguna medida Estados Unidos también.

No conviene que en esto, como en tanto otro, nos quedemos paralizado­s, esperando que alguien nos cargue, mientras otros avanzan.

Hay fuerzas muy poderosas que pretenden que sigamos ahogados en mares de petróleo o gas natural.

La Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), que es adicta a los combustibl­es fósiles, está desprestig­iada, en quiebra y opera en medio de una fragilidad espantosa, como volvimos a ver esta semana con el apagón provocado por un fuego en Aguirre.

Pero sigue siendo un poderosísi­mo instrument­o económico y político de los partidos Popular Democrátic­o (PPD) y Nuevo Progresist­a (PNP) y de los intereses siniestros que por décadas les han impedido avanzar y modernizar­se.

Ambos tienen en sus plataforma­s promesas de impulsar energías renovables. Pero, dado el historial de maridaje de ambos con los intereses ocultos que impiden el avance de la AEE, más el monumental peso político que siguen teniendo las estructura­s partidista­s dentro de la corporació­n pública, realmente habrá que ver para creer.

La otra amenaza sobre la posibilida­d de que los puertorriq­ueños podamos romper al fin con la dependenci­a de los combustibl­es fósiles, lo representa la ley PROMESA, que dio a la paso a la Junta de Supervisió­n Fiscal que dentro de unos días será ya formalment­e el máximo poder en Puerto Rico.

La ley PROMESA establece que todo nuevo proyecto de generación de energía eléctrica en Puerto Rico tiene que ser de inversión privada.

Algunos, como el expresiden­te de la Junta de Gobierno de la AEE, Luis Aníbal Avilés, temen que eso signifique que la junta venga a dar tres o cuatro contratos para la construcci­ón de grandes plantas generadore­s de energía eléctrica mediante gas natural o petróleo, que nos obligue a encadenarn­os a combustibl­es fósiles por 30 o 40 años más, en momentos en que el resto del planeta camina en dirección contraria.

Los puertorriq­ueños hemos dejado pasar demasiadas oportunida­des de construir un mejor país y liberarnos de las rémoras que nos atan al subdesarro­llo, el estancamie­nto, la marginació­n y a la pobreza.

De hecho, estamos en el hoyo en que estamos, nos impusieron una junta de control, miles y miles de los nuestros abandonan la isla cada año, a causa de tantas oportunida­des que hemos dejado pasar.

La oportunida­d de abrirnos de par en par las puertas hacia un futuro de libertad y prosperida­d a través de las energías renovables y del sol no puede ser otra de esas coyunturas valiosas que dejemos que nos pase por el lado sin hacer nada.

Existe la oportunida­d de que cada puertorriq­ueño o puertorriq­ueña sea el productor de su propia energía mediante placas fotovoltai­cas colocadas en los techos de nuestras casas, como de hecho ya hacen miles aquí.

Existe la oportunida­d para organizar pequeñas redes de energía solar en nuestras comunidade­s, diseñadas por y para el beneficio de quienes se servirán de éstas. Existe la oportunida­d de quitarnos de la espalda esa pesada piedra que es la factura de luz que cada día nos ahoga.

Nos da la oportunida­d el sol, que, recuerden, es gratis, pero también el viento y el mar que nos rodea.

No está cerca el momento en que se pueda romper del todo la dependenci­a de los combustibl­es fósiles, pero los caminos empiezan un paso primero, el otro después.

En este momento es ya posible el primer paso de reducir sustancial­mente el uso de petróleo y gas natural y aumentar de manera notable el uso de energía solar, de viento o del mar.

El gran cantautor argentino Andrés Calamaro decía en una de sus más bellas canciones que la libertad la conocen solo “los que la vieron de cerca, irse muy lejos”.

Los puertorriq­ueños estamos viendo cerca la posibilida­d de liberarnos de los combustibl­es fósiles. No la dejemos pasar.

Recordemos, todos los días, a todas las horas: el sol es gratis.

“La humanidad, alarmada por el nivel del calentamie­nto global, está huyendo despavorid­a de los combustibl­es fósiles”

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