El Nuevo Día

Profesor y Escritor ANTESALAS

- Félix Jiménez

Es la humana condición de la premura, la rapidez de las vocales ante el evento que emociona. La alegría se concibe como un atajo que la garganta maximiza y el cuerpo agota. Daría pena o quizás miedo pensar más de lo debido. No se examina la alegría. Nunca se espera al día después.

Las alabanzas, los gritos, los vítores que se suceden después de un triunfo o una gesta o una simple victoria siempre deberían producirse más tarde, quizás mucho más tarde, después de ese después. Dar un tiempo razonable a que se asimile el golpe de alegría o los saltos de entusiasmo desmedido. Esa pausa – ese momento de emoción suspendida – falta ahora y ha faltado. Quizás siempre faltará.

Y así el placer del celebrante inunda mientras reconforta. Es en sí antesala a los martirios de la alegría. Celebramos a destiempo y morimos en el intento. Celebramos a destiempo y matamos con la acción. Toda duda es irrazonabl­e cuando de alegrías se trata. Toda duda es indudablem­ente evadida. O al menos en el reino de la celebració­n constante y la irreflexió­n rampante.

Llega la luz, se celebra. Llegará Halloween, dulces y disfraces -se celebra. Faltan menos de cuarenta días para las elecciones, se celebra. Gane este o gane aquel, se celebra. Alguien celebra.

Y en los días aciagos post-Junta y post-apagón-y-medio-país-en-noche-permanente, se ven las fotos en la compu de los seres que se van a un restaurant­e italiano en un día de plena oscuridad y le anuncian a sus amigos que estarán brindado por ellos, pobres mortales que no pueden, con la champaña más cara, para que sepan que el cariño es de verdad. En la foto de Facebook sonríen. Ningún apagón apagaba su oscuridad de alma.

En medio de la emoción y rodeados de fechas propiciato­rias, la falsa alegría derrota a la verdad. La isla para algunos sigue siendo una antesala a algún fiestón perpetuo. Dime con quién celebras y te diré quién crees que eres.

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