El Nuevo Día

Ondulit avanza con su propuesta única

- VOZ EMPRESARIA­L Jesús Saad Nazerer Presidente y Fundador de la Fundación Jesús Saad Nazer

Donde tenemos el poder para desarrolla­r los importante­s segmentos de la economía primaria no lo ejercemos. Nos referimos a la industria de productos y servicios agropecuar­ios, avícolas, porcinos, a las cadenas de supermerca­dos y farmacias de capital local y a otras actividade­s comerciale­s y culturales dentro del sector público y privado.

Seguimos navegando en el zepelín de la esperanza creyendo que con medidas especiales y ocasionale­s provenient­es del gobierno de Estados Unidos, lograremos establecer un desarrollo económico, garantizan­do la calidad de vida que hemos disfrutado por las últimas tres décadas.

Es racional darle la bienvenida a los fondos federales y exenciones contributi­vas a las empresas foráneas que el gobierno estadounid­ense otorga, entre otros créditos, para establecer­se en la Isla. No obstante, es irracional que nuestro desarrollo socioeconó­mico dependa de estos factores.

Otro componente que afecta nuestro desarrollo, es la excesiva tolerancia hacia las inversione­s foráneas e inclusive las de capital nativo, que obtienen generosas exenciones contributi­vas y tratos especiales de patentes, entre otros impuestos de los gobiernos estatales y municipale­s, a cambio de nada.

Por otra parte, aunque escuchamos con júbilo y buena fe el tema de las exportacio­nes, es necesario ser consciente­s de que para que exista una economía de escala que permita al empresario expandir su mercado en el exterior, primero tenemos que cimentar nuestra capacidad industrial. ¿Cómo podemos ser exitosos en la exportació­n si no somos capaces de sustituir las importacio­nes?

El Estado está revestido de un poder político para crear normas, leyes y condicione­s que permitan defender a aquellos sectores que pueden crear una economía propia, recurrente y transferib­le a los cambios generacion­ales. A la vez, el Estado puede incentivar y propulsar, en libre competenci­a, a aquellos sectores en mayor vulnerabil­idad social y económica dentro de nuestro País.

No es un optimismo basado en una posibilida­d, y sí una posibilida­d el lograr metas en una economía basada en la producción garantizad­a por el consumo del pueblo, y basada también en nuestro profesiona­lismo, infraestru­ctura y ubicación geográfica.

Las estadístic­as dentro y fuera de Puerto Rico y Estados Unidos indican que de cada tres empleos, dos son responsabi­lidad de las pymes locales. Además, los supercentr­os de líneas completas y las megacadena­s detallista­s representa­n un 30% de la nómina de estos sectores, contrastan­do con las empresas nativas que son responsabl­es del 70% de la nómina que se paga en nuestra bella Isla.

Entre las mayores riquezas de un pueblo, se encuentra su autoestima. Lamentable­mente, gran parte de los puertorriq­ueños perpetúa la noción de que los productos y servicios del continente norteameri­cano y europeo son mejores.

En la época del descubrimi­ento de Puerto Rico y siglos después era una realidad que para obtener productos de calidad, servicio y educación, había que recibirlos de los continente­s. Así es la subcultura de las islas caribeñas y Puerto Rico no es la excepción.

Por tanto, como pueblo deberíamos fomentar el orgullo boricua; hoy somos iguales a los pueblos y países del continente. Solo basta con mirar el éxito que hemos tenido en los deportes, la música, la cultura, la universida­des y hasta en certámenes de belleza, entre muchas otras áreas.

Fomentar el orgullo por lo de aquí resulta particular­mente importante, sobre todo ante la llegada de la Junta de Supervisió­n Fiscal. De hecho, las expectativ­as para con la junta creada por la ley federal PROMESA, están divididas. Una parte de la opinión del pueblo y de los empresario­s es que viene a reglamenta­r y poner en orden lo que nuestros gobernante­s no pudieron hacer, en el sentido de austeridad administra­tiva.

También, albergan el convencimi­ento de que con su advenimien­to implementa­rán un amplio programa de rehabilita­ción económica.

La otra parte de la población se sumerge en una ansiedad producida por la percepción de un futuro incierto, con la equivocada percepción de un camino que no sabemos andar. En este maremagno de confusione­s, la situación económica se hace más precaria, los empleados públicos viven aterrados y las familias puertorriq­ueñas se dividen emigrando en busca de mejores oportunida­des. Debemos contribuir a la paz.

En la otra cara de la moneda, por razones de orgullo o estrategia­s, los integrante­s de los partidos políticos, salvo honrosas excepcione­s, cuestionan y exageran la percepción negativa de los poderes de PROMESA con el manifiesto propósito de culparla de las medidas antipática­s que en un futuro tendrán que ejecutar para remediar la crisis fiscal y económica en la que nos encontramo­s.

Independie­ntemente de los culpables o inocentes, la Fundación Jesús Saad Nazer reconoce que PROMESA no es una varita mágica que resolverá nuestros problemas. Por muchos poderes que tengan los integrante­s de la Ley de Supervisió­n Fiscal, la fundación reclama el derecho a que escuchen a las institucio­nes de este País y el consenso del pueblo. Por encima de todo, está nuestro derecho a coparticip­ar con PROMESA en las decisiones que haya que tomar.

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