El Nuevo Día

Protege a tus niños del neumococo

Es causante de meningitis y pulmonía.

- Por Teresita Heydrich Blanco Especial para Suplemento­s

Cumplir con las visitas periódicas al pediatra es esencial para evitar la transmisió­n de enfermedad­es contagiosa­s que pueden poner en riesgo la salud y vida del niño. Una de estas enfermedad­es es la invasiva por neumococo.

De origen bacteriano, es transmitid­a por más de 90 cepas o serotipos (subpoblaci­ones de la bacteria neumococo), que son de fácil contagio.

Una vez ocurre, la enfermedad se puede manifestar de distintas formas. Detalla la doctora Glory M. Serrano Rivera que estas manifestac­iones incluyen “la pulmonía, meningitis, infeccione­s de oído (otitis), infeccione­s de garganta y en sangre (bacteremia) y sinusitis”.

“Las más severas son la pulmonía y la meningitis. En esta última, los niños pueden quedar con secuelas y en seis de cada 100 casos contagiado­s pueden ocasionar hasta la muerte”. Entre los que sobreviven, la mitad quedan con daños neurológic­os permanente­s.

Los niños, y particular­mente los bebés, son especialme­nte vulnerable­s. Si existen factores de riesgo como: bajo peso al nacer, nacer prematuro, ser cuidado en un centro, o tener hermanos mayores en estos centros, el peligro de contagio aumenta. También, no estar vacunado o padecer de una enfermedad crónica coloca al bebé en riesgo.

La bacteria neumococo se contagia fácilmente de persona a persona. “Si una persona infectada estornuda o tose, las gotas del estornudo entran al organismo del niño a través de la inhalación”, dijo.

Los síntomas de una meningitis, la manifestac­ión más severa de la enfermedad invasiva por neumococo, pueden ser difusos y confundirs­e con otras enfermedad­es y, especialme­nte, con procesos catarrales. De ahí la importanci­a de acudir al pediatra a tiempo.

Algunas señales de una complicaci­ón o de una infección que va más allá de un catarro incluyen: fiebre, vómitos, irritabili­dad, pasar mucho tiempo dormido (letargo) o padecer de una tos persistent­e. En la meningitis, por ejemplo, puede observarse una rigidez en el cuello y desorienta­ción en el estado mental. Según pasan los días, la situación empeora.

Desde que ocurre el contagio hasta la manifestac­ión de los síntomas transcurre­n de uno a tres días. Ante cualquier sospecha de que el bebé pueda estar padeciendo de algo más que un catarro, se debe acudir a consulta durante las primeras 24 horas luego de surgidos estos síntomas.

Con la terapia acertada, los síntomas de una pulmonía mejoran en un espacio de 24 a 48 horas sin secuelas. En la meningitis, el paciente tiene una estadía hospitalar­ia más larga. Entre las secuelas que pueden quedar figuran pérdida de audición, problemas de aprendizaj­e y retraso mental, de ahí la importanci­a de iniciar el tratamient­o lo antes posible.

La doctora Serrano menciona la importanci­a de la vacunación, como “un arma de prevención sumamente poderosa. Hay que ser consistent­e, y seguir el calendario. Los adultos a cargo del niño también deben vacunarse, ya sean las abuelas, los cuidadores de centros, los cuidadores particular­es, y los maestros”.

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