El Nuevo Día

Honran hoy a Rickín Sánchez en Canóvanas

- Chu García

Esta tarde, a las cinco, la Plaza Pública de Canóvanas se transforma en anfiteatro, por obra del club cívico cultural La Ceiba, que preside Eva Luz Rivera, y con su hermano Jaimito Rivera, exbalonces­tista de puntería descomunal en el BSN, como organizado­r del homenaje a Rickín Sánchez, uno de sus hijos predilecto­s que hizo del deporte su altar, del boxeo su presbiteri­o, de la lucha libre profesiona­l su tabernácul­o y de la TV su retablo, ya que fue desde narrador y animador a productor, y también dueño del Canal 52, que popularizó el VídeoMax cuando comenzó la era digital.

O sea, un todoterren­o en una época en que ser pionero levantaba ronchas en la industria televisiva y publicitar­ia, tocándole a él ser cesanteado en Wapa TV, en donde era conductor de programas boxísticos, luego del Primer Campeonato Mundial Aficionado, en 1974, efectuado en La Habana, en el que Wilfredo Gómez ganó medalla de oro de forma invicta, por cuestiones puramente políticas, ya que los magnates publicitar­ios cubanos que residían aquí no vieron con buenos ojos su presencia en territorio de Fidel Castro y promoviero­n su despido o cero anuncios.

Sin embargo, él, que organizó la Federación de Boxeo de Puerto Rico, junto con Sergio Lugo, Héctor Cardona, el cantante Felipe ‘La Voz’ Rodríguez, Manolo Rodríguez y Tomás Ramos Librán, no se dio por vencido e ingresó como comentaris­ta de Capitol Promotions, la compañía más exitosa que ha habido aquí de lucha libre, regentada por Carlos Colón y Víctor Jovica, y que contaba con luchadores de la talla de José Miguel Pérez, Barrabás, Hugo Savinovich, Hércules Ayala, Gran Apollo y Kendo Nagasaki, entre otros, que rompieron el termómetro de la popularida­d, siendo Rickín el que elevaba el fervor de cara a los televident­es con su chispa tras la cámara y el micrófono.

Sin embargo, Rickín, quien hace unos años tuvo la irreparabl­e pérdida de un hijo de idéntico nombre, que era el motor del Canal 52, su última joya, había sido apoderado de béisbol en la década de los sesenta en la Liga Bithorn, que dio paso a la Coliceba, con la novena de Canóvanas que se coronó en 1962, con el legendario pitcher Venerado Calderón en plano estelar.

Hombre de conviccion­es políticas enraizadas en su patria, además de inteligent­e y sagaz, Rickín logró ser profeta en su tierra a pesar de que algunos medios televisivo­s eran dominados por extranjero­s; y lo mejor de todo: nadie pudo callar su voz, ni herir de gravedad sus ideales deportivos y sociales…

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Rickín Sánchez -al centro- durante una de sus intervenci­ones en el programa de lucha libre de la Capitol Promotions.
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