Lo que perdimos con Hillary
Tras estas memorias de una Secretaria de Estado de los EEUU se encuentra una mujer inteligente, analítica, dedicada, con un gran sentido práctico y un conocimiento amplio de los problemas mundiales
Hace dos semanas, cuando empecé a leer este libro, estaba convencida de que la reseña saldría siendo ya Hillary Clinton la primera mujer presidente de los Estados Unidos. Quería enterarme de su trayectoria como Secretaria de Estado y compartir lo aprendido con mis lectores. Incluso bromeé con mi colega José Borges, quien me preguntó qué biografía reseñaría en caso de que Donald Trump ganara la elección. “La de Frankenstein”, contesté.
Lo impensable, sin embargo, pasó. Los Estados Unidos tienen ahora un presidente electo que se ha mostrado racista, misógino, xenófobo y vulgar, incapaz, a todas luces, de lidiar con los asuntos complejos del gobierno del país más poderoso del mundo. De todas formas, resulta pertinente reseñar el libro de Hillary Clinton para saber lo que perdimos.
No es esta la historia de su vida, sino de los cuatro años –de 2009 a 2013- en que fue Secretaria de Estado. Las referencias personales son relativamente pocas. El libro concentra en sus funciones oficiales, aunque dista de ser árido. Tras una primera sección titulada “Team of Rivals” en referencia a la obra de la historiadora Doris Kearns Goodwin sobre la selección que hizo Abraham Lincoln de tres contrincantes para su gabinete (William H. Seward, Salmon P. Chase, y Edward Bates), se organiza a base de las regiones del globo que visitó la Sra. Clinton como Secretaria: Asia (China, Burma, Indonesia, Afganistán, Paquistán); la mayor parte de los países de Europa, incluyendo Rusia; y varios países de Latinoamérica además de muchos en el África y casi todos los del Medio Oriente. El enfoque alterna entre las circunstancias y problemas de cada región y el recuento de anécdotas personales, muchas graciosas, además de la descripción de personalidades importantes.
Algo deja ver la ex Primera Dama de su vida personal: su relación con su marido Bill y con su hija Chelsea, que se casó en 2010 y a quien describe como una mujer fuerte, trabajadora y de principios. También habla, en dos pasajes emocionantes, de su madre, Dorothy Rodham, cuya entereza emocional en el curso de una vida difícil resulta admirable.
Las anécdotas humorísticas alivian la seriedad del texto. Clinton relata, por ejemplo, que tuvo que beber leche de yegua caliente y fermentada cuando visitó Mongolia en el 2012 y que, en 2009, un asambleísta municipal de Kenya ofreció cuarenta cabras y veinte vacas a cambio de la mano de Chelsea en matrimonio.
Entre la información detallada sobre los problemas de varias naciones, hay momentos críticos, descritos con habilidad dramática, como la decisión de encontrar y eliminar a Osama bin Laden, que en mayo de 2011 culminó con el ataque de un equipo de infantes de marina al complejo residencial en Paquistán donde se encontraba el líder de al Qaeda. El pasaje refleja la tensión de esas horas en que peligraban también las vidas de los estadounidenses atacantes. El relato lo combina con el de los eventos del 9/11 de 2001 en Nueva York, cuando ella era senadora por ese estado y presenció la devastación de las Torres Gemelas.
También escalofriante es el recuento del ataque del 22 de septiembre de 2012 al complejo diplomático de los estadounidenses en Benghazi, Libia, donde perdieron la vida cuatro americanos, entre ellos el embajador Chris Stevens. El incidente trágico fue parte de los disturbios suscitados por todo el Medio Oriente por un video hecho en Estados Unidos donde se ridiculizaba al profeta Mahoma. Esta sección se lee como un “thriller”. Igualmente fascinante y trágica resulta la trayectoria de la violencia siria.
La última parte se refiere a asuntos globales: el cambio climático, los derechos humanos, los problemas energéticos, la nueva diplomacia digital y la situación de Haití.
A través del libro se perfila una mujer inteligente, analítica, balanceada, dedicada, con un gran sentido práctico y un conocimiento amplio de los problemas mundiales y de las directrices globales de EEUU. La oportunidad de tener a una persona así en la presidencia del país más poderoso del mundo es, precisamente, lo que se ha perdido.