El Nuevo Día

Conversaci­ón con un riñón enfermo

Este importante órgano cuenta cómo terminó con insuficien­ca renal y qué hacer para evitarlo

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En el mundo existen, al menos, 415 millones de personas con diabetes. Este mal está fuertement­e asociado con el sobrepeso y la obesidad. A él se le atribuye la muerte de casi cuatro millones de personas cada año. Quizás una de las principale­s complicaci­ones que hace que la diabetes deteriore la existencia, y hasta termine con la vida de quienes la padecen, es el daño que produce en los riñones, al punto que los puede dejar completame­nte inservible­s y postrados en un estado que se conoce como insuficien­cia renal (IR).

De hecho, hoy se sabe que el 44 por ciento de los casos nuevos de IR “que es la última etapa de la Enfermedad Renal Crónica (ERC)” son por culpa de la diabetes mal controlada. Para hablar de su estado, mientras es reemplazad­o por una máquina de diálisis, un riñón insuficien­te cuenta su historia. “Ya no funciono, pero no soy el único, aquí solo soy el vocero de todos los órganos a los que el azúcar alta nos deja en la lona”, dice, al tiempo que insiste que habla para que a otros no les pase lo mismo.

¿Cómo llegó a esta situación? Empiezo por decir que no fue de un día para otro, sino después de un proceso de muchos años en los que la diabetes mal controlada terminó por vencerme.

Le explico: cuando el azúcar se mantuvo por encima de 180 (mg/dl) ya no fui capaz de retenerlo en el cuerpo; en ese punto se me empezó a escapar por la orina. Ese fue el primer síntoma de que yo estaba mal. ¿Y qué siguió? Pues que cuando me llegaba la orina para filtrarla, dejaba eliminar por ella las proteínas, como la albúmina, y eso es un desastre porque son muy importante­s para el cuerpo.

Además, poco a poco me volví incapaz de limpiar la sangre de los desechos tóxicos y los fui dejando en el cuerpo. Imagínese lo grave.

¿Podría contarnos qué es lo que se le daña? Resulta que tengo casi un millón de filtros que se llaman glomérulos, que tienen unas células con piececitos conocidas como podocitos que se organizan de tal manera que forman una red con sus patitas que impiden que por entre ellas se escapen las proteínas.

El problema es que el azúcar alta hace que estas células se sientan en un ambiente tan hostil, que ya no son felices, por lo que algunas se mueren y otras se suicidan (apoptosis), y cuando eso pasa pues el filtro desaparece y se cuela todo por ahí. Eso suena terrible. ¿Y todo es por el azúcar? Sí, el asunto es que si los podocitos tienen que nadar en este “melao” ellas cambian de comportami­ento y hacen que en sus membranas apa- rezca una molécula llamada CD74 que las hace más sensibles a las malas compañías (por ejemplo a las células y las sustancias de las inflamacio­nes); eso las vuelve agresivas y las lleva a producir unas proteínas que inducen a sus vecinas a suicidarse. Como le dije, con los podocitos muertos, las proteínas se escapan por la orina y esa es la primera manifestac­ión de que mi daño es grave.

Insisto, ¿es solo por el azúcar? Tengo que aclarar que como en todos los males hay otros factores que confluyen para empeorar las cosas; por ejemplo, hay personas más predispues­tas, también hay factores ambientale­s y, por supuesto, la presión arterial elevada es un enemigo mío de primera línea.

¿Cómo se sabe que usted está fallando? Lo primero es sospechar, porque si una persona es diabética el riesgo de deterioro es muy alto. En ese caso deben hacerse unos exámenes que empiezan por medir el azúcar y las proteínas en la orina. También hay que saber qué tanta sangre estoy filtrando por minuto, y le doy el dato: si es menor de 60 mililitros por minuto, ya estoy enfermo, así que mucho ojo.

¿Y eso tiene remedio? Por supuesto que todo esto se puede prevenir y, además, se puede retrasar el curso de esta enfermedad si ya me tiene en sus manos. Es importante que la gente sea consciente de que todo empieza por mantener el azúcar en la sangre a raya. Igualmente, hay que controlar la tensión arterial, revisar la dieta y hacer controles médicos de manera regular.

¿Qué pasa si el daño progresa? Pues que los riñones terminan en un estado igualito al mío, es decir inservible­s y como sin nosotros no se puede vivir, las personas tienen que depender de una máquina de diálisis que cumpla la tarea de limpiar la sangre o reemplazar­me por el riñón de un donante a través de un trasplante. No hay nada que hacer.

Usted se presentó como el vocero de los órganos víctimas de la diabetes. ¿Cuáles son los demás? Bueno, sepa que de la cabeza a los pies, todo el organismo es presa de la diabetes, pero los más afectados, además de mí, son las arterias y las venas, la retina y el sistema nervioso, principalm­ente los nervios. (Fuentes: Organizaci­ón Mundial de la Salud. GDA/El Tiempo/Colombia).

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