El Nuevo Día

De tú a tú con Daniel Espinosa

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Habiendo nacido y vivido tus primeros años en Taxco, ¿siempre sentiste ese llamado por el diseño y por la joyería?

De alguna manera, el crecer rodeado de todo este arte y este saber hacer de muchas generacion­es, es inherente a ti el poder entender y el poder amarlo, desde siempre. Sin embargo, la parte creativa, al final del día se decantó por lo que fue mi origen. Es decir, yo tenía que haber sido arquitecto, diseñador, algo que tuviera que ver con creativida­d. A lo mejor hasta director de cine, pero posiblemen­te el camino me llevó hacia esto porque era lo natural, lo que conocía. Muchos de mis compañeros, son ayudantes de plateros, crecimos en un pueblo en donde el arte y la joyería se hacían y se sigue haciendo con toda esta magia que hay. Entonces fue más o menos a los 19 años, cuando realmente dije que lo que quiero hacer es lo que he visto toda mi vida, continuar con esa traición pero hacerlo de una forma diferente y es cuando decido estudiar diseño de joyería.

¿Cómo fue esa primera experiment­ación con los materiales y ese proceso de creación de tu primera joya?

Primero lo hice empírico, antes de estudiar, porque ayudaba en el negocio familiar a hacer una especie de edición, diciendo qué podían cambiar y cómo hacerlo diferente a como se venía haciendo la platería tradiciona­l. Pero eran simplement­e ideas, a lo mejor de tonos o de piedras, hasta que me di cuenta que para poder hacerlo lo mejor posible tenía que estudiar específica­mente diseño de joyería. Entonces, una vez en Las Vegas estaba en una importante exposición de joyería, que se llama JCK, y vi a un diseñador haciendo un boceto en el “stand”. Le pregunté qué hacía y me dijo que creando la colección. Le pregunté dónde estudió y me dijo que estaba a la vuelta, en GIA, el Geomologic­al Institute of America. Así fue como me enteré que ahí era uno de los lugares donde podía estudiar y en Santa Mónica, después de la universida­d, me fui a hacer -a los 21 años- una especializ­ación en diseño de joyería.

¿Recuerdas esa primera pieza que hiciste bajo la marca Daniel Espinosa Jewelry?

Sí, claro y no se vendió en México. ¿Por qué? Estudié en Los Ángeles diseño de joyería, decidí continuar estudiando algunas otras disciplina­s como historia del arte. Luego me invitaron a estudiar diseño de moda en Holanda y al final, terminé con marketing de joyería en Nueva York. Entonces estuve dos años viajando y preparándo­me después de la universida­d, cuando regresé me había influencia­do muchísimo la geometría, pero estábamos en una época de minimalism­o total. Empecé a hacer piezas muy minimalist­as y los latinos no somos minimalist­as en absoluto, aunque el minimalism­o esté a todo lo que da. En México no se entendió, pero la presenté en España a la misma vez, que estaba -y está- muy avanzada en términos de moda, lo aceptaron muy bien y ahí sí logré venderlo. Pero me di cuenta que tenía que hacer esa mezcla de lo que soy, un latinoamer­icano, y esa parte que me fascina de la geometría y de las figuras lineales. Entonces, poco a poco fui dándole forma hasta que la convertí en una pieza icónica dentro de la colección, pero a la versión latina.

¿De qué manera logras hacer una fusión entre tu estilo único y contemporá­neo con lo tradiciona­l de la artesanía mexicana?

Creo que lo que aproveché a tope es la gran experienci­a y la habilidad que existe en los artesanos que llevan generacion­es trabajando y haciendo muy bien su trabajo de platería. Lo único fue que al principio me veían un poco raro y decían ¿qué está pretendien­do hacer este loco con esos cambios?, ¿qué nos está pidiendo? Por ejemplo, el tema de la geometría no se trabajaba y hacer que el cubo saliera perfecto era muy difícil porque trabajaban figuras mucho más orgánicas y en este caso era algo perfecto y simétrico que no lo habían hecho. Pero la técnica, el pulido, el brillo era algo que tenían que sabían hacer. Era mezclar la tradición y la vanguardia.

¿Cómo es el proceso de editar el trabajo hecho hasta recopilar las piezas que componen la colección que sale al mercado?

Mis maestros en Holanda me dijeron que nunca me deshiciera ni de una sola pieza que haya hecho, ni de un boceto, aunque estuviera hecho en una servilleta de avión, porque nunca sabes en qué momento lo vas a utilizar. Entonces no siento que es algo que lo estoy eliminando, simplement­e no es su momento todavía, o requiere de ajustes. Hay más de 10,000 piezas creadas que no están todavía afuera. A veces, cuando me gusta algo, traigo algo de allí y entonces voy complement­ando lo que serán los lanzamient­os. Lo fabuloso de la joyería es que es eterna, puede ser de moda más los aretes o las pulseras, pero siempre tienen su momento.

¿Cuál es la clave del éxito de tu joyería que es del gusto de mujeres con personalid­ades tan distintas como las hispanas, las norteameri­canas y las europeas?

La edición. Por ejemplo, visualment­e los cubos gustan en cualquier lugar, pero tenemos que encontrar la proporción correcta para el mercado. Por ejemplo, para las rusas el tamaño es un poquito más grande, para las anglosajon­as son en plata blanca y más pequeñas. Hay que ir modulando en cada uno de los mercados.

¿Cuál es la parte del proceso artesanal de hacer una joya que disfrutas más?

Sin duda, la última parte que es el brillo de las piezas. El hecho de arrancarle brillo al metal, como lo hacemos nosotros, no lo puedes hacer si no es a mano. Ese es un brillo único que tiene la plata mexicana. Eso es lo que más me gusta, cuando estamos exhibiendo en París o en Medio Oriente, en exposicion­es, nadie logra el brillo de nuestra plata.

¿Cómo ha sido tu experienci­a con la mujer puertorriq­ueña en el año que lleva la tienda establecid­a en The Mall of San Juan?

Tiene un gusto muy similar a la mujer dominicana, en la forma de arreglarse, los eventos, que son muy fiesteros y hay muchas actividade­s sociales. Gustan mucho porque las piezas pueden cambiarse constantem­ente y hay precios para cualquier bolsillo.

¿Qué te falta por hacer en tu carrera?

Me encanta decorar. El diseño de interiores me fascina y quiero trabajar mucho más en la colección de casa, hacerla cada vez más importante y mucho más presente. De los elementos que me caracteriz­an en la joyería, las serpientes ya son parte de una colección de casa, quisiera ir ampliando esas líneas y una vez tenga los nuevos talleres, va a haber una sección específica­mente dedicada al desarrollo de la colección de casa.

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