El Nuevo Día

Diversas formas de agradecer

Diversas formas de agradecimi­ento afloraron en Acción de Gracias

- Cynthia López Cabán cynthia.lopez@gfrmedia.com Twitter: @cynthia_lope

Llegan desde temprano para ubicarse en un lugar estratégic­o, para no quedarse con las manos vacías. Algunos traen sillas de playa para estar cómodos durante la espera. Otros esperan de pie, vigilantes.

Pero cuando el hombre trigueño, de cabello canoso, abre aquella puerta todos salen en tropel, como hormigas que divisan un festín.

No se trata de una fila de cuerpos golosos que tratan de pescar artículos en la venta especial, que inicia el periodo navideño, sino de hombres y mujeres que se asoman a la placita Cordero en Santurce en busca de su primer plato de comida, de un poco de compañía.

El pastor Lino Viera abre la puerta del baúl de una guagua color púrpura a la 1:29 p.m. Del interior del vehículo, salen aromas a especias y condimento­s, a gandules y pavo.

Baja primero una docena de sillas. Luego una mesa blanca y varias bandejas de comida. Su esposa, la pastora Margarita Montañez, conversa con los hombres y mujeres, que buscan comida.

Detrás de la guagua se estaciona un vehículo compacto gris, donde viajan Vivian Batista y Luis Figueroa, quienes empezaron su peregrinac­ión en Cupey.

El dúo de amigos también trae comida, galletas y mantecado.

Batista explica que parte de la comida (cerdo asado) que traen la donó el restaurant­e Amadeus, donde trabaja. El pavo y el arroz con gandules, añade Figueroa, lo ordenaron en una panadería, pero en la mañana lo dividieron en las porciones individual­es que han entregado en varios puntos de la zona metropolit­ana.

Un guardia de seguridad desemplead­o toma un plato de comida y se sienta en un columpio, ubicado bajo un frondoso árbol, mientras tres perros realengos corren detrás de una iguana.

“Cógela, cógela”, gritan unos hombres que se encuentran sentados en sillas del playa bajo otro árbol cercano a una columna de cemento donde está escrita a mano una cita del maestro Rafael Cordero.

“Me quedé en la calle cuando eliminaron los guardias nocturnos de la escuela”, afirma Juan Cruz.

El hombre de 50 años reside en el Hogar Amparo en Santurce desde que perdió su empleo hace tres años. Visita la placita con frecuencia en busca de un plato de comida.

No está solo. Otros hombres y mujeres llegan al lugar en busca de ropa y de comida. Viven solos, en modestas viviendas o cuartos con ingresos que apenas les permiten sobrevivir.

Otro residente del Hogar Amparo, Jorge Estrella, de 60 años, devora la comida.

De pelo largo y barba, que se asemeja a Jesucristo, explica que se quedó solo luego que sus padres murieron.

Una mujer con pantallas plateadas de corazón se mueve sigilosame­nte por la placita. Come mantecado.

“Vengo aquí en busca de comida y ropa”, señala María Morales, de 69 años.

“Vengo desde hace un año, pero luemidas go que perdí mi caso vengo con más frecuencia”, agrega.

La mujer, que habla con un ligero acento mexicano, perdió su casa en el sector Altos del Cabro en un incendio hace cuatro meses.

“Mi hijo sufrió quemaduras de segundo grado”, indica sobre el incendio que acaparó titulares porque dos turistas españoles ayudaron en su rescate.

Morales vive de una pequeña pensión de seguro social. Dice que por la edad ha enfrentado dificultad­es para conseguir un empleo.

“Estoy bien agradecida por toda la ayuda que he recibido”, indica.

“Aquí el que no come es porque no quiere”, agrega.

Entonces ofrece el calendario de co- del lugar. Los martes los estudiante­s de la Academia Perpetuo Socorro traen comida para los residentes que duermen en la plaza y los visitantes que deambulan por el lugar durante el día. Los miércoles correspond­e a la Iglesia de Mission Board, los jueves son de Pizza. “Las trae una muchacha que se llama Rosana”, puntualiza Morales.

El viernes es día de chocolate y sándich y los lunes, miércoles y viernes hay comida a las 3:00 p.m. en el Hogar Edén.

“No hay razón para pasar hambre”, insiste la mujer.

En la avenida Fernández Juncos se detiene una guagua crema. De su interior, salta una muchacha con un tra- je maxi azul y negro. Abre la puerta trasera y saca del interior varias bolsas de papel.

Cuando los residentes y asiduos de la plaza se percatan de que trae comida comienzan a correr en esa dirección. Corren hombres y mujeres. En cuestión de segundos, la muchacha regala unas 10 bolsas de comida y parte del lugar a prisa.

Indiferent­e, en el suelo yace Daniel Plumey, quien escucha un radio pequeño, que funciona con dos baterías doble A.

“Soy el ‘private E2’”, comenta el hombre vestido con un uniforme de camuflaje que lleva una placa con el apellido Torres.

Al otro lado del plaza, que se ha

convertido en un lugar de encuentro y de salvación para muchos, se acomodan los cuatro hombres de las sillas de playa.

Mudaron sus sillas de la plaza al frente de la escuela Rafael Cordero, justo debajo de un árbol de flamboyán.

“Nos vinimos acá por la sombra”, apuntó uno de los hombres.

El cuarteto de amigos conversa animadamen­te. Tres tienen un cuarto y visitan la plaza durante el día, uno –que lleva espejuelos verdes– duerme en el lugar ubicado en el barrio Gandul.

“Nos sentamos a conversar, a recordar los viejos tiempos”, comenta uno.

Otro apunta que en el lugar existen reglas. Primero comen las personas que duermen en la plaza a la intemperie y bajo las estrellas. Después comen los hombres y mujeres que tienen un techo para dormir.

“Yo pago un cuarto, pero vengo aquí a buscar comida. La cosa está dura”, apunta un hombre, que habla con un acento dominicano.

OTRAS FILAS. Horas antes, en Río Piedras unas 500 personas abarrotaba­n un recinto en la calle Espioncela, esquina Torcaza, en Country Club, sin que hubiera una venta especial.

Al ritmo de una banda, que mezclaba melodías de rock con nueva trova, los feligreses de la iglesia Santa Bernardita en Río Piedras daban gracias por las bendicione­s recibidas y por la vida. Bailaban y se abrazaban.

Había cola, pero no para entrar a una tienda sino para entregar una ofrenda o recibir la comunión. Tampoco había empujones, pero sí palabras de aliento y besos, algunos soplados al aire.

Los 20 bancos de la iglesia estaban llenos de grandes y pequeños. También el vestíbulo del templo.

El padre Wilfredo Peña encabezó la homilía especial en un recinto salpicado de alegría y fervor.

Peña disertó sobre el amor y el agradecimi­ento, sobre la vida y la solidarida­d. Recordó la parábola del hijo pródigo al mencionar la importanci­a del calor del “fogón del hogar” y de la compañía de los seres queridos y de la familia extendida.

“Espero que la frialdad de sus vidas pueda calentarse con el fogón de nuestra familia comunitari­a”, afirmó Peña al hablar de las personas que llegaban por primera vez a la congregaci­ón.

En una ceremonia repleta de esos ritos que el Principito decía que eran actos que hacen que un instante no se parezca a otro, los feligreses celebraron ayer el Día de Acción de Gracias.

Como un gesto de esa voluntad de agradecimi­ento y de la capacidad para soñar, lanzaron al aire cientos de globos amarillos y anaranjado­s con mensajes de agradecimi­ento y sueños de un mejor País.

“Felicidad, alegría, salud para todos”, leía un globo que contenía los sueños de tres hermanos.

Un hombre sesentón pidió empleo para su hija que “que hace tiempo está sin trabajo”.

Otros globos daban gracias por la familia, los hijos, el amor, el matrimonio y los talentos.

Entre la bandada de globos color naranja se coló uno que pedía la libertad para el preso político Oscar López, quien espera por que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, le conceda un indulto. Porque como decía el Principito, “se debe pedir a cada cual, lo que está a su alcance realizar”.

“Esto me parece muy bueno porque ayudan al que necesita” JUAN CRUZ Guardia de seguridad desemplead­o “Estoy muy agradecida por toda la ayuda que he recibido” MARÍA MORALES Residente de Santurce

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Los residentes y asiduos de la Plaza Cordero en Santurce recibieron ayer comida de voluntario­s que visitaron el lugar en diversas tandas. En la foto, la pastora Margarita Montañez ayuda a repartir el almuerzo.
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Como todos los días, Jorge Estrella llegó a la plaza Cordero en busca de un plato de comida caliente.
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Un grupo de jóvenes ejecutó una danza de “acción de gracias” durante la homilía especial celebrada ayer.
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Feligreses de la iglesia Santa Bernardita en Río Piedras lanzan globos al aire con palabras de agradecimi­ento y pedidos especiales.

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