El Nuevo Día

Peligros del culto al partido

La disciplina férrea a un partido en control del país puede inducir al abuso o al error

- Gabriela Saker Jiménez gabriela.saker@gfrmedia.com Twitter: @sakergaby

La penúltima página del Plan para Puerto Rico del electo gobernador Ricardo Rosselló Nevares blinda el documento de una armadura para proteger la ruta trazada. Se trata de un Compromiso, una especie de acuerdo que firmaron todos los candidatos a puestos electivos bajo la Palma.

A todos se les permite presentar sus propuestas y expresar con “absoluta libertad” sus opiniones, pero el documento dicta que una vez el asunto se discute y se resuelve por votación mayoritari­a en el interior del Partido Nuevo Progresist­a (PNP), “ningún oficial podrá menoscabar públicamen­te o tratar de imponer su criterio personal por encima de la posición institucio­nal que se haya adoptado”.

“Nosotros vamos a cumplir cabalmente con la agenda de nuestro gobernador, plasmada en el Plan para Puerto Rico. Ese compromiso es con el pueblo. Yo no soy como otros, yo siempre cumplo mis compromiso­s”, afirmó el nuevo presidente de la Cámara, Carlos “Johnny” Méndez.

En el caso de los legislador­es, ese acuerdo implica que, de obstruir cualquier proyecto de ley que pretenda adelantar el Plan, que es también el programa de gobierno del PNP, los senadores y representa­ntes podrían enfrentar sanciones como la censura, la suspensión sumaria de sus cargos en el partido y el retiro de confianza.

A ese renglón, el ahora portavoz de la mayoría Gabriel Rodríguez Angleró, ni siquiera le prestó atención, dijo. No cree que surjan sanciones, ya que todos están “cónsonos” con el plan, lo defendiero­n en sus distritos y nadie presentó objeción en adelantar proyectos de ley que envíe Fortaleza amarrados a “cada línea” del Plan.

Surgió la pregunta una vez más de si esta medida se opone a la división constituci­onal de poderes entre las ramas de Gobierno, a lo que el representa­nte aclaró que siempre está “la discreción para el legislador” de emitir su voto o alguna enmienda porque las medidas “no están escritas en piedra”. Sin embargo, defendió la cohesión de su partido, distancián­dose de la Legislatur­a de Alejandro García Padilla, enmarcada en la improvisac­ión y la reacción a la crisis, sin un plan de trabajo pensado a plenitud. CONCENTRAC­IÓN DE PODER. Cuando en el 2005, Kenneth McClintock y un grupo de otros cinco senadores conocidos como “los auténticos” se aliaron con la minoría del PPD en el Senado para evitar que Pedro Rosselló asumiera la presidenci­a del cuerpo legislativ­o, fueron expulsados por el Directorio de su partido. Cinco de ellos llevaron el pleito al Tribunal, donde entraron en disputa la separación de poderes y la Ley Electoral versus la libertad de asociación.

En estricto derecho constituci­onal, la separación de poderes implica que cuando un legislador electo vota solo tiene que seguir el dictado de su conciencia y el reclamo de sus constituye­ntes, de modo que el Ejecutivo no puede obligarlo a votar, explicó el catedrátic­o en derecho constituci­onal Carlos Ramos González.

Sin embargo, en términos políticos, el panorama cambia, agregó. Cumplir con el Plan se ve como una obligación política del funcionari­o electo con su partido y, en efecto, puede enfrentar sanciones si rompe con ese pacto.

“Si alguno de ellos se desvía, eso no quiere decir que están sujetos a ser expulsados de la Asamblea Legislativ­a. No hay ninguna sanción oficial como legislador, pero el caucus (de su partido) podría decidir, por ejemplo, quitarle una portavocía, no citarlo a las reuniones de caucus, cuando vayan a la reelección, pueden poner eso en su acreditaci­ón. Son implicacio­nes en su trabajo político”, dijo el profesor de la Universida­d Interameri­cana.

Esa total sincronía entre la Rama Ejecutiva y la Legislativ­a al punto a veces de aplastar las voces minoritari­as, la instauró el Partido Popular en la época de Luis Muñoz Marín, cuando la unidad era total e incuestion­able. Cuando las discrepanc­ias con Roberto Sánchez Vilella fracturaro­n esa rígida unanimidad y arrancó el bipartidis­mo en 1968 con la victoria de Luis A. Ferré por el PNP, se quebró ese tipo de gobierno, lo cual trajo sus propias consecuenc­ias.

“Por muchos años en Puerto Rico se hacía lo que se escribía en las plataforma­s, después nadie le hacía caso cuando llegaba al poder y eso evitaba que se adelantase­n ciertos principios que se contrajero­n con el pueblo. Comenzó la erosión que hoy en día tenemos con los partidos políticos”, comentó Ramos González.

En las últimas décadas, ha sido el PNP el que ha recuperado esa férrea disciplina de partido. Bajo los cuatrienio­s del exgobernad­or Pedro Rosselló, los compromiso­s programáti­cos pasaron a casi estar escritos en piedra como contratos inamovible­s contraídos con el pueblo.

A pesar de que en principio ese cumplimien­to de promesas de campaña podría ser vista con buenos ojos, el profesor señaló que esa rigidez también tiene sus peligros, pues evita que la gente dentro del partido se atreva a disentir, oculta la discusión interna y limita la actividad política que debe ajustarse a una realidad que cambia y a veces exige nuevas y mejoradas respuestas que modifican el programa.

“Si bien yo reconozco la libertad de asociación, desde la perspectiv­a de la sociedad y de la salud democrátic­a, la disciplina férrea a un partido que controla las principale­s estructura­s de gobierno se presta a exceso de concentrac­ión de poder que a su vez puede llevar al abuso y a la toma de decisiones incorrecta­s, y el país se priva de conocer la discrepanc­ia de criterios sensatos que puede haber dentro de un mismo partido político”, concluyó el profesor.

“La concentrac­ión de poder político se presta al abuso y se presta al error, porque no tienes quién te diga que estás equivocado” CARLOS RAMOS GONZÁLEZ Catedrátic­o de derecho

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Los candidatos del Partido Nuevo Progresist­a que resultaron electos firmaron un documento en el que se compromete­n con mantenerse alineados con las decisiones que tome la mayoría en el interior del partido.

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