Raymond Pérez se despide a lo grande
Tras 32 años de carrera, el editor de deportes de El Nuevo Día se retira lleno de vivencias, lecciones y agradecimiento
Q Tenía alrededor de 14 años cuando le pidió prestada la bicicleta a su mejor amigo para ayudarlo a cubrir una ruta como porteador de periódicos. Al entonces jovencito Raymond Pérez no le interesaba tanto el “dinerito” que podía generar en su primer “empleo” como porteador, sino la oportunidad de abrir “de atrás hacia adelante” las páginas del diario El Nuevo Día en horas de la madrugada para leer de principio a fin, y primero que nadie la sección de Deportes.
“Antes de repartirles el periódico a los clientes, lo primero que hacía era buscar la sección deportiva para leer las noticias de Roberto Clemente y Peruchín Cepeda que jugaban en las Grandes Ligas. Me quedaba pegado leyendo el periódico”, cuenta Pérez. “Ya desde los 9 años me apasionaban los deportes, especialmente el béisbol. Para el 1967 se transmitía por televisión la Serie Mundial entre San Luis y Boston, y fue cuando nació mi pasión por los deportes”, prosigue.
Fue con ese trabajo de porteador siendo un adolescente en el residencial Ignacio Morales Dávila de Naguabo que Pérez comenzó su relación con el diario El Nuevo Día sin imaginar que algún día entraría por las puertas de la empresa para completar una carrera de 26 años.
“Salir de Naguabo a convertirme en el Editor de Deportes de El Nuevo Día no fue una meta. Fue algo que surgió en el camino. Lo aproveché y lo hice con pasión y cariño por muchos años”, reflexiona Pérez sentado en una silla mecedora en la sala de su residencia en Cataño a unos días de oficializar su retiro de la empresa.
Pérez recibió a El Nuevo Día en su residencia para repasar su trayectoria de 32 años en el periodismo y a casi un año de vivir el momento más duro de su vida, cuando entró a un quirófano para que le amputaran parte de la pierna derecha tras encontrársele un tumor canceroso en el área del pie. Actualmente lleva una prótesis que le permite caminar por sí solo y hasta divertirse por el vecindario corriendo un triciclo a sus 58 años. CON LA TINTA EN LAS VENAS. Tras completar entre finales de los 70 y principios de los 80 su bachillerato en Educación y maestría en Periodismo en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, Pérez colaboró dos años con el desaparecido periódico El Reportero hasta que consiguió su primer trabajo a tiempo completo en el diario El Mundo (1984 a 1987). De 1988 a 1990 laboró en El Vocero, aunque fuera de deportes: cubriendo tribunales y policíacas.
Fue en el 1990 que dio el salto a El Nuevo Día de la mano de Pepo García y de David Colón para regresar a la sección deportiva. “Volví a Deportes con la oportunidad de viajar y cubrir eventos importantes como fue la primera participación del Dream Team de Estados Unidos en el Preolímpico de Portland 1992, antes de las Olimpiadas de Barcelona”, recuerda.
Como una de las principales plumas de la sección, Pérez formó parte de la
“Igual privilegio es ver cómo muchos lectores leen el periódico de atrás hacia adelante y se disfrutan y se informan con el trabajo que hacemos todos los periodistas deportivos”
“Tengo vida y puedo disfrutar de la misma. La fe en Dios es vital en el proceso (de enfrentar el cáncer) y quiero transmitir mi experiencia a otras personas. Quiero ser un ejemplo”
plantilla de Deportes hasta el 2000, donde pasó los últimos dos años trabajando para la reconocida revista Domingo Deportivo, bajo la dirección de Mimi Ortiz. Fue un tiempo en que demostró contar con las herramientas y el conocimiento para manejar otros temas aparte de deportes y la empresa lo asignó a otras secciones como Salud y Ciencia y una llamada “Pueblo por Pueblo”.
En el 2007, no obstante, regresa a su primer amor y se concreta el regreso a Deportes para laborar como subeditor junto a la primera editora de la sección, Amelia Estades.
Dos años más tarde, Pérez recibió la encomienda de asumir la jefatura de Deportes con la ayuda de Jorge Pérez y enfrentar uno de los retos más grandes del periódico con el lanzamiento de “Meta”, un suplemento deportivo trabajado entre periodistas de El Nuevo Día y Primera Hora, que publicaría en el marco de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Mayagüez 2010. Tras su participación en ese proyecto, Pérez siguió manejando con pasión y dedicación la sección deportiva en otros eventos relevantes como las Olimpiadas de Londres 2012, el Clásico Mundial de Béisbol 2013, el Mundial de Baloncesto de España 2014 y los Panamericanos de Toronto 2015.
LA GRAN BATALLA. Fue en el 2015 que la vida de Pérez comenzó a dar otro giro. En febrero, una molestia en un brazo lo llevó a visitar a un fisiatra y aprovechando la ocasión le contó que sentía una “pelotita” debajo del pie derecho a consecuencia de un golpe en un partido de sóftbol. El médico le recomendó someterse a un estudio médico de inmediato. En agosto del mismo año, Pérez se realizó una biopsia y, a los dos meses, el oncólogo Juan Bibiloni le explicó que la prueba reveló la presencia de un tumor maligno en el área del pie.
“Se trataba de un tumor muy agresivo llamado sarcoma sinovial. El doctor me dijo que había dos formas de manejarlo: operando y limpiando el tumor o amputando la pierna en caso de que el tumor estuviera muy regado”, cuenta.
La palabra cáncer, según Pérez, no lo golpeó tanto como la palabra “amputación”. Pensar en la posibilidad de que podía perder una extremidad y ver limitada sus funciones fue devastador, según contó. “Se me cayó el mundo encima y le dije al médico que tratara de salvarme el pie”, expresa al recordar el momento amargo de aquella cita médica.
El 12 de noviembre entró al quirófano para que el médico le limpiara el área del pie sin la necesidad de una amputación. Pero, al no amputar el pie, existía riesgo de que regresara el cáncer.
“Recuerdo que llegó enero (de 2016) y (el doctor) me dijo que el tiempo estaba en mi contra. Fue entonces que mi esposa Zulma le preguntó: si se tratara de un familiar suyo, ¿qué usted haría? Y el médico contestó: ‘Lo amputo’”.
Fueron las palabras que convencieron a Pérez de que perder una extremidad era el paso correcto.
“Pensé en que quería ver a mis tres hijos crecer. Mi hija menor se graduaba de octavo grado; el nene estudia en la Universidad de Mayagüez y quiero verlo graduarse; y mi hija mayor se casa ahora el año que viene. Son metas que uno tiene como papá”, dijo el progenitor de Joanna, Raymond Gabriel y Aimée Cristina.
El 12 de enero de este año, Pérez entró a la sala de operaciones por segunda ocasión, esta vez para perder parte de la pierna derecha con el propósito de eliminar cualquier tejido canceroso en el pie.
“Al principio cuestionas ‘por qué me pasó a mí’, pero es una etapa muy normal, dice el psicológo. Esta es una experiencia que necesitas el apoyo emocional de tu familia, amigos y vecinos. Hacerlo solo es muy violento. Yo me deprimí en un momento dado y no quería ver televisión ni escuchar música. Solo me pasaba sentado en un sillón hasta que Zulma me impulsó a buscar ayuda de un psicólogo y psiquiatra, y me encarrilé. Tengo vida y puedo disfrutar de la misma. La fe en Dios es vital en el proceso y quiero transmitir mi experiencia a otras personas. Quiero ser un ejemplo”, reflexiona Pérez sin perder la alegría que lo caracteriza y agradecido del respaldo de su familia y del doctor Bibiloni.
En días pasados, Raymond formalizó su retiro de la empresa y el director Luis Alberto Ferré y sus compañeros de trabajo elogiaron su profesionalismo, su entrega, su pasión, y sobre todo su don de gente, su alegría y amistad.
“Fue algo formidable. Fue una gran oportunidad de darles las gracias a todos”, apunta con una sonrisa al tiempo que anuncia que desea seguir escribiendo de deportes.
“Durante estos años también fue un privilegio poder llegar a miles de lectores con nuestro trabajo periodístico deportivo. Igual privilegio es ver cómo muchos lectores leen el periódico de atrás hacia adelante y se disfrutan y se informan con el trabajo que hacemos todos los periodistas deportivos”, concluyó Raymond determinado a continuar adelante y disfrutar a plenitud esta nueva etapa de su vida.