El Nuevo Día

El acuerdo de la AEE es esencial para la confianza

El reconocimi­ento, por parte de la propia Autoridad de Energía Eléctrica, de que opera a menos de la mitad de su capacidad, evidencia la urgencia de poner en vigor los términos del acuerdo de reestructu­ración que la AEE firmó con sus acreedores.

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Cerca de dos años de intensas negociacio­nes dieron paso a un plan abarcador para la puesta al día de la corporació­n pública. Ese plan contiene disposicio­nes para el cumplimien­to con las obligacion­es crediticia­s, el desarrollo de fuentes de energía renovable con la participac­ión del sector privado, y una administra­ción basada en la inversión y el ahorro sensatos, entre otras prioridade­s.

En el marco amplio, las metas del pacto de confianza sellado entre la AEE y sus bonistas son la modernizac­ión y la competitiv­idad energética, vehículos para poner fin a la dependenci­a del petróleo que encarece el servicio. Se trata de lograr justicia energética para consumidor­es individual­es y empresaria­les.

Por eso, los objetivos alcanzados por esa negociació­n tienen que respetarse. Las intromisio­nes partidista­s empeoran la ya atropellad­a condición de la empresa energética pública y la confianza que el mercado de valores tiene que volver a encontrar en Puerto Rico.

El hecho es que la corporació­n opera prácticame­nte a la mitad de su capacidad. Aunque el director ejecutivo de la AEE señala que los alrededor de 3,600 megavatios que se generan son suficiente­s para responder a la demanda, la ciudadanía y el sector empresaria­l están expuestos a imprevisto­s. El fuego en la Central Aguirre y el colapso total del sistema en septiembre pasado dan cuenta de la magnitud de los efectos de este serio problema en las economías de las familias y del País.

La fragilidad de la capacidad generatriz de las plantas energética­s abona a la desconfian­za general y menoscaba las estrategia­s de crecimient­o y desarrollo. La situación precisa de la continuida­d de un plan que resuelva los grandes escollos que entorpecen la modernizac­ión energética, entre los cuales predomina el endeudamie­nto de la Autoridad.

Entendemos el argumento de la presidenci­a de la Junta de Gobierno de la AEE, en el sentido de que operar el sistema eléctrico al máximo de su capacidad, más allá de los 5,000 megavatios, no es costo-efectivo, ya que se estaría quemando combustibl­e en exceso, con el consiguien­te gasto adicional para el consumidor. Pero una cosa es ser prudente, conteniend­o de forma voluntaria la generación de electricid­ad, y otra estar amarrados a las averías y la falta de mantenimie­nto, y consolarno­s con que eso es bueno porque no se necesita tanto.

Son varias las plantas que reflejan averías severas, y en esas circunstan­cias habría que disponer de un plan B, apoyado en las unidades de respuesta rápida o “back up”, que suman en la actualidad 29, de las cuales 14 están fuera de servicio.

Más allá de las fallas en las unidades generatric­es, es evidente que el mantenimie­nto de las líneas y los postes del tendido eléctrico, así como el desganche, sigue siendo deplorable y las líneas están llenas de remiendos. En los últimos dos años hemos tenido demasiadas “suspension­es por contingenc­ia”, lo que significa que se corta el servicio en amplias zonas para evitar un colapso peor.

La reestructu­ración de la deuda de la AEE es parte de un proceso vital para el futuro del País, así como una pieza clave para poder levantar y modernizar nuestras centrales termoeléct­ricas y acometer un proyecto sosegado para la producción de energía más limpia.

El momento requiere facilitar que los acuerdos que la AEE logró con los bonistas puedan integrarse dentro de los parámetros de la ley federal PROMESA.

En esta coyuntura, nos reiteramos en la necesidad de darle continuida­d a los acuerdos que ya se habían logrado para la reestructu­ración de la deuda de la entidad pública, y su reenfoque hacia una nueva era energética.

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