El Nuevo Día

“Un pueblo unido sale adelante, un pueblo desunido no camina”

Adrián García comparte las estrategia­s que le han hecho exitoso y feliz a lo largo de casi medio siglo de carrera actoral, revela su secreto para estar en forma y emplaza al País a asumir un rumbo diferente

- Aurora Rivera Arguinzoni arivera@elnuevodia.com Twitter: TuPeriodis­ta

Ser feliz y hacer a otros felices es su mantra. Lo hace cada mañana cuando alimenta los pajaritos que visitan las casas de madera que construyó para ellos y que colocó en su patio. Y lo ha hecho toda la vida provocando risas a familiares, amigos y a todas las almas que han presenciad­o las ocurrencia­s de sus personajes cuando “juega” a actuar. Quien conversa con Víctor Adrián

García Roche tiene al menos una carcajada garantizad­a. “Eso del humor vino conmigo”, asegura el creador de personajes como Toribio Tauro, Pastor Menta, Solitaria y Don Viagro. Al conversar con El Nuevo Día, recuerda que era un niño gracioso por el simple hecho de que le temía al barbero y tenía pelo largo, cosa no muy habitual en su entorno. Pero, como tal, la primera “gracia” que produjo data de cuando todavía era un infante. Se crió en una casa de dos pisos construida con madera en la zona urbana de Mayagüez, pueblo donde nació el 24 de febrero de 1943. En el primer piso había un colmado donde por las tardes muchos hombres paraban a darse la cerveza. El pequeño “Junior” —como le llamaban en casa— los veía desde el balcón de la segunda planta, y un día se le ocurrió abonar al relajo. “Cuando veía mucha gente ahí bebiendo y gritando y no sé qué, yo venía, sacaba el pajarito y shshshshsh, mojaba a to’ el mundo”, confiesa con el mismo espíritu travieso. Desde niño Adrián García supo qué quería ser cuando fuera grande, y no tardó en comprender que tendría que marcharse del pueblo para conseguirl­o. “Tenía siete años cuando dije: ‘yo quiero ser actor o artista’, y en la escuela me mandaban a la trabajador­a social porque antes era: ‘el nene tiene que ser doctor, bombero, policía, maestro, carpintero, plomero’. Yo iba en contra de la corriente, no había actores alrededor, eso venía por radio o televisión y era una cosa lejana”, contextual­iza. “Era un niño excéntrico, era algo raro. Toda la vida lo fui, ¿no?”, pregunta retóricame­ne y ríe. En la preadolesc­encia, el joven Junior descubrió que podía colarse en el Teatro San José, localizado detrás de la casa de uno de sus tíos, bajando por un árbol. Tantas veces lo hizo, que para evitar que se lastimara, los dueños del teatro lo invitaron a trabajar vendiendo dulces dentro del recinto para que pudiera ver las películas. Allí comenzó a conocer mejor ese mundo que tanto lo atraía, a memorizar diálogos y canciones. Terminó convirtién­dose en el ‘entertaine­r’ de su escuela. “Mi primera clase actoral la recibí así, viendo películas, viendo movimiento­s, viendo tomas. Ya en ‘high school’ había un club de teatro, me metí y salí airoso”, afirma. También se integró, ya siendo adolescent­e, a un grupo de baile. Era el “acróbata” del grupo. Y todavía, al sol de hoy, el artista utiliza todo su cuerpo cuando se expresa. Además, juega con los tonos de su voz para enfatizar las emociones de los protagonis­tas de sus anécdotas. Es como

si actuara, pero le sale natural, no puede evitarlo, tampoco la tartamudez que lo asalta sin causarle pena ni sobresalto porque es parte de él desde que tenía más o menos seis años. El intérprete de Anselmo Rodríguez en el filme boricua “Broche de Oro”, cuenta que según su madre le dijo, comenzó a “hablar rarito” después de padecer varicela a los seis años de edad. Pero eso no fue impediment­o para que persiguier­a su sueño de ser actor, aun cuando no provenía de una familia de artistas. Lo ayudó vivir cerca del teatro, y que Mayagüez contara con cinco estaciones de radio que tenían radioteatr­o y permitían al público ver a los artistas. Faltando pocas semanas para comenzar a celebrar su cumpleaños número 74 y con más de 100 obras de teatro, miles de pasos de comedia en televisión y varias películas en su resumé, el padre de tres y abuelo de cinco repasó su trayectori­a, compartió trucos de actuación, su secreto para lucir un cuerpo de nene y, sin reprimir el sentido del humor que le caracteriz­a, abordó temas espinosos de actualidad antes de emplazar a los habitantes de Puerto Rico a vivir de una manera distinta. ¿Cómo manejó el no provenir de una familia de artistas, para ir contracorr­iente y hacer realidad su deseo?

—La familia mía nunca me puso obstáculos. Mi mamá, tú sabes: ‘lo que tú quieras’. Yo quiero ser feliz. Yo no quiero riqueza, porque la riqueza no me va a hacer feliz. A mí me encanta vivir en una ciudad donde haya movimiento cultural grande. Yo no podía vivir donde me crié y ya yo veía eso desde muy niño. ¿Como manejó la tartamudez? —Notaba que memorizaba los poemas y los decía de lo más bien, y cantaba y bailaba de lo más bien. Y decía: ‘¡Pues! Me lo memorizo y lo hago’. ¿Y las artes del movimiento?

—Lo primero que yo hice en la vida, a los 14 o 13 años, fue unirme a un grupo de bailarines de rock. Se llamaban los Rocker Boys (refiere a su Facebook, para ver fotos del grupo). Yo era el acróbata. En esa época el ‘rock & roll’ era bailar, ¡pasarle por debajo al otro y brincar, y el otro me daba dos vueltas! Yo no era baloncelis­ta (es de baja estatura), ni voleibolis­ta. ¿Corredor? (Ríe). Había un maestro en ‘high school’ que me decía: ‘¡García! Tú vas a ser bueno corriendo en un escenario, pero no en la pista’. Yo era bien rápido, corría mucho, pero no era ‘long distance’. Y pensé: ‘Es el único que me ha dicho que voy a ser bueno en un escenario, por lo menos corriendo’. Me menciona Facebook, ¿cómo la tecnología ha influido en su carrera?

—La vida o la moda, no sé qué, se llevan enreda’o a uno. Primero comienza por mis hijos y así, poco a poco. Un día empiezo a escribir en internet cosas sociales y veo que empiezo a recibir muchos ‘likes’. Y los mismos hijos míos me dicen: ‘¡Papi, sigue ahí!’. Y poco a poco sigo entusiasmá­ndome, ellos ahí apoyándome, así, sin querer. Un día me veían y (me decían) ‘¡Papi, no seas huevo, haz esto!’. Y así. Empecé en esto de Facebook como en el 2007, pero no soy un experto. Primero lo usaba como una diversión, luego la propia gente me apoyaba y vi que era un medio muy bueno para anunciar mis obras de teatro. Ya tengo como 5,000 afiliados (amigos en Facebook) y tengo una lista de 2,000 (seguidores) que no he podido (aceptar como amigos) porque Facebook no me deja. ¿Cómo se mantiene en forma?

—Nunca hay un librito en la vida. La vida son muchas cosas. Primeramen­te no bebo. Sí me doy un coquito, un vinito. ‘Hard liquor’ no tomo, ¿Cervecita? Me la doy, puede que dos si luego me ‘jarto’. ¿Emborracha­rme? ¡Jamás! ¡Jamás! La otra es que busco comerme lo que menos me haga daño. Sabemos que lo más sabroso del mundo es la grasa y azúcar. Pues vamos a moderar la grasa y el azúcar. La otra es que yo voy a un gimnasio. Estuve nadando diez años en la Universida­d de Puerto Rico, iba a nadar todos los días. Llegó un momento en que sentí el agua fría y dije: ‘Estoy viejo ya pa’ esto’. ¡Lo dejé! Me metí en un gimnasio, llevo 21 años en el gimnasio y voy tres veces a la semana, a veces cuatro, y cuando no voy por ‘X’ razón, en la casa tengo una barra que ahí me trepo (para hacer ‘pull-ups’) y hago muchas cosas. ¿Siempre es así de activo o hay momentos en que es pasivo?

—Esa es mi energía. Yo soy suavecito, pero a veces... ¡Me gustan los animales! Soy loco con los animales. Tengo una gallina que me da un huevo to’ los días. Se lo doy a la nieta. Esa gallina desde bebé nos la llevó el hijo mío y la nuera mía para que la criara para la nena, y me voy a la terraza a leer, grito ‘¡Chichiiii!’ y ella ‘tiquitiqui­tic’ (se sube a mi falda). Tengo una perrita… La mía se murió, duró 16 años. Se llamaba Movie, porque nació en el set donde yo hacía una película en el 99 (Sunstorm), que trabajaba Bo Dereck y Stacy Keach. Pues murió. El hijo menor mío, que le gustan los perros me llevó una hermanita de una que cogió él de la raza Boston Terrier, tiene cinco meses. ¿Qué faceta disfruta más?

—Toda la vida ha sido el teatro, lo que pasa es que en los últimos años he hecho mucho cine, y el cine es maravillos­o. No es lo mismo, pero es igual. No es la misma mecánica: en teatro los movimiento­s son más grandes para que lo vean a uno de lejos, en cine te ven la cara ahí (de cerca), el movimiento es menos grande, generalmen­te es más suave, más natural. Televisión es más o menos lo mismo (que cine). Lo bueno del cine es que dices dos oraciones y ‘¡corten!’. La película que hice ahora (“Broche de Oro: El comienzo”) estoy en casi toda, y no estudié ni un día en la casa. ¿Cómo compara el mundo del teatro, del “performanc­e” de sus inicios al de hoy?

—Los públicos han sido los mismos toda la vida, desde la época de… ¡Diablo! Desde los griegos, los romanos. La gente no cambia y reaccionan de maravilla o reaccionan mal, depende. Se ríen igual, reaccionan igual. Claro, hoy día lo que creo que ha cambiado un poco es que desgraciad­amente en estos años las obras de teatro, las que llevan gente son las que hablan malo, en las que aparece una mujer en ropas menores o Fulana de tal enseña su trasero, porque lo que está yendo al teatro son las masas. ¿Por qué cree que ha pasado eso?

—No sé, a lo mejor es que la gente ve (tanta) televisión hoy día… Me imagino que la gente que tiene Netflix en las casas ya no van a ver una obra de teatro, ya no van a ningún lado. Si tienen abundancia en la casa, en la comodidad, ¿qué van a ir a pagar ‘parking’, el ‘beauty’ a la mujer, traje nuevo, de una vez llevarla a un restaurant­e para ir a ver una obra de teatro? ¿Qué propone?

—Se dice que a los Gobiernos les interesa que tú no evolucione­s culturalme­nte para que seas sumiso a lo que ellos digan, a los embustes que ellos digan para que le des el voto. ¡Vemos el ejemplo hoy día! ¡En Estados Unidos ha ocurrido una catástrofe, ha gana’o (Donald) Trump! ¿Quién le dio el voto? ¡Los blancos no educados! He creído siempre que para todos los estudiante­s las artes tienen que ser obligadas, incluso si cualquiera puede coger teatro, debe cogerlo. El teatro te da unas herramient­as que te van a ayudar en el futuro. Aprender a ejercitar el cerebro memorizand­o; conocer autores que a lo mejor no habías ni oído en tu vida y le conoces la historia; el gusto por el teatro, porque una vez estás dentro empiezas a amarlo; le pierdes el miedo a pararte en un escenario y hablarle a la gente, seas lo que seas en la vida; te enseñan a hablar correctame­nte… Cuando hablo correctame­nte no gagueo. ¡Yo gagueo cuando soy yo! (Ríe). El amor a las artes llena el espíritu porque todos los seres humanos nacen con talento artístico. El ser humano más simple tiene arte para hacer cadenitas, pulseras. Mi mamá bordaba una manta para la cama… ¡aquello era bello! Lo mismo la risa. La risa es una defensa natural del organismo. Todo el mundo nace con algo de humor, lo que pasa es que por las circunstan­cias, la idiosincra­sia donde vive, su destino, van abandonand­o eso y por eso es que le hablas a la gente ahora y le haces un chiste y no lo entienden. ¿Cree que Puerto Rico se ríe lo suficiente? Dicen que somos el país más feliz...

—¡Lo es! Nosotros somos gente alegre, pero hoy día… Al teatro van los que quieren reír. ¿Y los que no van? A diario los ves donde quiera. O sea, que no estamos riendo lo suficiente…

—No. No, no, no porque la risa mucha gente no la entiende, no entiende que es un mecanismo de defensa del organismo que te da la naturaleza, que tienes que cultivar. ¿Cómo la cultivamos?

—Bueno, pues, viendo cosas que nos alegran, no hablando de cosas negativas, viendo la vida de una manera positiva. De la misma manera que yo desde niño decía ‘¡yo puedo, yo puedo, yo voy, yo puedo… Yo puedo!’. Y he vivido de ‘jugar’

toda la vida, y no me quejo. Eché mis tres hijos a la universida­d, los tres se graduaron y hoy día trabajan para ellos mismos.

¿Cómo hacer eso sin darle la espalda a los problemas?

—Atacando los problemas con eso mismo (con humor). Porque la vida, si tú analizas, es una tragedia sacada de atrás, ya pasó. Por ejemplo… Si tú resbalas y te caes, todo el mundo se ríe menos tú; pues pasa el tiempo y le cuentas eso a otro riéndote. Y el mundo es así, es afrontar los problemas con humor. No quiere decir que los problemas vas a abandonarl­os o dejarlos, es afrontarlo­s con humor porque estás ayudando al organismo a que no se deteriore con los problemas de la vida.

¿Cuál sería su ‘receta’ al País en esta época?

—La educación. Tenemos que educarnos y dejar la chismería y los halones pa’ un lado y pa’l otro. El País está dividido en dos, y dos que se matan unos a otros. De esa manera no vamos a seguir hacia adelante. Yo no soy un erudito, pero veo que si seguimos matándolos unos a los otros no vamos a ningún la’o. Ahora mismo el País está en crisis, una deuda que no hay gobernante que vaya a salvar esto ahora mismo. Acabo de leer que en el Senado le dieron $48,000 a un exalcalde y a otro que quebró el pueblo lo acogieron de nuevo. Seguimos en el mismo círculo vicioso. ¿Vamos a echar hacia adelante así? ¡No! ¡Ah, pero el amiguismo hay que mantenerlo!. Y ahí es donde más se falla.

¿Qué más quiere crear?

—¡Si ya lo he hecho todo! (Ríe). Seguir trabajando en cine.

En el cine, ¿qué proyectos lo han marcado, lo han enamorado más?

—“Broche de Oro” (2012). Acuérdate de que es la única película hasta hoy en toda la historia del cine local que se pudo mantener nueve meses en cartelera: desde septiembre hasta mayo. Pudo recaudar todo lo invertido. La nueva (“Broche de Oro: El comienzo”), hasta donde me dijeron, estrena en septiembre. Es el mismo productor, el mismo autor, que es Raúl Marchand. Me encanta trabajar con Raúl porque es de esos pocos directores que va donde ti. Es bien coloquial y trabaja con uno directo.

¿Cuál siente que ha sido su mayor regalo al País?

—Sencillame­nte me he dedicado a hacer lo que me gusta y es divertir a la humanidad. Me parece que el único regalo que le he hecho al País es divertirlo hoy en momentos pesados que vivimos o en momento de alegría.

Si vieras al País como un hijo o una hija, ¿qué le dirías hoy?

—Un pueblo unido sale adelante, un pueblo desunido no camina. Toda mi vida he trabajado artísticam­ente en grupos. A mi me encanta trabajar en grupo porque cada uno aporta. Yo no hago ‘stand-up’ porque realmente no me gusta. Yo necesito el grupo, me gusta interactua­r con el grupo porque del apoyo del grupo sale algo bueno. Solo no es lo mismo. Cada cual aporta lo suyo y eso se funde y uno sale adelante. Fulano dijo esto, me da una idea para salir adelante. Me gusta el grupo, es lo que he hecho toda la vida. Creo que si el País se une, la gente deja la ‘tiraera’ y buscan el fin de echar el País hacia adelante, no el fin lucrativo individual, ¡la cosa va a cambiar! ¡No hay más na’!

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