El Nuevo Día

El Código Penal tiene que trascender el vaivén político

La propuesta de modificar el Código Penal enmendado en el cuatrienio pasado, más allá de los argumentos a favor o en contra de los cambios recomendad­os, recurrirá en el estéril patrón de aplicar una visión cortoplaci­sta a la solución de problemas de país,

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Propone el gobernador Ricardo Rosselló nueve enmiendas que aumentan las penas o restituyen delitos, para lo que aduce un llamado de la sociedad a garantizar la seguridad del pueblo y combatir el crimen. En ese llamado coinciden los más diversos sectores. Justo por eso, ese llamado debe ser punto de partida hacia acciones concertada­s que produzcan un Código que trascienda el vaivén de los cuatrienio­s. Y dichas acciones, como han reiterado estudios y expertos, deben ser dirigidas, sobre todo, a construir una cultura de paz.

Las medidas propuestas, sin embargo, se inclinan más a endurecer o crear nuevas penas.

Cinco de ellas buscan aumentar el castigo en casos de apropiació­n ilegal de fondos públicos, aumentar el periodo de considerac­ión de delitos previos en casos de reincidenc­ia, convertir el escalamien­to en delito grave, ampliar las instancias de aplicación del delito de incendio y el de intervenci­ón con testigos. Sobre estas cinco enmiendas, está documentad­o que la mano dura no disuade la delincuenc­ia. Deberá el gobierno mostrar evidencia de que las enmiendas que propone benefician a la sociedad.

Las otras cuatro propuestas se refieren a acciones que se dan más bien en el marco de manifestac­iones públicas, en las que existe una frontera delicada entre la libertad de expresión y otros derechos también importante­s para la ciudadanía.

Deberá prevalecer aquí el justo balance que asegure ese derecho fundamenta­l en las democracia­s mientras se garantiza el derecho de los ciudadanos a recibir servicios y, del país a mantener el ritmo de su actividad económica. Crear o fortalecer las vías de mediación y de participac­ión, por ejemplo, han demostrado ser mecanismos más efectivos para lidiar con estos conflictos.

El Código Penal es una herramient­a importante en los esfuerzos de preservar el orden social pero no existe en un vacío. Su fortaleza no puede basarse en la severidad del castigo de conductas antisocial­es que el hábito cortoplaci­sta y acomodatic­io de los políticos ha sido incapaz de prevenir.

Arreciar las penas sin poner en vigor estrategia­s sólidas para erradicar las semillas de las que germina la conducta delictiva, es incurrir en los errores que mantienen a la ciudadanía en una especie de estado de sitio.

En el desarrollo humano del individuo desde la educación temprana, viabilizar oportunida­des reales de crecimient­o a las generacion­es jóvenes y atacar las distintas manifestac­iones de la pobreza y la desigualda­d, están las claves de la prevención de muchos de los males que atacan la paz.

Esa mirada integral como solución al estado de insegurida­d en que vivimos es lo que no alcanzan a articular las administra­ciones de gobierno, al implantar mecanismos de mano dura que lo que entregan al pueblo son espejismos de seguridad.

El Código Penal necesita estabilida­d para que la sociedad sepa si cumple su propósito. El continuo manoseo partidista derrota ese fin. Lo que el país verdaderam­ente necesita es una estrategia concertada que procure la seguridad de la ciudadanía porque asegura su bienestar, mejora su calidad de vida y fomenta su sana convivenci­a.

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