FARISEOS
Una de las primeras cosas que aprendí cuando comencé mi carrera en medios de comunicaciones es que cada cual interpreta los mensajes de acuerdo con las herramientas que trae consigo.
Por eso no debe sorprendernos que existan cuchusientas mil interpretaciones distintas de los textos sagrados del cristianismo (o de cualquier religión). No obstante, confieso que me quedo patidifuso con la imagen de Jesús que presentan algunos cristianos.
El Jesús que yo he conocido oyendo sus historias y sus andanzas fue un Jesús que valoró la vida de una mujer adúltera por encima de los reclamos de sangre que hicieron los “piadosos” de su época. Fue el que sabiéndose ser hijo de Dios, se inclinó y les lavó los pies a sus discípulos. El que dijo que cada vez que ignoráramos el dolor de nuestros prójimos, también lo ignorábamos a Él.
Pero el Jesús que presentan los conservadores tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico, es vengativo, despiadado e indiferente al dolor humano. Es un Jesús que, en vez de ser maestro, amigo y líder de paz, es un abogado obsesionado con la tradición, las leyes y las letras chiquitas. Un Jesús que obligaría a una mujer a quedarse con un marido abusador porque “¡firmó un contrato y eso es para siempre y yo tengo el papel que lo prueba!”. Un Jesús que les niega la entrada a los que buscan refugio de la guerra “¡porque esos son musulmanes y no creen en mí! Sólo entrarán los que me juren su lealtad ahora y por siempre!”. Un Jesús que le daría muerte a cualquiera que no siguiera la más literal de las interpretaciones de la ley.
Mi problema es que ese Jesús no se parece al que yo conozco. Por el contrario, esa imagen que ellos pintan se parece muchísimo a los “religiosos” que lo mandaron a matar porque no cumplía las leyes como ellos pensaban que debía cumplirlas.