“Fences”: drama intenso con Denzel Washington y Viola Davis
La mejor forma de apreciar “Fences”, la adaptación cinematográfica de la obra de teatro de August Wilson que comienza a exhibirse hoy, es como una clase maestra de actuación para la pantalla grande. El elenco del filme es liderado por Denzel Washington y Viola Davis, en roles que le ganaron premios Tonys cuando la interpretaron en Broadway y ahora han sido celebrados con nominaciones al Óscar. Pero este es uno de esos filmes donde no hay ni un solo intérprete que de una nota falsa. El trabajo de todo el elenco es indiscutiblemente contundente en su honestidad y su impacto. A pesar de este logro superlativo, resulta curioso que como actor Denzel Washington no tiene ningún problema en capturar el poder emocional del material original, pero como director no puede lograr que el mismo tenga una identidad cinematográfica tangible. Aún con un diseño de producción de primera y una fotografía excelente, son pocos los momentos en que “Fences” no se siente como una obra de teatro. Argumentar que el enfoque principal son los actores no es suficiente para justificar esta falla. Filmes como “Carnage” o “Doubt” son vehículos para sus actores, pero como filmes lograron romper con las ataduras de su origen teatral. Esto nunca sucede con esta película. Esto es un regalo para el público que no pudo ver la versión de la obra con Washington y Davis en Broadway, pero definitivamente no es una interpretación exitosa del material para el cine. Al igual que en las tablas, al espectador aquí no le queda más remedio que sentarse a quedar maravillado ante el trabajo de un grupo de actores de primera. Afortunadamente la obra de Wilson tiene tela de donde cortar para que ciertas escenas sean el equivalente de ver una cascada de fuegos artificiales explotando violentamente dentro de un contexto cotidiano. Lo cual me lleva a señalar el otro punto débil del filme: la interpretación de Washington en rol principal. Para estar claros, el nivel de calidad y honestidad del actor principal está a la par con las mejores interpretaciones de su carrera. Pero el aire teatral de la dirección de Washington socava su versión de Troy Maxson, un hombre consumido por su ego y las fantasías de un pasado que nunca logró escapar. En varios momentos resulta bien difícil distinguir si estamos viendo un personaje que está tan enamorado de su propia voz que está dispuesto a destruir a su familia o si estamos viendo un actor que no puede evitar ser el centro de atención ante la posibilidad de un gran momento histriónico. El que haya espacio para que el resto del elenco de este filme impresione es evidencia de que probablemente sea el personaje y no Washington el que quiere dominar. En contraste, el trabajo de Viola Davis es un huracán de emociones que va de lo sutil a lo sublime en más de una ocasión. Mucho se dirá de la escena en que Rose confronta a su esposo por haber traicionado su hogar, pero la actriz siempre está presente comunicando con detalles deliciosos los sacrificios y la fuerza que requiere tratar de forjar una familia con Troy. Desafortunadamente, Washington como director no está muy interesado en esos detalles o momentos. El filme entero es una serie de conversaciones entre Troy y Rose, Troy y sus dos hijos y Troy y su mejor amigo de infancia. Lo único que impide que esto no tenga un ritmo episódico y tedioso es el fabuloso elenco de la película. Mientras el protagonista agoniza por no haber cumplido con sus sueños de juventud y se traga la buena voluntad de todos los que lo rodean, el resto del elenco se las ingenia para que su voz y su verdad llegue directo al corazón del espectador.