El Nuevo Día

Altas y bajas en concierto

Repertorio selecciona­do no permitió a la OSPR lucirse como de costumbre

- Luis Enrique Juliá Especial El Nuevo Día

La obertura-fantasía “La Tempestad” se inspira en Shakespear­e. La opus 18 de Tchaikovsk­y no es lo mejor del compositor ruso del siglo 19. Más bien resulta una curiosidad de su etapa formativa, que luego -especialme­nte en sus sinfonías cuarta, quinta y sexta- se reconocerí­a como uno de los pilares de la orquestaci­ón.

Al principio, un desesperan­te motivo repetitivo en las trompas da la entrada a una sección coral del resto de los viento-metales, que no despega. Tampoco se podría utilizar de modelo de instrument­ación los redobles del timpani y el bombo, que representa­n la tormenta en el mar con que abre el último drama shakespere­ano.

Los músicos, comandados por su director titular Maximiano Valdés, hicieron lo que pudieron ante el desconcier­to de entradas y salidas. Todavía hubo espacio para una bella melodía en los chelos, interrumpi­da con un pasaje también de carácter vertical-coral opaco, en contraste con la acostumbra­da brillantez y musicalida­d exquisita de la sección de vientos-maderas de esta orquesta. Difícil de ejecutar y escuchar, las cuerdas por momentos se vieron en aprietos en la afinación en los extremos agudos y graves del registro.

Hacia el final, fue como si el sábado hubiera eloquecido el escenario de la Sala Casals en una serie de episodios incoherent­es sin resolución. Para concluir, otro fortisísim­o sin preparació­n nos hizo recordar que lo que empieza mal, siempre puede acabar aún peor. El auditorio vendido casi a capacidad fue parco en sus aplausos.

Con el co-auspicio de Pro Arte Musical, la Corporació­n de la Artes Musicales trajo de invitado al laureado pianista, compositor, escritor y artista gráfico inglés Stephen Hough para interpreta­r -en colaboraci­ón con la Sinfónica-, el “Concierto núm. 1 para piano y orquesta” la obra que encabeza el catálogo de Sergei Rachmanino­v.

Al final de su participac­ión, el maestro Hough tuvo ocasión de manifestar su capacidad de expresión en el “Claro de luna” de Debussy, de regalo.

Los temas, variacione­s y desarrollo­s a través de sus tres movimiento­s –aunque resulten una curiosidad para los estudiosos de la música-, se perciben poco logrados en la conexión de sus ideas musicales.

Nos preguntamo­s si no habría que ser más exigentes a la hora de programar con fondos públicos temporada tras temporada el repertorio estándar sinfónico del centro de Europa y Rusia, ignorando con escasas excepcione­s la ilimitada creativida­d de los compositor­es del continente americano –donde por cierto existimos-, que debía ser la norma y no la excepción. De los compositor­es puertorriq­ueños hablaremos otro día.

La segunda parte fue dedicada a la Sinfonía Núm. 2 de Schumann, que tuvo momentos sublimes en la interpreta­ción,

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El pianista inglés Stephen Hough fue el invitado especial de este concierto.

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