El arte que nos rodea
QTodos lo hemos visto: el arte urbano, en su versión de pintura callejera, nos rodea. Se trata de un fenómeno que es ya universal, con ciudades -San Francisco, Buenos Aires, Londres- que se distinguen por la calidad y cantidad de las imágenes que adornan sus muros, sus puentes, sus fachadas, sus carreteras y con artistas -como el británico Banksy- de fama mundial. Es la indicación más visible del cambio de paradigma cultural que vivimos.
El grafiti transgresor -y, para muchos, ofensivo- que empezó a verse en Nueva York en los sesenta “adornando” no solo las paredes del South Bronx sino también los vagones del metro, abrió la puerta para los murales que vinieron después. En nuestra isla los hay en casi todos los municipios, como se documenta en este libro que, a pesar de sus errores ortográficos, contribuye a iniciar un estudio serio del movimiento.
Puerto Rico es -sorpresivamente para muchos, incluyendo esta reseñadoraun centro mundial de ese arte que empezó a coger vuelo en los ochenta con grafitis cada vez más elaborados. Lo impulsó la iniciativa de Dennis Mario Rivera, que en el 1983 estableció, en la calle San Sebastián, un “Museo sin techo a sol y agua” cuya primera pieza fue “Don Pedro y los pitirres”, que aún está allí. La Ley 107 firmada por la gobernadora Sila Calderón reconoció el valor del arte público (en 1962, el Instituto de Cultura había impulsado un programa para mejorar la apariencia de los lugares públicos con murales) y los dos festivales de arte urbano surgidos en 2009 y 2012 – “Santurce es ley” y “Los muros hablan”- ratificaron la importancia de un movimiento de grupos y artistas independientes decididos a presentar sus visiones -satíricas, críticas, enaltecedoras, patrióticas, educativas- en cuanto espacio urbano les sirviera para hacerlo.
Varios grupos se han destacado, entre ellos el Colectivo Moriviví y el Arecibo Street Art Project, liderado por el artista Bik-Ismo. Muchos artistas son ampliamente conocidos: Sofía Maldonado, de San Juan; Daniel Lind, de Loíza; David Zayas, de Ponce, entre otros cuyas trayectorias se consignan en este libro.
Ilustrado profusamente con fotos excelentes tomadas por el mismo autor, se trata de una introducción al valor no solo estético sino también social de ese arte que nos rodea, de cuya validez no podemos ya dudar.