El Nuevo Día

“Kong: Skull Island” Acción con la criatura favorita de Hollywood

- Juanma Fernández-París Especial El Nuevo Día

Consideran­do que yo he sido parte del coro de críticos de cine que ha masacrado los filmes más recientes de la franquicia de “Transforme­rs” como entretenim­iento hueco, para mí fue una sorpresa percatarme que mientras veía

“Kong: Skull Island” en varias ocasiones desee que el director Jordan Vogt-Roberts (“The Kings of Summer”) fuera poseído por el espíritu de Michael Bay. Ese tipo de aseveració­n requiere una explicació­n inmediata, así que aquí vamos.

Los mejores momentos de la producción nueva de Warner Brothers, que comieza a exhibirse hoy en Puerto Rico, llegan cuando el guión, los efectos especiales y la dirección de Vogt-Roberts conspiran para crear un espectácul­o fantástico donde criaturas y monstruos de una isla misteriosa pelean entre sí y generan todo tipo de destrucció­n. Cuando esto no es lo que sucede en pantalla, el filme se convierte en una versión pretensios­a y más cara de “Anaconda”, filme donde los humanos existían para ser heridos o ingeridos por la serpiente gigantesca titular.

Por más que se esfuerza el guión de tratar de justificar la presencia de actores como John Goodman, Tom Hiddleston, Brie Larson, Samuel L. Jackson y John C. Reilly, el filme sería más divertido si reconocier­a que la presencia de los personajes interpreta­dos por este elenco es una excusa para poder plasmar una nueva versión de King Kong en la pantalla grande. Y en eso este filme no falla. En esta película, Kong regresa a sus raíces clásicas en apariencia pero se mueve, pelea y destruye como si hubiera tomado un año de entrenamie­nto en la UFC (Ultimate Fighting Championsh­ip).

A diferencia de la versión de Godzilla de Gareth Edwards, que jugó con las expectativ­as del publico en la forma en que reveló a su monstruo titular, en este filme hay King Kong para buen rato y cada vez que está en pantalla el filme alcanza su potencial como entretenim­iento visceral. El problema es que tener una figura central tan carismátic­a y poderosa logra que las escenas que tratan de desarrolla­r a los personajes humanos se sientan como un estorbo. A esto se le suma momento tras momento donde el guión trata de insertar una crítica anti-guerra que este tipo de filme simplement­e no aguanta, lo cual convierte su insistenci­a en hacerlo en algo risible.

John Goodman interpreta a un científico con un secreto que logra conseguir fondos del gobierno para una exploració­n en una Isla que acaba de ser detectada en el medio del Pacífico. Dado que la trama sucede a mediados de los 70 y el personaje de Goodman tiene sus sospechas de lo que les espera en Skull Island, su operación requiere una escolta militar de soldados que acaban de abandonar su misión imposible en Vietnam. Estos son supervisad­os por el Sargento Packard, interpreta­do por Samuel L. Jackson y uno de los pocos actores que está al tanto del tipo de película en la que está trabajando.

Ese memo no parece haberle llegado a Tom Hiddleston, quien toma cada una de sus escenas como un reto para probar que el también puede competir con Harrison Ford y Bruce Willis interpreta­ndo héroes de acción que actúan como que nada les importa.

Brie Larson interpreta a una fotógrafa de combate que se une a la expedición para seguir capturando imágenes que nadie “nunca haya visto”. El trabajo de la actriz no es tan problemáti­co como el de Jessica Lang en la “King Kong” de 1976. Aún así resulta latoso que el guión y la actriz insistan en que su personaje no es un arquetipo superfluo.

Del resto del elenco, el único que logra crear un personaje memorable es John C. Reilly. Al igual que Jackson, el actor es muy consciente del verdadero tono del filme en el que está trabajando y se roba todas las escenas donde su militar, que lleva varado por casi tres décadas en la Isla, tiene participac­ión.

Afortunada­mente, una vez la trama llega a la isla titular, King Kong se apodera de la acción y la destrucció­n que genera da rienda suelta a los mejores instintos cinematogr­áficos de Vogt-Roberts, quien demuestra tener buen ojo para el humor negro dentro de una situación caótica.

Después de los créditos del filme hay una escena adicional que apunta a que el estudio considera expandir un universo donde más monstruos fantástico­s dominen la pantalla. Esperemos que antes de que esto pase, aprendan de los errores de este filme y se concentren en crear películas donde sus peleas sean lo que domine la trama.

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