El Nuevo Día

Austeridad lógica y prudente

- Juan Lara Economista

El debate de la austeridad es un debate de ricos, no de pobres. Países ricos como Estados Unidos, Alemania o Japón pueden debatir sobre si les conviene una política de aumentos prudentes y estratégic­os en el gasto público para promover mayor crecimient­o económico. En cambio, países como Puerto Rico (o Grecia), con el gobierno quebrado, la economía aletargada y sin acceso a fuentes de financiami­ento, no deben perder el tiempo en debates estériles sobre opciones de gasto que superan sus capacidade­s. Para hablar de “austeridad, sí o no”, hay que tener recursos de los que nosotros carecemos.

En los países ricos, la alternativ­a a la austeridad bien puede ser la prosperida­d. Aquí, la alternativ­a a la austeridad es la caridad —que nos perdonen deudas y nos subsidien gastos— con todo lo lamentable que eso conlleva hacia el futuro. Ahora bien, el reconocer la inevitabil­idad de una política fiscal austera no significa que no podemos debatir el contenido y la ejecución del programa de medidas económicas que se está negociando entre el gobierno y la Junta de Supervisió­n Fiscal.

Que la austeridad hace daño no es noticia, como bien señaló el colega Orlando Sotomayor en una columna reciente en este diario, pero también hacen daño colateral la quimiotera­pia y la radioterap­ia, y para algunos pacientes son indispensa­bles.

En lo que debemos enfocar la discusión es en cómo diseñar y ejecutar el plan de austeridad que necesitamo­s en el corto plazo controland­o al mínimo el daño colateral y protegiend­o de manera especial a los más vulnerable­s.

En este sentido, hace bien el gobierno en tratar de proteger a los beneficiar­ios de la reforma de salud, aunque eso lo obliga a identifica­r otras partidas del presupuest­o en las que se pueda recortar lo que no se le quite a la reforma. De igual modo, debe protegerse también a los pensionado­s. En esto, el gobierno ha cedido más de lo que debía, ya que está proponiend­o recortes a pensiones de $2,500 mensuales, que difícilmen­te se pueden etiquetar como pensiones “Cadillac”.

La Junta sí puede insistir en que el gobierno sea más explícito en la identifica­ción de algunas de las fuentes de ingresos y reducción de gastos que se incluyeron en el plan fiscal a cinco años anunciado la semana pasada. Por ejemplo, no queda claro cómo funcionará la reforma contributi­va de la que se habla en el Plan, ni cómo se ahorrará en el gasto público mediante la consolidac­ión de agencias gubernamen­tales, sin despedir empleados. Para que se pueda ejecutar de manera rápida y eficiente, el programa de austeridad tiene que ser lo más preciso posible, aunque siempre hay un margen de incertidum­bre en procesos de estabiliza­ción como éste.

También es importante que todas las acciones y propuestas de las autoridade­s gubernamen­tales sean congruente­s con los objetivos del plan fiscal. No deben tener cabida en estos momentos propuestas para reducir el IVU o cualquier otro impuesto, como tampoco se le puede dar paso a gastos innecesari­os como el viaje de algunos legislador­es a Hawái hace unos meses. Tales prácticas contradice­n la lógica del plan fiscal y no lucen decorosas cuando les estamos pidiendo dinero a los contribuye­ntes de Estados Unidos. No podemos pedir con una mano y despilfarr­ar con la otra.

Por último, no es lo mismo pedir caridad que pedir ayuda. Hay que insistir en Washington para que nos provean incentivos adecuados para levantar nuestra economía, y hay que mantener la presión para que nos ayuden a enfrentar el precipicio fiscal de la reforma de salud. Más aún, la Junta y el Congreso deben reconocer que es necesario obtener financiami­ento interino para facilitar la implantaci­ón del plan fiscal, y deben ayudarnos a conseguir dicho financiami­ento de manera responsabl­e y prudente.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico